En esta Navidad, el Señor pasa. Una Navidad de esperanza, con las puertas abiertas al Señor, una Navidad de alegría y fraternidad
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(Jesús Bastante).- Una plaza de San Pedro abarrotada, en cuyo centro ya está instalado el abeto y el Nacimiento (con figuras de tamaño real), esperaba, como cada domingo, al Papa Francisco. En el rezo del Angelus, el último antes de la Nochebuena, Bergoglio abundó en el relato del anuncio del Arcángel Gabriel a María, que le revela la voluntad del Señor.
«Fijemos la mirada sobre la sencilla joven de Nazaret, en el momento en que dice ‘Sí'», subrayó Francisco, quien incidió en «dos aspectos esenciales», que hace de María «modelo de cómo prepararnos para el Nacimiento de Jesús».
El primero, su fe. «Su actitud de fe, que consiste en escuchar la Palabra de Dios y abandonarse con plena disponibilidad de mente y de corazón. Respondiendo al ángel, dice ‘Heme aquí ,la esclava del Señor’. En su ‘Heme aquí’, María no sabe qué dolores tendrá que sufrir, qué riesgos habrá de afrontar, pero es consciente de que es Dios quien se lo pide. Y ella se fía completamente de él, se fía a su amor«.
En segundo lugar, «la capacidad de reconocer el Tiempo de Dios». Para el Papa, el Sí de María «hizo posible la encarnación del Verbo, y nos ayuda a acoger el momento favorable en que Jesús pasa por nuestra vida, y pide una respuesta rápida y definitiva».
«Porque Jesús pasa. Jesús pasó históricamente hace dos mil años, y actúa también hoy», añadió Francisco, quien insistió en que en Navidad «viene a golpear nuevamente el corazón de cada uno de nosotros. Pasa y golpea. Y estamos llamados a responder con un ‘Sí’, poniéndonos a disposición de Dios y su misericordia. De Su amor».
«¿Cuántas veces Jesús pasa en nuestra vida, y cuántas veces nos manda un ángel?. ¿Y cuántas veces no nos damos cuenta, porque estamos sumergidos en nuestras cosas, incluso en estos días en los preparativos? No nos damos cuenta de que Él pasa y llama a las puertas de nuestro corazón, pidiendo acogida, pidiendo un Sí como el de María».
Un santo decía: Tengo temor de que el Señor pase. ¿Por qué? Tenía miedo de no darse cuenta y dejarlo pasar, recordó el Pontífice. «Cuando sentimos en nuestro corazón que quisiéramos ser más buenos, ahí es el Señor el que está golpeando, y nos hace sentir el deseo de ser mejores. Si tú sientes esto detente: El Señor está ahí«.
«Ve a rezar, ve a la confesión, para limpiar un poco la salsa… Pero si escuchas la voz de Jesús, no lo dejemos pasar», culminó el Papa, quien también quiso reconocer, junto a María, «la silenciosa presencia de San José». «El ejemplo de José y María es una invitación para todos a acoger con total apertura a Jesús, que se ha hecho nuestro hermano. Él viene a darnos el don de la paz, como anunciaron el coro de ángeles a los pastores».
Por ello, el Papa pidió a los presentes recordar que «Cristo golpea nuestro corazón para darnos la paz del alma. Abramos las puertas a Cristo», y animó a «vivir una Navidad realmente cristiana, lejos de toda mundanidad«.
En los saludos tras el rezo, Francisco volvió a insistir en que «el Señor pasa, no lo dudéis. Si sientes la ganas de mejorar, es el Señor que llama a tu puerta. En esta Navidad, el Señor pasa. Una Navidad de esperanza, con las puertas abiertas al Señor, una Navidad de alegría y fraternidad».
Este es el texto del Angelus papal:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, cuarto y último Domingo de Adviento, la liturgia quiere prepararnos a la Navidad, ya a las puertas, invitándonos a meditar el relato del anuncio de Ángel a María. El Arcángel Gabriel revela a la Virgen la voluntad del Señor, que ella se convierta en la madre de su Hijo unigénito: «Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo» (Lc 1, 31-32).
Fijemos la mirada sobre esta sencilla muchacha de Nazaret, en el momento en que se vuelve disponible al mensaje divino con su «sí»; captamos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.
Dos actitudes de María, modelo de preparación a la Navidad
Ante todo, su fe, su actitud de fe, que consiste en escuchar la Palabra de Dios para abandonarse a esta Palabra con plena disponibilidad de mente y de corazón. Al responder al Ángel María dijo: «Yo soy la sierva del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho» (v. 38). En su «sí» lleno de fe, María no sabe por cuáles caminos deberá aventurarse, cuáles dolores deberá padecer, cuáles riesgos afrontar. Pero es consciente que es el Señor quien pide y ella se fía totalmente de Él, se abandona a su amor. Ésta es la fe de María.
Otro aspecto es la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. María es aquella que ha hecho posible la encarnación del Hijo de Dios, «revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad» (Rm 16, 25). Ha hecho posible la encarnación del Verbo gracias precisamente a su «sí» humilde y valiente. María nos enseña a comprender el momento favorable en que Jesús pasa por nuestra vida y pide una respuesta rápida y generosa.
Y Jesús pasa. En efecto, el misterio del nacimiento de Jesús en Belén, que se produjo históricamente hace ya más de dos mil años, se produce como evento espiritual, en el «hoy» de la Liturgia. El Verbo, que encontró morada en el seno virginal de María, en la celebración de la Navidad viene a llamar nuevamente al corazón de cada cristiano. Pasa y llama. Cada uno de nosotros está llamado a responder, como María, con un «sí» personal y sincero, poniéndose plenamente a disposición de Dios y de su misericordia, de su amor.
Eh, cuántas veces Jesús pasa por nuestra vida. Y cuántas veces nos envía un ángel. Y cuántas veces no nos damos cuenta, porque estamos tan ocupados e inmersos en nuestros pensamientos, en nuestros asuntos e incluso, en estos días, en nuestra preparación de la Navidad, que no nos damos cuenta que Él pasa y llama a la puerta de nuestro corazón pidiendo acogida, pidiendo un «sí», como el de María.
Un santo decía: «Tengo temor de que el Señor pase». ¿Saben por qué tenía temor? Temor de no darse cuenta y dejarlo pasar. Cuando nosotros sentimos en nuestro corazón: «Pero yo querría ser más bueno, más buena, me he arrepentido de esto que he hecho, aquí está precisamente el Señor que llama, que te hace sentir ganas de ser mejor, las ganas de permanecer más cerca de los demás, de Dios. Si tú sientes esto, detente. Allí está el Señor. Y ve a rezar, tal vez a la Confesión. A limpiar un poco el orujo. Eso hace bien. Pero acuérdate bien, si tú sientes esas ganas de mejorar, es Él quien llama. No lo dejes pasar.
Presencia silenciosa de San José
En el misterio de la Navidad, junto a María está la silenciosa presencia de San José, tal como es representada en todo pesebre, también en el que pueden admirar aquí, en la Plaza de San Pedro.
Jesús se ha hecho nuestro hermano por amor
El ejemplo de María y de José es para todos nosotros una invitación a recibir acoger, con total apertura del alma a Jesús, que por amor se ha hecho nuestro hermano.
El don precioso de la Navidad es la paz
Él viene a traer al mundo el don de la paz: «En la tierra, paz a los hombres que él ama» (Lc 2, 14), como anunciaron a coro los ángeles a los pastores. El don precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra paz verdadera. Y Cristo llama a nuestros corazones para darnos la paz. La paz del alma. Abramos las puertas a Cristo.
Nos encomendamos a la intercesión de nuestra Madre y de San José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad, dispuestos a acoger al Salvador, el Dios-con-nosotros.
Palabras del Papa después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
Saludo a todos ustedes, fieles romanos y peregrinos venidos de varios países; a las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones.
En particular, saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, la Comunidad Papa Juan XXIII y a los scout AGESCI de Tor Sapienza (Roma).
No olvidar: el Señor pasa, y si tu sientes el deseo de mejorar, de ser más bueno, es el Señor, que golpea a tu puerta. En esta Navidad, el Señor pasa.
Les deseo a todos un buen domingo y una Navidad de esperanza, con las puertas abiertas al Señor, una Navidad de alegría y de fraternidad.
No se olviden por favor, de rezar por mí. Buen almuerzo. ¡Hasta pronto!