El Padre nos ha dado todo lo más grande y precioso que podía darnos. Es el amor más alto y más puro, porque no tiene como motivación ninguna necesidad, no está condicionado por ningún cálculo, no se siente atraído por ningún interés de intercambio
(Jesús Bastante).- Viento y frío en una plaza de San Pedro absolutamente abarrotada, Para acompañar al Papa Francisco, quien bendijo a los fieles junto a dos de los sacerdotes ordenados esta misma mañana. Con un recuerdo a las víctimas de la tragedia de Nepal y un llamamiento a los «que tienen una misión de guía en la Iglesia -sacerdotes, obispos, papas…» que «están obligados a no mantener la actitud del manager, sino la del siervo«.
Al comienzo de sus palabras, el Papa animó a «volver a descubrir con asombro que Jesús es el buen Pastor, el que ofrece la vida por las ovejas«, el mismo que «obedeciendo voluntariamente a la voluntad del Padre, se ha inmolado en la cruz».
Jesús, continuó Francisco, nos recuerda «qué significa ser el buen pastor: ha dado la vida, ha ofrecido su vida en sacrificio por cadas uno de nosotros, por ti, por ti, por mi, por todos… Cristo es el pastor verdadero, dispone libremente de la propia vida. Ninguno se la quita: él la da en favor de sus ovejas, en abierta oposición a los falsos pastores».
Porque «Jesús se presenta como el pastor del pueblo» frente al «falso pastor que piensa en sí mismo y explota a las ovejas». Porque, «a diferencia del mercenario, Cristo participa en la vida de su grey, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, nutrir y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el del sacrificio de la propia vida».
«En la figura de Jesús, buen pastor, contemplamos la providencia de Dios, su solicitud paterna por cada uno de nosotros», señaló Bergoglio. «No nos deja solos. La consecuencia de esta contemplación es la exclamación de un asombro: Ved que amor tan grande nos ha mostrado el Padre».
«El Padre nos ha dado todo lo más grande y precioso que podía darnos. Es el amor más alto y más puro, porque no tiene como motivación ninguna necesidad, no está condicionado por ningún cálculo, no se siente atraído por ningún interés de intercambio. Experimentamos una alegría inmensa, y nos abrimos al reconocimiento por lo que hemos recibido gratuitamente», añadió.
Al tiempo, reclamó a «cuantos tienen la misión de guía en la Iglesia: sacerdotes, obispos, Papas…. están obligados no a mantener la actitud del manager, sino la del siervo, que despojándose de sí mismo nos lleva a dar la vida por los otros«.
El Papa, que se hizo acompañar de dos nuevos sacerdotes, también quiso expresar «mi cercanía a los pueblos golpeados por el fuerte terremoto de Nepal y países limítrofes». «Rezo por las víctimas -continuó el Papa, interrumpido por un atronador aplauso en San Pedro-, por los heridos y por todos aquellos que sufren a causa de esta calamidad. Que tengan el apoyo de la solidaridad fraterna».
Antes de despedirse, el Papa tuvo un nuevo recuerdo a Juan Pablo II, pidiendo a los presentes «abrid las puertas a Cristo, como decía con esa voz santa que tenía«.