Porque habéis heredado una autoridad en el pueblo de Dios con la minoridad, con la fraternidad, con la mansedumbre, con la humildad, con la pobreza. Por favor ¡conservadla! ¡No la perdáis! El pueblo os ama
(VIS).- «Vuestro claustro sigue siendo el mundo entero«. El Papa Francisco ha recibido esta mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostolico a los participantes en el Capítulo General de la Orden de los Frailes Menores, dedicado esta vez a dos características claves de su identidad: la minoridad y la fraternidad.
En el discurso que les dirigió, el Santo Padre señaló que la minoridad »nos llama a ser y a sentirnos pequeños ante Dios, confiándonos totalmente a su infinita misericordia. La perspectiva de la misericordia es incomprensible para aquellos que no se ven como «menores», es decir, pequeños, necesitados y pecadores ante Dios. Cuantos más somos conscientes de ello, más cerca estamos de la salvación, cuanto más estamos convencidos de que somos pecadores, más estamos dispuestos a ser salvados… Minoridad también significa salir de nosotros mismos, de nuestros esquemas y puntos de vista personales; significa ir más allá de las estructuras – que también son útiles si se usan sabiamente – más allá de los hábitos y las certezas, para testimoniar una cercanía concreta a los pobres, a los necesitados, a los marginados, en una actitud auténtica de compartición y de servicio».
De igual modo la dimensión de la fraternidad es esencial para dar testimonio del Evangelio. »En la Iglesia primitiva -recordó – los cristianos vivían de tal forma la comunión fraterna… que las personas se sorprendían al verlos tan unidos en el amor, tan disponibles para el don y el perdón mutuo… Vuestra familia religiosa está llamada a manifestar esta fraternidad concreta, recuperando recíprocamente la confianza en las relaciones interpersonales, para que el mundo vea y crea, reconociendo que el amor de Cristo cura las heridas y hace de todos una cosa sola».
Francisco, desde esta perspectiva, invitó a los franciscanos a ser portadores de misericordia, reconciliación y paz, obedeciendo al carisma que hace de ellos una congregación »en salida», ya desde sus orígenes. »Se narra -dijo – que cuando pidieron a los primeros hermanos que mostrasen su claustro, subieron a una colina y señalando toda la tierra hasta donde llegaba la mirada dijeron: ‘Este es nuestro claustro’.
Queridos hermanos, id todavía hoy en este claustro, que es el mundo entero, empujados por el amor de Cristo, como os invita a hacer San Francisco… cuando dice: »…Exhorto a mis hermanos en el Señor Jesucristo que, cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan con palabras ni juzguen a los otros; sino sean apacibles, pacíficos y moderados, mansos y humildes, hablando a todos honestamente, como conviene…En cualquier casa en que entren, primero digan: Paz a esta casa Y… séales lícito comer de todos los manjares que les ofrezcan».
La exhortación de San Francisco, subrayó el Pontífice, es de gran actualidad. »Es profecía de fraternidad y minoridad también para el mundo de hoy. ¡Que importante es vivir una existencia cristiana y religiosa sin perderse en disputas y chismes, cultivando un diálogo sereno con todos… con medios pobres, anunciando la paz y viviendo sobriamente, contentos con lo que nos ofrecen! Requiere un empeño decidido en la transparencia, en el empleo ético y solidario de los bienes, con un estilo de sobriedad y despojamiento. En cambio, si estáis apegado a los bienes y riquezas del mundo, y depositáis en ellos vuestra seguridad, el Señor mismo os despojará de este espíritu de mundanidad para preservar el valioso patrimonio de minoridad y pobreza al que os llamó por medio de San Francisco. O sois libremente pobres y menores o acabaréis despojados».
»El Espíritu Santo es el animador de la vida religiosa -continuó- Cuando las personas consagradas viven dejándose iluminar y guiar por el Espíritu, descubren en esta visión sobrenatural el secreto de su fraternidad, la inspiración de su servicio a los hermanos, el poder de su presencia profética en la Iglesia y en el mundo…La luz y la fuerza del Espíritu os ayudarán también a enfrentar los desafíos que se os presentan, en particular la disminución numérica, el envejecimiento y la escasez de nuevas vocaciones».
»El pueblo de Dios os ama» exclamó Francisco y contó que una vez el cardenal Quarracino le dijo: »En nuestras ciudades hay personas algo »comecuras» y cuando pasa un sacerdote le dicen alguna que otra cosa. Por ejemplo, en Argentina, les llaman »cuervos»…»Pero nunca, nunca, me contaba Quarracino -añadió- dicen algo cuando ven a un franciscano con el hábito ¿Por qué?. Porque habéis heredado una autoridad en el pueblo de Dios con la minoridad, con la fraternidad, con la mansedumbre, con la humildad, con la pobreza. Por favor ¡conservadla! ¡No la perdáis! El pueblo os ama».