Antonio Aradillas

El Papa Francisco se divorcia

"Los testimonios llenan enciclopedias de escándalos religiosos"

El Papa Francisco se divorcia
Antonio Aradillas, columnista

La Iglesia casa, insta y estimula la celebración del matrimonio, pero después dificulta el reconocimiento de su disolución

(Antonio Aradillas).- Con palabras, hasta hace bien poco tiempo inauditamente eclesiásticas, procedentes de sus más altas instancias jerárquicas, el Papa Francisco repite una y otra vez lo siguiente: «Los divorciados que han vuelto a casarse, no están excomulgados. Forman parte de la Iglesia. Y así deben ser tratados. Es importante que sientan la Iglesia como «madre», siempre dispuesta a la escucha y al encuentro. Ella – la Iglesia- está llamada a ser de por vida, y también para ellos, la casa abierta del Padre».

En vísperas de las celebraciones sinodales relacionadas con el tema, y con el esfuerzo pastoral de que en la mente del Papa primará salvadoramente la idea de las «Asambleas de las Chozas de Paja» inventadas por su homónimo el de Asís, aliento la esperanza de que podrán ser de provecho las siguientes sugerencias:

. Por fin da la impresión evangélica de que va en serio finiquitar la tremenda injusticia que significaba, y significa, la consecución del reconocimiento de la nulidad canónica -«divorcio encubierto»-, asequible a los ricos en medios económicos y en cultura, mientras que en la práctica, al resto del pueblo de Dios le resultaba imposible tal consecución. Los testimonios llenan enciclopedias de escándalos «religiosos» y sociales, con desdichadas consecuencias para la institución eclesiástica en sus diversas esferas.

. Enemistado a perpetuidad el Código de Derecho Canónico con realidades tales como las relativas a la sexualidad, sólo por el hecho de la preceptiva circunstancial asepsia de sus legisladores al santo sacramento del matrimonio, vigente la ley del celibato obligatorio, son explicables argumentos, dictámenes y sentencias, no pocas de ellas carentes de sentido común y, por supuesto, también de evangelio. Un mínimo de sensibilidad, de praxis y conocimientos antropológicos, prestándoles oídos a la razón, al humor y a la gramática del asentimiento y de la gratitud, se hace indispensable para dictaminar sentencias, y más «en el nombre de Dios», que es como oficialmente se inicia la redacción de las mismas.

. Si a tal situación se le añaden, como es preceptivo, las corrupciones – corruptelas administrativas inherentes -por aquello de las «debilidades humanas» y de que «ganan tan poco los funcionarios»-, el daño causado a la comunidad eclesial, y a la sociedad general en España en tiempos anti o pre divorcistas, rebasan los límites de la ponderación y hasta del temor a Dios y a los hombres… Yo soy el primero en lamentar denuncia tan grave.

. Precisamente en tiempos familiares, sociales y personales tan difíciles en los que viven los protagonistas de las rupturas matrimoniales después de haber afrontado a veces toda clase de esfuerzos por salvar su institución sacramental, intérpretes «oficiales» y al pie de la letra del contenido de la fe, deciden negarles los sacramentos de la confesión y de la comunión a los feligreses que «vivan en público concubinato», arrojando sobre ellos el sambenito de la marginación y de la condenación en esta vida y en la otra…

. La Iglesia casa, insta y estimula a la celebración religiosa del matrimonio, con frivolidad y sin la catequesis y adoctrinamiento propios de las responsabilidades que su nueva condición les supone y les exige a los contrayentes. Esto no obstante, y cuando la convivencia matrimonial se hizo imposible e intransitable, con diagnósticos psicológicos, sociológicos y hasta religiosos de verdad, la misma Iglesia dificulta el reconocimiento público de su disolución con delectación, impudicia e inmisericordia, con el consiguiente escándalo para propios y extraños.

. El Papa Francisco vuelve a testimoniar su condición de padre y de hermano, encarnado en las realidades humanas y divinas, siendo todavía intérprete de los códigos que los divorciados, vueltos a casarse, manifestándoles que no están excomulgados, que forman parte de la Iglesia, tal vez o mismo o más que los otros, que también para ellos la Iglesia es madre, lo que demanda un trato de hijos, con todas sus felices consecuencias de encuentros, con anchas y abiertas posibilidades de participación en las determinaciones que se adopten, siempre al servicio de la comunidad.

. Dentro y fuera del clero sobran hipocresías canónicas que contradicen la verdad de los evangelios en su propia condición y esencia, fomentadas algunas de ellas por afanes de sacramentalizarlo todo, o casi todo, aunque ello comporte su segura profanación y descrédito. A la Iglesia, y más a la institucionalizada y burocrática, le falta evangelio, con explícita referencia a la versión trovadora del «loco pañero de Asís» de la cortesía, manadero de la gracia de Dios, cuya única e ínclita posesión como fraile es su arpa.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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