Esta semana, durante un instante, preguntaros de nuevo: ¿Quién es Jesús para mí?
(José M. Vidal).- Penúltimo ángelus del ferragosto romano. Desde la cátedra de la ventana, Francisco invita a los presentes a preguntarse (en silencio allí mismo y durante la semana): «¿Quién es Jesús para mí?». En los saludos, el Papa deplora la reactivación del conflicto ucraniano y pide que «el Señor conceda la paz a Ucrania, que mañana celebra su fiesta nacional».
Algunas frases del Papa
«Discurso de Jesús sobre el pan de vida»
«Sus palabras suscitaron indignación en la gente»
«Algunos esperaban un Jesús cuya misión tuviese éxito rápido»
«Ni siquiera los discípulos aceptan ese mensaje»
«Las palabras de Jesús nos ponen en crisis ante la mundanidad»
«Jesús ofrece la clave, hecha de tres elementos: su origen divino, sus palabras se pueden entender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, la auténtica causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe»
«La fidelidad a Dios es cuestión de fidelidad a la persoan de Jesús»
«Todo lo que hay en el mundo no sacia nuestra sed de infinito»
«Creer en Jesús es convertirlo en el centro de nuestra vida»
«Cristo no es un elemento accesorio»
«¿Quién es Jesús para mí? ¿Un hombre, una idea, sólo un personaje histórico o la persona que me ama y que dió la vida por mí?»
«¿Quién es Jesús para tí?»
«¿Lees un pasaje del Evangeloo todos los días para concerlo?»
«¿Llevas los Evangelio en el bolsillo, para leerlo en cualquier parte?»
«Un instante de silencio y cada uno de nosotros, en silencio, responda en su corazón: ¿Quién es Jesús para mí?»
Saludos después del ángelus
«Con preocupación, sigo el conflicto en Ucrania oriental, nuevamente activado. Renuevo mi llamamiento, para llegar a la paz, con la ayuda de las personas de buena voluntad. Que el Señor conceda la paz a Ucrania que mañana celebra su fiesta nacional»
«Saludos a los peregirnos romanos y a los provenientes de diversos países»
«Esta semana, durante un instante, preguntaros de nuevo: ¿Quién es Jesús para mí?»
«Buen domingo y no os olvidéis de rezar por mí. Buen apetito».
Texto completo de las palabras del Papa antes del rezo del Ángelus
«Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Concluye hoy la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan, con las palabras sobre el ¡Pan de la vida’, pronunciadas por Jesús, al día siguiente del milagro de la multiplicación de los panes y peces.
Al final de su sermón, el gran entusiasmo del día anterior se apagó, porque Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daba su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo así claramente al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la gente, que las juzgó indignas del Mesías, no ‘exitosas’
Algunos miraban a Jesús como a un Mesías que debía hablar y actuar de modo que su misión tuviera éxito, ¡enseguida!
¡Pero, precisamente sobre esto se equivocaban: sobre el modo de entender la misión del Mesías!
Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje, lenguaje inquietante del Maestro. Y el pasaje de hoy cuenta su malestar: «¡Es duro este lenguaje! – decían – ¿Quién puede escucharlo?». (Jn 6,60)
En realidad, ellos entendieron bien las palabras de Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un leguaje que pone en crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos ponen en crisis; en crisis por ejemplo, ante el espíritu del mundo, a la mundanidad. Pero Jesús ofrece la clave para superar la dificultad; una clave hecha con tres elemento. Primero, su origen divino: él ha bajado del cielo y subirá allí donde estaba antes (62).
Segundo, sus palabras se pueden comprender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, Aquel que «da la vida» (n. 63). Y es precisamente el Espíritu Santo el que hace comprender bien a Jesús.
Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe: «hay entre ustedes algunos que no creen». (64), dice Jesús. En efecto, desde ese momento, «muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo». (n. 66) Ante estas defecciones, Jesús no hace descuentos y no atenúa sus palabras, aún más obliga a realizar una opción precisa: o estar con Él o separarse de Él, y dice a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». (n. 67)
Entonces, Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros Apóstoles: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. (n. 68) No dice: ‘¿dónde iremos?’, sino ‘¿a quién iremos?’. El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. De esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es cuestión de fidelidad a una persona, con la cual nos enlazamos para caminar juntos por el mismo camino. Y esta persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna!
Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida. Cristo no es un elemento accesorio: es el ‘pan vivo’, el alimento indispensable. Ligarse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino.
Cada uno de nosotros puede preguntarse, ahora: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Es un nombre, una idea, es un personaje histórico solamente? O es verdaderamente aquella persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo. ¿Para ti quién es Jesús? ¿Intentas conocerlo en su palabra? ¿Lees el Evangelio todos los días, un pasaje, del Evangelio para conocer a Jesús? ¿Llevas el Evangelio todos los días, en la bolsa, para leerlo, en todas partes? Porque cuanto más estamos con Él, más crece el anhelo de permanecer con él. Ahora les pediré amablemente, hagamos un momentito de silencio y cada uno de nosotros en silencio, en su corazón, se pregunte: ¿quién es Jesús para mí? En silencio, cada uno responda, en su corazón: ¿quién es Jesús para mí?
Que la Virgen María nos ayude a ‘ir’ siempre a donde Jesús, para experimentar la libertad que Él nos ofrece, y que nos consiente limpiar nuestras opciones de las incrustaciones mundanas y de los miedos.»