Un camino incómodo, que no es el del éxito, de la gloria pasajera, sino el que conduce a la verdadera libertad, la que nos libera del egoísmo y del pecado
(Jesús Bastante).- «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga». La petición de Jesús fue el eje del Angelus que presidió este mediodía el Papa Francisco ante una multitud, mayor que otros domingos. Una jornada en la que Bergoglio recordó que «seguir a Jesús significa tomar la propia cruz, que todos tenemos, para acompañarlo en su camino«, un camino que es «incómodo» pero que «conduce a la verdadera libertad».
El Papa arrancó su reflexión con la pregunta de Jesús a sus discípulos. «¿Quién dice la gente que soy yo?«. Y es que «la gente apreciaba a Jesús, lo consideraba un enviado de Dios, pero no lograban reconocerlo como el Mesías esperado». Por ello, Jesús pregunta directamente a los apóstoles: «¿Y vosotros quién decís que soy yo?». Para Francisco, «ésta es la pregunta más importante, pues se dirige directamente a los que lo han seguido, para verificar su fe».
«Tú eres el Cristo, el Mesías», responde Pedro, y señala el Papa, «Jesús permanece impresionado por la fe de Pedro, y entonces revela abiertamente a los discípulos que en Jerusalén el Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser ejecutado y resucitar al Tercer día».
¿Cuál es la reacción de sus amigos? «El mismo Pedro está escandalizado, lo llama aparte y lo amonesta. ¿Cómo reacciona a Jesús? A su vez amonesta a Pedro. Quítate de mi vista, Satanás., ¡le dice Satanás!, porque piensas como los hombres y no como Dios», aclaró el Santo Padre.
Y es que, señaló Bergoglio, «Jesús se da cuenta que en Pedro, como en cada discípulo, o en nosotros, a la gracia del Padre se opone la tentación del Maligno, que quiere apartarnos de la voluntad de Dios, anunciando que tendrá que sufrir y ser condenado a muerte».
«Jesús quiere hacer comprender que él es un Mesías humilde y servidor. Es el siervo obediente a la palabra y la voluntad del Padre, hasta el sacrificio completo de la propia vida», apuntó el Papa, que incide cómo entonces, «dirigiéndose a toda la multitud, declara que quien quiera ser su discípulo debe aceptar ser siervo, como él…. El que quiera venir conmigo, que se reniegue consigo mismo, que cargue con su cruz y me siga«.
«Seguir a Jesús significa tomar la propia cruz. Todos la tenemos -añadió Francisco-. Para acompañarlo en su camino. Un camino incómodo, que no es el del éxito, de la gloria pasajera, sino el que conduce a la verdadera libertad, la que nos libera del egoísmo y del pecado. Se trata de mostrar un neto rechazo de la mentalidad mundana que pone al propio «yo» y nuestros intereses al centro de la existencia. Esto no es lo que Jesús quiere de nosotros Jesús nos invita a perder la propia vida por el Evangelio, para recibirla renovada, recibida y auténtica. Gracias a Jesús este camino conduce a la Resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios. Decidir seguirle a él, que se ha hecho siervo de todos, exige caminar detrás de él, y escucharlo atentamente en su palabra y en los sacramentos».
En los saludos posteriores, el Papa recordó la beatificación, en Sudáfrica, de Benedicto Daswa, «un padre de familia, asesinado en 1990, apenas hace 25 años. Fue asesinado por su fidelidad al Evangelio. En su vida demostró siempre una gran coherencia, asumiendo valientemente actitudes cristianas y rechazando costumbres mundanas y paganas».
«Que su testimonio ayude especialmente a las familias a difundir la verdad y la caridad de cristo. Su testimonio se une al testimonio de tantos hermanos y hermanas nuestros, jóvenes, ancianos, chicos, niños, perseguidos, muertos por confesar a Jesucristo», continuó. » A todos estos mártires agradecemos su testimonio y les pedimos que intercedan por nosotros».
Texto del Ángelus
« ¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús que en camino hacia Cesarea de Filipo, interroga a los discípulos: «¿Quien dice la gente que soy yo? Estos responden que algunos lo consideran Juan el Bautista resucitado, otros Elías o uno de los grandes profetas. La gente apreciaba a Jesús, lo consideraba un ‘enviado de Dios’, pero no lograba aún a reconocerlo como el Mesías anunciado y esperado. Y Jesús pregunta nuevamente ‘¿Y ustedes quien dicen que soy yo?’.
Esta es la pregunta más importante con la cual Jesús se dirige directamente a aquellos que lo han seguido, para verificar la propia fe. Pedro en nombre de todos exclama de manera espontánea: ‘Tu eres el Cristo’.
Jesús queda impresionado con la fe de Pedro, reconoce que ésta es fruto de una gracia especial de Dios Padre. Y entonces revela abiertamente a los discípulos lo que le espera en Jerusalén, o sea que ‘El Hijo del hombre deberá sufrir mucho… ser asesinado y después de tres días resucitar’.
El mismo Pedro que ha apenas profesado su fe en Jesús como el Mesías, se escandaliza de estas palabras. Llama aparte al Maestro y le reta atención.
¿Y cómo reacciona Jesús? A su vez le llama la atención a Pedro por ésto, con palabras muy severas. ‘¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás!, –le dice Satanás– porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres’.
Jesús se da cuenta que en Pedro, como en los otros discípulos –y en cada uno de nosotros– a la gracia del Padre se opone la tentación del maligno, que quiere distraerlo de la voluntad de Dios.
Anunciando que tendrá que sufrir y ser condenado a muerte para después resucitar, Jesús quiere hacerle entender a quienes los siguen que Él es un Mesías humilde y servidor. Es el Siervo obediente a la voluntad del Padre, hasta el sacrificio completo de la propia vida.
Por esto dirigiéndose a la toda la multitud que allí estaba, declara que quien quiere ser su discípulo tiene que aceptar ser siervo, como Él se ha hecho siervo, y advierte: ‘Si alguien quiere venir atrás de mi, reniegue a sí mismo, tome su cruz y me siga’.
Ponerse en el camino de Jesús significa tomar la propia cruz –todos la tenemos– para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del éxito o de la gloria terrenal, sino el que lleva a la verdadera libertad, la libertad del egoísmo, del pecado.
Se trata de operar un neto rechazo de aquella mentalidad mundana que pone el propio yo y los propios intereses en el centro de la existencia. No esto no es lo que Jesús quiere de nosotros. En cambio nos invita a perder la propia vida por Cristo y el evangelio, para recibirla renovada y auténtica.
Podemos estar seguros, gracias a Jesús, que este camino lleva a la resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios. Decidir seguir a nuestro Maestro y Señor que se ha hecho siervo de todos, exige una unión fuerte con Él, escuchar con atención y asiduidad su palabra, –hay que acordarse de leer todos los días un pasaje del evangelio– y en los sacramentos.
Hay jóvenes aquí en la plaza, yo les pregunto solamente: ¿han sentido el deseo de seguir a Jesús más de cerca? Piénsenlo, recen y dejen que el Señor les hable.
La Virgen María que ha seguido a Jesús hasta el Calvario, nos ayude a purificar siempre nuestra fe de las falsas imágenes de Dios, para adherir plenamente a Cristo y a su evangelio.