Ahora estoy pensando en muchos niños muertos de hambre, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados. Es doloroso ver las imágenes de niños infelices, con la mirada perdida, que escapan de la pobreza y de los conflictos
(Jesús Bastante).- Como sucediera anoche, durante la vigilia de oración, la plaza de San Pedro estaba llena este mediodía para escuchar el Angelus papal, después de la misa de apertura del Sínodo de la Familia. Como en las grandes ocasiones, cuando el Espíritu sopla y se avecinan cambios. Francisco no perdió la ocasión para pedir a los fieles que se implicasen y que rezasen para que «el Espíritu Santo haga a los padres sinodales plenamente dólices a sus indicaciones«.
La acogida, la apertura al diferente, la comprensión, la misericordia, volvieron a ser las claves de la reflexión previa al rezo del Angelus. Así, Francisco, haciendo especial referencia a la crisis migratoria -de la que parece que nadie habla ya- reclamó que «no seamos una sociedad-fortaleza, sino sociedad-familia, capaces de acoger, con reglas adecuadas, pero acoger».
«Tendremos la mirada fija en Jesús para individualizar, sobre la base de su enseñanza de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un compromiso adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias», recalcó el Papa, refiriéndose a la tarea que le espera a los padres sinodales durante la próximas tres semanas.La reflexión papal giró en torno al libro del Génesis sobre «la complementariedad y reciprocidad entre hombre y mujer».
«Los dos se convierten en una sola carne, es decir, en una sola vida, una sola existencia«, incidió Francisco. «En tal unidad, los cónyuges transmiten la vida a nuevos seres humanos, se convierten en padres, participan de la potencia creadora de Dios mismo».
El amor que tienen los esposos discurre «a través de alegrías y dolores, momentos serenos y difíciles. Es el amor que suscita el deseo de generar los hijos, de atenderlos, acogerlos, educarlos, criarlos…. Es el mismo amor que en el evangelio de hoy Jesús manifiesta a los niños: Dejad que los niños se acerquen a mí. No se lo impidáis«, clamó el Papa, quien pidió por «todos los padres y educadores del mundo, así como por toda la sociedad», para que «se vuelvan instrumentos de aquella acogida y de aquel amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños».
«Ahora estoy pensando en muchos niños muertos de hambre, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados. Es doloroso ver las imágenes de niños infelices, con la mirada perdida, que escapan de la pobreza y de los conflictos», señaló el Papa. Unos ojos que «golpean a nuestras fuerzas y corazones implorando ayuda«.
En los saludos posteriores, el Papa recordó la beatificación de Pío Heredia y 17 compañeros y compañeras cistercienses, beatificados ayer en Santander, a los que calificó de «valientes testigos de la fe», y pidió oraciones por las víctimas del alud que destruyó varias aldeas en Guatemala. También tuvo un especial recuerdo para todos los Francisco -hoy es el santo del Papa- en su día, que también es el del patrón de Italia.
Texto completo de la reflexión del Papa a la hora del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Se ha concluido hace poco, en la Basílica de San Pedro, la celebración eucarística con la cual hemos dado comienzo la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Los Padres Sinodales, provenientes de todas partes del mundo y reunidos en torno al Sucesor de Pedro, reflexionarán por tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, para un atento discernimiento espiritual y pastoral. Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, sobre la base de su enseñanza de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un compromiso adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias, para que el designio originario del Creador sobre el hombre y la mujer pueda llevarse a cabo y obrar en toda su belleza y su fuerza en el mundo de hoy.
La liturgia de este domingo vuelve a proponer precisamente el texto fundamental del Libro del Génesis sobre la complementariedad y reciprocidad entre hombre y mujer (crf. Gen 2,18-24). Por esto – dice la Biblia – el hombre deja su padre y su madre y se une a su mujer y los dos se transforman en una sola carne, es decir, una sola vida, una sola existencia (cfr. v 24). En tal unidad los cónyuges transmiten la vida a los nuevos seres humanos: se transforman en padres. Participan de la potencia creadora de Dios mismo. Pero ¡atención! Dios es amor que viene donado a los esposos en el Sacramento del matrimonio. Es el amor que alimenta su relación, a través de alegrías y dolores, momentos serenos y difíciles. Es el amor que suscita el deseo de generar hijos, de esperarlos, acogerlos, criarlos, educarlos . Es el mismo amor que, en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino del Cielo pertenece a los que son como ellos» (Mc 10,14).
Hoy pidamos al Señor que todos los padres y los educadores del mundo, como así también la entera sociedad, se vuelvan instrumentos de aquella acogida y de aquel amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños. Él mira en sus corazones con la ternura y la diligencia de un padre y al mismo tiempo, de una madre. Pienso – ahora pienso – en tantos niños hambrientos, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados. Es doloroso ver las imágenes de niños infelices, con la mirada perdida, que escapan de pobreza y conflictos, golpean a nuestras puertas y a nuestros corazones implorando ayuda. El señor nos ayude a no ser sociedad-fortaleza, sino sociedad-familia, capaces de acoger, con reglas adecuadas, pero acoger, acoger siempre, con amor.
Los invito a sostener con la oración los trabajos del Sínodo, para que el Espíritu Santo vuelva a los padres sinodales plenamente dóciles a sus inspiraciones. Invoquemos la materna intercesión de la Virgen María, uniéndonos espiritualmente a cuantos, en este momento, en el Santuario de Pompeya recitan la «Súplica a la Virgen del Rosario».
Saludos del Papa después de la oración mariana
Queridos hermanos y hermanas,
ayer, en Santander, en España, han sido proclamados Beatos Pio Heredia y diecisiete compañeros y compañeras del Orden Cisterciense de la Estricta Observancia y de San Bernardo, asesinados por su fe durante la guerra civil española y la persecución religiosa de los años treinta del siglo pasado. Alabemos al Señor por sus valientes testimonios, y por su intercesión, supliquémosle que libere al mundo del flagelo de la guerra.
Deseo dirigir una oración al Señor por las víctimas del desmoronamiento que ha arrasado un entero poblado en Guatemala, como también por aquellas del aluvión en Francia, en la Costa Azul. Estamos cercanos a las poblaciones golpeadas duramente, también con la solidaridad concreta.
Agradezco a todos ustedes que han venido numerosos de Roma, de Italia y de tantas partes del mundo. Saludos a los fieles de la Arquidiócesis de Paderborn (Alemania), a aquellos de Porto (Portugal), y al grupo del colegio Mekhitarista en Roma.
En el día de san Francisco de Asís, patrono de Italia, saludo con particular afecto a los peregrinos italianos, en particular, a los fieles de Reggio Calabria, Bollate, Mozzanica, Castano Primo, Nule e Parabita. Saludo a los chicos de Belvedere di Spinello y a la Asociación de los derechos de los peatones de Roma y de Lazio.
¡A todos les deseo un buen domingo! Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!