Se trata de la divulgación de noticias y documentos, de por sí reservados y por lo tanto ilegal, que por ese motivo, es perseguida penalmente
(Vis).-Publicamos a continuación las reflexiones del Padre Federico Lombardi SJ, Director de la Oficina de Prensa en torno a un nuevo capítulo de las discusiones sobre los temas económicos de la Santa Sede. »La publicación de dos libros que tratan de las instituciones y las actividades económicas y financieras del Vaticano es objeto de curiosidad y de muchos comentarios. Hacemos algunas observaciones.
Como es sabido, buena parte de lo que se ha publicado es el resultado de una divulgación de noticias y documentos, de por sí reservados y por lo tanto ilegal, que por ese motivo, es perseguida penalmente según la decisión de las autoridades competentes del Vaticano. Pero en este momento, no este nuestro argumento, dado que ya es objeto de tanta atención.
Lo que ahora nos interesa es más bien reflexionar sobre el contenido de lo divulgado. Se puede decir que por la mayor parte se trata de información ya conocida, aunque a menudo con menos amplitud y detalle, pero sobre todo hay que señalar que la documentación publicada está relacionada en gran parte con la notable recopilación de datos e informaciones puesta en marcha por el Santo Padre en persona para llevar a cabo un análisis y una reflexión acerca de la reforma y la mejora de la situación administrativa del Vaticano y la Santa Sede.
La COSEA (Comisión Referente de Estudio y Guía sobre la Organización de las Estructuras Económico-administrativas de la Santa Sede) de cuyo archivo procede gran parte de la información publicada, fue instituida por el Papa el 18 de julio 2013 para ese fin y disuelta tras el cumplimiento de su encargo.
Por lo tanto, no se trata, en su origen de informaciones obtenidas contra la voluntad del Papa o de los responsables de las distintas instituciones sino, en general, de información obtenida o suministrada con la colaboración de esas mismas instituciones, con el fin de cooperar en un objetivo positivo y común.
Naturalmente, una gran cantidad de información de esta naturaleza debe ser estudiada, entendida e interpretada con cuidado, equilibrio y atención. A menudo, partiendo de los mismos datos, son posibles lecturas diferentes.
Un ejemplo es la situación de la Caja de Pensiones, que ha merecido, en tiempos sucesivos, diversas evaluaciones, desde las que hablan con preocupación de un gran «agujero», a las que proporcionan una lectura tranquilizadora (como resultaba de los Comunicados oficiales publicados con autoridad a través de la Oficina de Prensa de la Santa Sede).
Como es obvio también nos encontramos con la cuestión de los fines y el uso de los bienes que pertenecen a la Santa Sede. Bienes que, analizados en conjunto, parecen ingentes, cuando en realidad tienen el fin de sostener a lo largo del tiempo amplísimas actividades de servicio cuya gestión corre a cargo de la Santa Sede o instituciones con ella relacionadas, tanto en Roma como en las diversas partes del mundo.
El origen de la propiedad de estos bienes es diverso y desde hace tiempo están también disponibles varias herramientas para conocer su historia y su evolución (por ejemplo, estaría bien informarse acerca de los acuerdos económicos entre Italia y la Santa Sede en el marco de los Pactos Lateranenses y de la labor de establecimiento de una administración eficaz, desarrollada por Pío XI con la ayuda de óptimos y expertos colaboradores; una labor reconocida comúnmente como acertada y con visión de futuro, incluso en los aspectos sobre las inversiones en el extranjero y no sólo en Roma o en Italia).
Con respecto al Óbolo de San Pedro, es necesario tener en cuenta que sus usos son diferentes, dependiendo también de las situaciones, a juicio del Santo Padre, a las que se da la ofrenda, con la confianza de los fieles que sostienen su ministerio. Las obras de caridad del Papa para los pobres son indudablemente una de los más importantes, pero desde luego los fieles no tienen la intención de excluir que el Papa pueda evaluar por sí mismo las situaciones de emergencia y el modo de responder a ellas a la luz de su servicio para el bien de la Iglesia universal.
El servicio del Papa incluye también la Curia Romana – como instrumento de su servicio -, sus iniciativas fuera de la diócesis de Roma, la comunicación de su magisterio a los fieles en las diversas partes del mundo, incluidas las más pobres y distantes, el apoyo a 180 misiones diplomáticas pontificias en todo el mundo, que sirven a las Iglesias locales e intervienen como agentes principales para distribuir la caridad del Papa en los distintos países, además de como representantes del Santo Padre en los gobiernos locales. La historia del Óbolo demuestra todo ello con claridad.
En el curso del tiempo estos temas retornan periódicamente, pero son siempre motivo de curiosidad o de polémicas. Habria que tener la seriedad de profundizar en las situaciones y los problemas específicos, para reconocer lo mucho (más de lo que generalmente se diga y silenciado sistemáticamente en la clase de publicaciones de las que estamos hablando) que es completamente justificado y normal y bien administrado (comprendido el pago de los debidos impuestos) y distinguir donde hay problemas que deben corregirse, oscuridades que deben iluminarse, verdaderas irregularidades o ilegalidades que deben eliminarse.
Precisamente a esto está encaminado el trabajo fatigoso y complejo comenzado por impulso del Papa con la institución de COSEA, que ha cumplido desde hace tiempo su tarea, y con las decisiones e iniciativas que están todavía en fase de desarrollo e implementación (y que al menos, por una parte, son fruto de las sugerencias de la COSEA al final de su labor). La reorganización de los dicasterios económicos, el nombramiento del Auditor General, el buen funcionamiento de las instituciones competentes para el control de las actividades económicas y financieras, etc., son una realidad objetiva e incontrovertible.
La publicación a granel de una gran cantidad de información diferente, en gran parte vinculada a una fase de la tarea ya superada, sin la posibilidad necesaria de profundización y evaluación objetiva vez alcanza, en cambio, el resultado – por desgracia en buena parte deseado – de crear la impresión de lo contrario, de un reinado permanente de la confusión, de la falta de transparencia, cuando no de la búsqueda de intereses individuales o incorrectos.
Por supuesto, así no se reconoce en absoluto el valor y el esfuerzo con los que el Papa y sus colaboradores han enfrentado y siguen enfrentando el reto de mejorar el uso de los bienes temporales al servicio de los espirituales. Sin embargo, esto es lo que debería ser más apreciado y alentado en un trabajo correcto de información para responder adecuadamente a las expectativas de la opinión pública y las exigencias de la verdad. El camino de la buena administración, de la corrección y la transparencia, continua y progresa sin incertidumbre. Esta es, evidentemente, la voluntad de Francisco y desde luego no faltan en el Vaticano los que colaboran con ella con plena lealtad y con todas sus fuerzas».