Gracias por animarse a seguir a Jesús. Gracias por cada vez que se sienten pecadores. Gracias por cada caricia de ternura que dan a quien lo necesita. Gracias por todas las veces que ayudaron a morir en paz a tanta gente
(Jesús Bastante).-«Os querría hablar en inglés, pero mi inglés es pobre» se excusó el Papa. «No podría deciros lo que os quiero decir», así que «voy a hablar en español. Gracias por vuestra comprensión». El Papa volvió a hacerlo. Un discurso improvisado, emocionante, que desató risas y lágrimas y en el que reivindicó el servicio en la Iglesia, ante misioneros, religiosos, religiosas y clero keniano, un clero que lucha por llevar el Evangelio y por defender la libertad religiosa frente a los extremismos, y al que las palabras del Papa supusieron un bálsamo para mil y una heridas. Y que, en exclusiva, ofrecemos a continuación.
Cuando se leía la carta de san Pablo, me tocó.
El Señor nos cambia a todos, y él comenzó su obra el día en que nos miró en el Bautismo. Y el día que nos miró después, cuando nos dijo, si tenéis ganas, venid conmigo. Y ahí nos metimos en fila y empezamos el camino. Pero el camino lo empezó Él, no nosotros.
El Evangelio leemos de uno curado, que quiso seguir el camino y Jesús le dijo «no». En el seguimiento de Jesucristo, sea en el sacerdocio, sea en la vida consagrada, se entra por la puerta. La puerta es Cristo. Él llama, él empieza, él va haciendo el trabajo. Hay algunos que quieren entrar por la ventana: no sirve eso. Por favor, si alguno ve que un compañero o compañera entró por la ventana, abrácenlo y explíquenle que mejor que se vaya, y que sirva a Dios en todo lado. Porque nunca va a llevar a término una obra que empezó Jesús por la puerta.
Esto nos tiene que llevar a una conciencia de elegidos. Yo fui mirado, yo fui elegido
Me impresiona el comienzo del capítulo 16 de Ezequiel. Eras hijo de extranjero, estabas recién nacido y tirado, yo pasé, te limpié y te llevé conmigo. Ése es el camino, esa es la obra que el Señor comenzó cuando los miró.
Hay algunos que no saben para qué los llama Dios. Pero sienten que Dios los llamó. Vayan tranquilos, Él les hará comprender para qué los llamó.
Hay otros que quieren seguir al Señor, pero por interés. Acordémonos de la mama de Santiago y Juan: «Señor, te quiero pedir que cuando partas la torta le dés la parte más grande a mis dos hijos, uno a la derecha y otra a la izquierda». Es la tentación de seguir a Jesús por ambición. Ambición de dinero, de poder. Todos podemos decir cuándo yo empecé a seguir a Jesús ni se me ocurrió eso. Pero a otros se les ocurrió. Y poco a poco te lo sembraron en el corazón como una cizaña. En la vida del seguimiento de Jesús no hay lugar para la ambición, ni para las riquezas, ni para ser una persona importante en el mundo: a Jesús se le sigue hasta el último paso de su vida terrena, la cruz.
Después él se encarga de resucitarte, pero hasta ahí, anda vos.
Esto se lo digo en serio: porque la Iglesia no es una empresa, no es una ONG. La Iglesia es un misterio, el misterio de la mirada de Jesús sobre cada uno, que le dice: Vení. ¿Queda claro? El que llama es Jesús; se entra por la puerta, no por la ventana; y se sigue el camino de Jesús.
Evidentemente, Jesús cuando nos elige no nos canoniza, seguimos siendo los mismos pecadores. Yo les pediría, por favor, si hay acá algún sacerdote o alguna religiosa o religioso que no se sienta pecador, que levante la mano. Todos somos pecadores, yo el primero, después ustedes. Pero nos lleva adelante la ternura y el amor de Jesús.
El que empezó el amor de Jesús es el que nos lleva adelante. ¿Ustedes se acuerdan en el Evangelio cuando lloró el apóstol Santiago? ¿Se acuerda alguno? No ¿y cuándo lloró el apóstol Juan o algún otro apóstol? Uno solo, nos dice el Evangelio que lloró. El que se dio cuenta que era pecador. Tan pecador era que había traicionado a su Señor. Y cuando se dio cuenta de eso lloró. Después Jesús lo hizo Papa, ¿quién entiende a Jesús? Un misterio.
Nunca dejen de llorar. Cuando a un sacerdote, a un religioso o religiosa se le secan las lágrimas, algo no funciona. Llorar por la propia infidelidad, por el dolor del mundo, llorar por la gente que está descartada, por los viejitos abandonados, por los niños asesinados, por las cosas que no entendemos. Llorar cuando nos preguntan por qué. Ninguno de nosotros tiene todas las respuestas a los por qué.
Hay un autor ruso que se preguntaba por qué sufren los niños. Cada vez que yo saludo a un niño con cáncer, con tumor, con una enfermedad rara que se llaman ahora, pregunto ¿por qué? Y yo no tengo respuesta para esto. Solamente miro a Jesús en la cruz.
Hay situaciones en la vida que solo nos llevan a llorar mirando a Jeús en la cruz. Y esa es la única respuesta para ciertas injusticias, para ciertos dolores, para ciertas dificultades en la vida. San Pablo les decía a sus discípulos: acordáte de Jesucristo crucificado, cuando un consagrado o consagrada, un sacerdote, se olvida de Cristo crucificado… pobrecito, cayó en un pecado muy feo. Un pecado que le da asco a Dios, que le hace vomitar. El pecado de la tibieza.
Queridos sacerdotes, hermanos y hermanas: cuiden de no caer en el pecado de la tibieza.
Y bueno, y qué otra cosa les puedo decir de mi corazón a ustedes. Que nunca se alejen de Jesús. Esto quiere decir que nunca dejen de orar. Padre, pero a veces es tan aburrido orar… Uno se cansa, se duerme. ¡Dormíte delante del Señor! Es una manera de rezar, pero quedáte ahí, delante del Señor.
Si un consagrado deja la oración, el alma se seca, como esos higos secos. Son feos, tienen una apariencia fea. El alma de un religioso o un sacerdote que no reza es un alma fea. Perdón, pero es así. Les dejo esta pregunta: ¿Yo le quito tiempo al sueño? A la radio, a las televisiones, a las revistas, ¿para rezar? ¿O prefiero lo otro? Ponerse delante de aquél que empezó la obra y la está terminando en cada uno de ustedes.
La oración.
Y una última cosa que les quisiera decir, antes de decirles otra (carcajada), es que todo el que se dejó elegir por Jesús es para servir. Para servir al pueblo de Dios. Para servir a los más pobres los más descartados, los más humildes. Para servir a los niños y a los ancianos. Para servir también a la gente que no es consciente de la soberbia y el pecado que llevan dentro. Para servir a Jesús. Dejarse elegir por Jesús es dejarse elegir para servir, no para ser servido.
Hace un año, más o menos, hubo un encuentro de sacerdotes. Las monjas se salvan (risas). Durante esos ejercicios espirituales, cada día había un turno de sacerdotes que tenía que servir a la mesa. Algunos de ellos se quejaron. Nooo, nosotros tenemos que ser servidos, podemos pagar para que nos sirvan. Por favor, nunca eso en la Iglesia. Servir, no servirse de.
Esto es lo que les quería decir, que sentí todo de golpe al escuchar esa frase de San Pablo, confiado en que aquél empezó la buena obra entre ustedes, la continuará hasta el día de Jesucristo. Me decía un cardenal mayor, bueno, un año más que yo, así que…. Que cuando él va al cementerio, donde ve misioneros, sacerdotes, religiosos, religiosas, que han dado su vida, él se pregunta ¿por qué a estos no los canonizan mañana? Porque pasaron su vida sirviendo. Y a mí me emociona cuando saludo después de una misa a un sacerdote, a una religiosa, que hace 30 o 40 años que están en tal hosptial con autistas, o en misiones del Amazonas… Me tocan el alma, ellos entendieron que seguir a Jesús es servir a los demás, y no servirse de los demás.
¡Qué Papa más mal educado es este! Nos dio consejo, nos dio palos, ¡y no nos dice gracias! Era lo último que les quería decir. La frutilla de la torta. Quiero darles gracias a ustedes. Gracias por animarse a seguir a Jesús. Gracias por cada vez que se sienten pecadores. Gracias por cada caricia de ternura que dan a quien lo necesita. Gracias por todas las veces que ayudaron a morir en paz a tanta gente. Gracias por quemar la vida en la esperanza. Gracias por dejarse ayudar y corregir, y perdonar todos los días por Dios. Y les pido, al darles gracias, que no se olviden de rezar por mí, porque yo lo necesito. Muchas gracias.
Despedida
Les agradezco mucho, pero tengo que salir por esta puerta, porque quiero saludar a los niños enfermos. Quiero saludar a los seminaristas: gracias por su trabajo. pero si no se sienten a gusto aquí, pasen a otro trabajo y hagan una buena familia.
«Se ve, se siente, el Papa está presente», se escuchó en castellano, pues muchos de los religiosos y religiosas que se encontraron con el Papa este mediodía en un St Mary School abarrotado, son misioneros, o han sido educados por españoles.
Francisco escuchaba atentamente las palabras de monseñor Mukobo, vicario apostólico de Isiolo, y fue tomando notas en los márgenes de las hojas de su discurso. Y, como siempre, añadió palabras a lo escrito, mientras intentaba, con escaso éxito -el ritmo no es su fuerte-, seguir el ritmo de los africanos, que mientras rezan y cantan, se mueven como nadie. Una danza, una oración visual al mismo Dios.
Antes de hablar, intervinieron varios miembros de la vida religiosa africana, quienes mostraron su intención de abrir los corazones a la felicidad que trae el Evangelio de Jesús, así como a colaborar con todas las religiones para un futuro de esperanza y prosperidad en el país, más allá del miedo. Especialmente emocionante fue el momento en que una misionera alemana le agradeció, en nombre de todas las religiosas, su defensa de la mujer africana, y también del papel de las monjas en todo el mundo.