¿De verdad estoy enamorado de Jesús? ¿Estoy convencido de que Jesus me ofrece la salvación? Si estoy enamorado, debo darlo a conocer
(Jesús Bastante).- «Ser valientes, rebajar las montañas de la rivalidad y el orgullo, enderezar los senderos de nuestra pereza y nuestros compromisos«. Estos son los retos del auténtico cristiano, según el Papa Francisco. Bergoglio presidió el rezo del Angelus desde la ventana de su despacho en el segundo Domingo de Adviento, con un llamamiento a encontrar las verdaderas razones por las que nos reconocemos seguidores de Jesús.
«Sólo Jesús puede cumplir todas las esperanzas del hombre», apuntó el Papa, quien incidió en que «hoy, como entonces, hay que preparar los caminos del Señor«, lo que supone «abrir el corazón y acoger la salvación que Dios nos ofrece constantemente, casi con testarudez, porque nos quiere libres de la esclavitud del pecado. Pero cada hombre verá la salvación de Dios, que es ofrecida a cada hombre, a cada pueblo».
«Ninguno será excluido. Ninguno de nosotros puede decir que soy santo, perfecto, que estoy salvado. No, siempre tenemos que tomar el ofrecimiento de la salvación, y por esto está el Año de la Misericordia. Para ir más allá del camino de la salvación», explicó el Pontífice. «Dios quiere que todos los hombres se salven a través de Jesucristo, el único mediador. Por tanto, cada uno de nosotros está llamado a conocer a Jesús. Esto no es hacer proselitismo, es abrir una puerta. Ay de mí si no anuncio el Evangelio».
«Si a nosotros el Señor nos ha cambiado la vida a cada momento, ¿cómo no sentir la pasión de hacerlo conocer a cuantos encontramos en el trabajo, en la escuela, en el hospital? Si miramos a nuestro alrededor encontramos personas que estarían dispuestas a comenzar o recomenzar un camino de fe, si encontraran cristianos enamorados de Jesús. ¿No deberíamos ser nosotros esos cristianos? ¿De verdad estoy enamorado de Jesús? ¿Estoy convencido de que Jesus me ofrece la salvación? Si estoy enamorado, debo darlo a conocer», preguntó a las decenas de miles de fieles que le escuchaban desde la plaza.
Una evangelización que surja del convencimiento de que todos necesitamos convertirnos. «La conversión se refiere a quien de ateo se convierte en creyente, de pecador se hace justo… Pero nosotros no tenemos necesidad, somos ya cristianos. Podemos preguntarnos esto«, apuntó Francisco. «Pero esto no es verdad», contestó.
«Pensando así no nos damos cuenta que esta presunción, que somos cristianos, todos buenos, que no necesitamos más, de esta presunción es de la que tenemos que convertirnos. La conclusión de que todo va bien así, que no tenemos necesidad de ninguna conversión». Sin embargo, «¿es verdad que tenemos en nosotros los mismos sentimientos de Jesús? ¿Es verdad que sentimos como Jesús? Por ejemplo, cuando sufrimos alguna ofensa o injusticia, ¿logramos perdonar de corazón a quien nos pide perdón? Qué difícil es perdonar, ¿eh? Qué difícil».
Continuó preguntando el Papa: «Cuando somos llamados a compartir alegrías y dolores, ¿sabemos llorar con quien llora y gozar con quien goza? Cuando tenemos que expresar nuestra fe, ¿sabemos hacerlo con valentía, sin avergonzarnos del Evangelio…? Y así podíamos hacernos algunas preguntas».
«Siempre tenemos que convertirnos», es la respuesta, para continuar, como Juan el Bautista, gritando «en los desiertos de la Humanidad, que son las mentes cerradas y los corazones duros».
Texto completo de las palabras del Papa después de la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
Sigo con gran atención los trabajos de la Conferencia sobre el clima en curso en París, y me vuelve a la mente una pregunta que hice en la encíclica Laudato si »¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?» (n. 160). Por el bien de la casa común, de todos nosotros y de las futuras generaciones, en París todo el esfuerzo debe estar dirigido a la mitigación de los impactos de los cambios climáticos y, al mismo tiempo, a contrastar la pobreza para que florezca la dignidad humana. Recemos para que el Espíritu Santo ilumine a todos los que están llamados a tomar decisiones tan importantes y les dé el coraje de tener siempre como criterio de elección el bien mayor para la familia humana.
Mañana se celebra el quincuagésimo aniversario de un acontecimiento memorable entre católicos y ortodoxos. El 7 de diciembre de 1965, en la vigilia de la conclusión del Concilio Vaticano II, con una Declaración común del Papa Pablo VI y del Patriarca Ecuménico Atenágoras, se eliminaban de la memoria las sentencias de excomunión intercambiadas entre la Iglesia de Roma y la de Constantinopla en 1054. Es realmente providencial que aquel gesto histórico de reconciliación, que ha creado las condiciones para un nuevo diálogo entre ortodoxos y católicos en el amor y la verdad, sea recordado precisamente en el inicio del Jubileo de la Misericordia. No hay un auténtico camino hacia la unidad sin un pedido de perdón a Dios y entre nosotros, por el pecado de la división. Recordemos en nuestras oraciones al querido Patriarca Ecuménico Bartolomé y a los demás jefes de las Iglesias ortodoxas, y pidamos al Señor que las relaciones entre católicos y ortodoxos se inspiren siempre por el amor fraterno.
Ayer, en Chimbote (Perú), fueron proclamados beatos Michael Tomaszek y Zbigniew Strzałkowski, Franciscanos Conventuales, y Alessandro Dordi, sacerdote fidei donum, asesinados por odio a la fe en 1991. Que la fidelidad de estos mártires en el seguimiento de Cristo dé la fuerza a todos nosotros, pero especialmente a los cristianos perseguidos en diferentes partes del mundo, para dar testimonio valiente del Evangelio.
Saludo a todos ustedes, peregrinos que han venido de Italia y de diversos países; ¡hay muchas banderas! En particular al coro litúrgico de Milherós de Poiares y a los fieles de Casal de Cambra, Portugal. Saludo a los participantes en el Congreso del Movimiento de Compromiso Educativo de Acción Católica, a los fieles de Biella, Milán, Cusano Milanino, Neptuno, Rocca di Papa y Foggia; a los confirmandos de Roncone y de Settimello, a la Banda de Calangianus y al Coro de Taio.
Les deseo a todos un buen domingo y una buena preparación para el inicio del Año de la Misericordia. Por favor no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!