La misericordia antes de ser una virtud humana es la elección definitiva de Dios a favor de todo ser humano para su eterna salvación, sellada con la sangre del Hijo de Dios
(RV).- «Seamos custodios y jamás dueños de las personas y de la gracia«, «canales de misericordia en este tiempo jubilar»: fueron palabras del Papa Francisco al recibir en audiencia en la mañana de este viernes, en la Sala Regia en el Vaticano, a los participantes en el Foro interno organizado por la Penitenciaría Apostólica, dirigido a sacerdotes y seminaristas próximos a recibir la ordenación, con el fin de formarlos para administrar bien el Sacramento de la Reconciliación.
El curso, desarrollado sobre el tema «Pongamos en el centro con convicción el Sacramento de la reconciliación», tuvo lugar del 29 de febrero al 4 de marzo en el Palacio de la Cancillería en Roma.
«La misericordia antes de ser una virtud humana es la elección definitiva de Dios a favor de todo ser humano para su eterna salvación, sellada con la sangre del Hijo de Dios», afirmó el Pontífice en su discurso.
«Esta divina misericordia puede alcanzar gratuitamente a todos aquellos que la invocan«, y es «abierta a todos» – aseguró el Papa – «como la más grande de las ‘puertas santas’ porque coincide con el corazón mismo del Padre», que ama a todos sus hijos», en particular a quienes están alejados.
Tras señalar que el Padre puede alcanzar a toda persona en muchos modos, Francisco indicó un «camino cierto» de la misericordia, a través del cual se pasa de la posibilidad a la realidad, de la esperanza a la certeza:
«Este camino es Jesús, el cual tiene el poder en la tierra de perdonar los pecados». Por lo tanto – aseguró- «el Sacramento de la Reconciliación es el lugar privilegiado para hacer experiencia de la misericordia de Dios y celebrar la fiesta del encuentro con el Padre».
Recordando a los confesores que somos «instrumentos de la misericordia de Dios» el Obispo de Roma advirtió que «no se debe obstaculizar el don de la salvación». El confesor, también él pecador y necesitado de perdón – afirmó – debe tener siempre una «actitud de fe humilde y generosa». Y en este sentido citó como ejemplos a seguir a los santos Leopoldo Mandic y Pío de Pietrelcina.
Cada absolución – prosiguió – es un jubileo del corazón que alegra al fiel y a la Iglesia pero sobre todo al mismo Dios. Por esto, «es importante, que el confesor sea también un canal de alegría«, que pueda liberar de culpas el corazón oprimido de los fieles.
Definiendo nuestro tiempo «marcado por el individualismo y la tentación de encerrarse en sí mismo», el Papa Francisco instó a los presentes a ser «custodios y jamás dueños de las ovejas y de la gracia«, volviendo a poner al centro – pero no sólo en este año jubilar – el Sacramento de la Reconciliación.
Finalmente, tras agradecer a la Penitenciaría Apostólica por su valioso servicio, el Santo Padre bendijo a los presentes y su ministerio como «canales de misericordia, especialmente en este tiempo jubilar».