La presencia de Jesús resucitado transforma cada cosa: la oscuridad es vencida por la luz, el trabajo inútil se hace nuevamente fructífero y prometedor, el sentido de cansancio y de abandono deja el lugar a un nuevo impulso
(Jesús Bastante).- Regina Coeli en la plaza de San Pedro. En plena maratón de Roma, una marea de fieles se agolpó frente al balcón para escuchar al Papa Francisco. El domingo donde el Evangelio nos habla de la pesca milagrosa, las palabras de Bergoglio fueron escuchadas por decenas de miles de fieles. A todos ellos, a todos los cristianos, el Papa invitó a seguir siendo pescadores de hombres, y «a comunicar este mensaje de resurrección a cuantos encontramos, especialmente a quien sufre, a quien está solo, a quien se encuentra en condiciones precarias, a los enfermos, a los marginados».
También, a los que sufren persecución, como los cristianos en Oriente Medio. En sus saludos tras el rezo, el Papa volvió a reclamar «la liberación de todas las personas secuestradas en zonas de conflicto armado. En particular deseo recordar al sacerdote salesiano Tom Uzhunnalil, raptado en Aden (Yemen), el 4 de marzo pasado».
«La presencia de Jesús resucitado transforma cada cosa: la oscuridad es vencida por la luz, el trabajo inútil se hace nuevamente fructífero y prometedor, el sentido de cansancio y de abandono deja el lugar a un nuevo impulso y a la certeza que Él está con nosotros», subrayó el Papa, quien subrayó que «desde entonces, estos mismo sentimientos animan a la Iglesia, la comunidad del Resucitado«.
«Todos nosotros somos la Iglesia, todos somos la comunidad del Resucitado«, donde, pese a que «una mirada superficial puede parecer a veces que las tinieblas del mal y la fatiga del vivir cotidiano tengan la prevalencia», se sabe que «resplandece ahora perenne la luz de la Pascua».
Antes de concluir, el Papa Francisco recordó que «¡Cristo verdaderamente ha resucitado!» Y hoy la Iglesia continua haciendo resonar «este gozoso anuncio». Por ello, subrayó, «todos nosotros cristianos estamos llamados a comunicar este mensaje de resurrección a cuantos encontramos. A todos hagamos llegar un rayo de la luz de Cristo resucitado, un signo de su misericordiosa potencia».
Texto completo del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy narra la tercera aparición de Jesús resucitado a los discípulos, en la orilla del lago de Galilea, con la descripción de la pesca milagrosa (Cfr. Jn 21,1-19). La narración se coloca en el marco de la vida cotidiana de los discípulos, que habían regresado a sus tierras y a sus labores de pecadores, después de los desconcertantes días de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Era difícil para ellos comprender lo que había sucedido. Pero, mientras todo parecía haber terminado, es una vez más Jesús que va a «buscar» nuevamente a sus discípulos. Es Él que va a buscarlos. Esta vez los encuentra en el lago, donde ellos habían transcurrido la noche en las barcas sin pescar nada. Las redes vacías aparecen, en cierto sentido, como el balance de su experiencia con Jesús: lo habían conocido, habían dejado todo para seguirlo, llenos de esperanza… ¿Y ahora? Si, lo habían visto resucitado, pero después pensaban: «Se ha ido, y nos ha dejado… Ha sido como un sueño esto».
Pero ahí, en la aurora Jesús se presenta en la orilla del lago; pero ellos no lo reconocen (Cfr. v. 4). A esos pescadores, cansados y desilusionados, el Señor les dice: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán» (v. 6). Los discípulos confiaron en Jesús y el resultado fue una pesca increíblemente abundante. A este punto Juan se dirige a Pedro y dice: «¡Es el Señor!» (v. 7). Y enseguida Pedro se tiró al agua y nado hacia la orilla, hacia Jesús. En aquella exclamación: «¡Es el Señor!», está todo el entusiasmo de la fe pascual – ¡Es el Señor! – esta fe pascual llena de alegría y maravilla, que contrasta fuertemente con el desconcierto, el desaliento, el sentido de impotencia que se habían acumulado en el espíritu de los discípulos. La presencia de Jesús resucitado transforma cada cosa: la oscuridad es vencida por la luz, el trabajo inútil se hace nuevamente fructífero y prometedor, el sentido de cansancio y de abandono deja el lugar a un nuevo impulso y a la certeza que Él está con nosotros.
Desde entonces, estos mismos sentimientos animan a la Iglesia, la Comunidad del Resucitado. Todos nosotros somos la Comunidad del Resucitado. Si con una mirada superficial puede parecer a veces que las tinieblas del mal y la fatiga del vivir cotidiano tengan la prevalencia, la Iglesia sabe con certeza que a cuantos siguen al Señor Jesús resplandece ahora perenne la luz de la Pascua. El gran anuncio de la Resurrección infunde en los corazones de los creyentes una íntima alegría y una esperanza invencible. ¡Cristo verdaderamente ha resucitado! También hoy la Iglesia continúa haciendo resonar este anuncio gozoso: la alegría y la esperanza continúan fluyendo en los corazones, en los rostros, en los gestos, en las palabras. Todos nosotros cristianos estamos llamados a comunicar este mensaje de resurrección a cuantos encontramos, especialmente a quien sufre, a quien está solo, a quien se encuentra en condiciones precarias, a los enfermos, a los refugiados, a los marginados. A todos hagamos llegar un rayo de la luz de Cristo resucitado, un signo de su misericordiosa potencia.
Él, el Señor, renueve también en nosotros la fe pascual. Nos haga siempre conscientes de nuestra misión al servicio del Evangelio y de los hermanos; nos llene de su Santo Espíritu para que, sostenidos por la intercesión de María, con toda la Iglesia podamos proclamar la grandeza de su amor y la riqueza de su misericordia.
Palabras del Papa después del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas,
En la esperanza donada de Cristo resucitado, renuevo mi llamamiento por la liberación de todas las personas secuestradas en zonas de conflicto armado; en particular deseo recordar al sacerdote salesiano Tom Uzhunnalil, secuestrado en Adén en Yemen el pasado 4 de marzo.
Hoy en Italia se celebra la Jornada Nacional para la Universidad Católica del Sagrado Corazión, que tiene por tema «En la Italia de mañana yo estaré». Espero que esta gran Universidad, que continúa a realizar un importante servicio a la juventud italiana, pueda continuar con compromiso renovado su misión formativa, actualizándola siempre más a las exigencias actuales.
Saluto a todos ustedes, romanos y peregrinos procedentes de Italia y de diferentes partes del mundo, y un saludo a todos aquellos que están haciendo el maratón; en particular, los fieles de Gandosso, Golfo Aranci, Mede Lomellina, Cernobbio, Macerata Campania, Porto Azzurro, con un pensamiento especial para los confirmandos de Campobasso.
Agradezco por su presencia a los coros parroquiales, de los cuales algunos han realizado su servicio estos días en la basílica de San Pedro. Muchas gracias.
A todos les deseo un buen domingo y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta la vista!