El Papa Francisco tiene una capacidad particular de manifestar su proximidad al hombre de hoy, con su lenguaje y con sus gestos. Esto se ha visto ya desde el comienzo de su pontificado. Es un don, un carisma que él tiene
(Guillermo Martín Rodríguez, corresponsal de RD en el Vaticano).- El P. Federico Lombardi, de la Compañía de Jesús, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y Portavoz del Santo Padre, ha accedido amablemente a conversar con el portal español Religión Digital.
Yo he tenido el honor de trabajar con él en Radio Vaticano desde el 15 de enero de 1991 en que fue nombrado Director de Programas hasta el 1 de abril de 2003, en que yo me jubilé. Luego, en el 2005 fue nombrado Director General de Radio Vaticano. Han gravado sobre sus espaldas, de manera contemporánea, una serie de responsabilidades de enorme importancia, pues además de dirigir la Emisora del Papa, fue nombrado Director del Centro Televisivo Vaticano, de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y Portavoz del Santo Padre.
A partir del uno de marzo de este año 2016, con la puesta en marcha de la reorganización de la recién constituida Secretaría para la Comunicación, el P. Federico Lombardi lleva la dirección de la Oficina de Prensa del Vaticano y es Portavoz del Santo Padre.
Padre Lombardi, la Compañía de Jesús ha estado especialmente vinculada a la Radio del Papa desde sus orígenes, cuando Pío XI, el 12 de febrero de 1931, bendijo e inauguró la Emisora vaticana con el Radiomensaje Qui arcano Dei, dirigido a todas las gentes y a cada criatura. Fue nombrado Director de la Emisora del Papa el P. Giuseppe Gianfranceschi, jesuita. Desde entonces, 1931, hasta hoy, 2016, con usted, que ha sido el último Director general, Radio Vaticano ha estado bajo la égida de los jesuitas. Han pasado 85 años. ¿Les queda a ustedes una cierta dosis de nostalgia del pasado, la satisfacción de la Obra Bien Hecha, o las dos juntas?
R.- Podemos decir que un poco las dos, efectivamente, porque es una obra a la que yo he dedicado un tercio de mi vida, 25 años, y los jesuitas 85 años, con muchas personas. Es, por tanto, una cosa que hemos sentido como algo muy importante en nuestro servicio a la Iglesia y hemos procurado hacerlo con todo el corazón y, por lo mismo, nos sentimos ciertamente unidos, ligados a esta fase de la comunicación vaticana. Y como todas las cosas que, en cierto sentido terminan o que cambian, nos deja el sentido de las cosas que pasan. Pero no diría yo que es un hecho de una tristeza particular. No es un drama. Las cosas cambian y evolucionan y es natural que se den tiempos diferentes.
Yo recuerdo que hace diez años, al menos, con motivo de la celebración del 75º aniversario de la creación de la Radio, yo decía continuamente «la Radio vaticana no es ya una radio en el sentido estricto del término», porque la habíamos hecho evolucionar hacia un servicio de comunicación multimedial, en el que estaba incluida ciertamente la radio, en el sentido estricto de la palabra, pero había también muchos servicios vía internet con la publicación de textos, de imágenes, de vídeo-noticias, etc. Todos éramos perfectamente conscientes, por lo tanto, del cambio del mundo de las comunicaciones, en el sentido de la convergencia digital, la digitalización de la convergencia entre los diversos medios, y que, por lo mismo, en el contexto de los diversos medios al servicio del Vaticano, al servicio de la Santa Sede, era necesaria una atenta reflexión y una reorganización porque estamos en el tiempo de la ‘multimedialidad’. Ha pasado del todo el tiempo en el que los diversos medios, individualmente considerados, podían trabajar de una manera independiente y autónoma unos de otros como, por otro lado, había venido haciéndose durante muchos decenios.
La conciencia del cambio de la situación y también de las fórmulas de organización y de responsabilidad en el campo de los medios, era algo absolutamente claro. Yo era plenamente consciente de que, con ocasión de esta reforma, la figura del Director general de Radio Vaticano, del que dependían un importante departamento redaccional, uno técnico y uno administrativo, no tenía ya motivo de existir, porque estas diversas funciones tenían que ser organizadas de manera diferente. Por una parte, una actividad que uno ha realizado por mucho tiempo con empeño se da cuenta que ha pasado, y por otra percibe que ha dejado una herencia que es recibida y continuada en un contexto y fórmula diversa, llamada a continuar desarrollando una misma misión. Lo que importa es precisamente la misión. Es decir el servicio del Evangelio y de la palabra del Santo Padre, el servicio del Santo Padre en elmundo. Esto es lo que realmente cuenta, la misión, no una u otra institución que durante un determinado tiempo desarrolla una tarea concreta.
El 27 de junio de 2015 el Papa Francisco hizo pública la Carta apostólica en forma de «MOTU PROPRIO»: El contexto actual de la comunicación. Con ella instituye la Secretaría para la Comunicación. El Pontífice motiva la creación de esta Secretaría apoyándose precisamente en la situación actual de la comunicación, en que la presencia y desarrollo de los medios digitales y los factores de convergencia e interactividad, requieren, son palabras del Papa, «un replanteamiento del sistema de información de la Santa Sede y una reorganización que, valorando lo realizado en la historia del ámbito de la comunicación de la Sede apostólica, proceda con firmeza hacia una integración y gestión unitaria». ¿Qué alcance tiene la creación de este nuevo Dicasterio en la intención reformadora del Papa y en el conjunto de la comunicación de la Iglesia?
R.- Es un hecho, me parece, muy natural, que corresponde al tiempo en que vivimos, a la evolución de las tecnologías, de los lenguajes de la comunicación en el mundo de hoy y, por tanto, es normal, digamos, que todo este sector sea considerado y lo sea precisamente en su conjunto, coherentemente, no sólo una institución particular dedicada a la prensa, otra a internet, sino todo en su conjunto. Pero esto con una visión muy clara de la misión, que es siempre la misma, es decir, cambian los contextos comunicativos, pero como no ha cambiado la misión de la Iglesia en el mundo, como no ha cambiado la misión del Papado que es la de servir a la Iglesia universal en su unidad, guiarla en su camino, del mismo modo no ha cambiado la misión de los comunicadores, colaboradores del Papa, que intentan muy sencillamente apoyar, difundir, hacer llegar a todos el contenido y el espíritu de los mensajes que el Papa y la Iglesia de hoy tienen que dar a la humanidad. Se puede hacer con medios diversos.
En el pasado se hacía unas veces escribiendo en los periódicos, otras veces con la radio y otras con las imágenes. Hoy se hace también con los vídeos-sociales; digo ‘también’ porque no es sólo con ellos. Éstos alcanzan a muchas personas y tienen un lenguaje adecuado a la mentalidad de los jóvenes y de las personas de hoy, etc. Pero la misión es siempre la misma. Probablemente dentro de diez o veinte años se usarán formas de comunicación que nosotros ahora ni siquiera nos las imaginamos.
Cuando yo he comenzado aquí, internet se encontraba dando los primeros pasos; prácticamente no existía. Cuando yo llegué a la Radio vaticana se empezaban a usar los primeros ordenadores. Quién sabe dentro de diez o veinte años qué será. Podemos pensar que lo que estamos haciendo hoy para renovar la comunicación dure quién sabe cuántos decenios. Es un paso de un camino que ciertamente continúa y se mueve muy rápidamente. Pero la misión es siempre la misma: anunciar a Jesucristo, anunciar el servicio de la Iglesia, y hacerlo colaborando con el Santo Padre, valorizando con sonidos, con palabras, con imágenes, con mensajes lo que él dice, y hacerlo llegar hasta los confines del mundo y posiblemente haste los rincones más escondidos de la humanidad, incluso de las regiones más difíciles.
Una de las cosas a la que me he dedicado con mucha pasión cuando estaba en la Radio, y que espero siga adelante aunque sea en modos y formas diferentes, es precisamente la de llegar a países y zonas pobres desde el punto de vista comunicativo, y que, por lo tanto, no tienen grandes medios tecnológicos. En el pasado se llegaba a ellos a través de un pequeño transistor muy sencillo. Ahora habrá seguramente otro modo y otros medios para llegar a ellos. Pero nuestra misión consiste en llevar a todos esta palabra, que es una palabra de esperanza, de fe, de amor, de solidaridad, que el Papa difunde en el mundo siguiendo el Evangelio de Jesús. Esto es lo esencial. Por lo que respecta a los medios que se usan, a las tecnologías que se usan, al lenguaje que se usa pueden cambiar, pero la sustancia es la misma.
Pasando al tema de la comunicación propiamente tal, hay quien afirma que las principales consecuencias de la moderna tecnología digital que impactan en nuestra vida diaria son la dificultad para comunicarnos y relacionarnos con otras personas. Pero no hemos de olvidar que Benedicto XVI hablaba de Internet como «lugar de encuentro». En el año 2013, precisamente, habló de manera explícita de las redes sociales como «lugares» para la evangelización. Si esto es así, ¿como puede superar la Iglesia los obstáculos de aislamiento de las personas, la virtualidad en la relación interpersonal frente a la intercomunicación real, la dificultad en el uso correcto de las redes sociales, y la comprensión de un lenguaje que aparece empobrecido, si no degradado, en la transmisión eficaz del mensaje de Cristo?
R.- Esta es una pregunta que requiere tratar todos los problemas de la comunicación del mundo de hoy y de las tecnologías de comunicación. No me atrevo a responder descendiendo a detalles. Digo simplemente que es necesario mucho realismo, incluso en el uso de la comunicación. Existen aspectos positivos en el uso de determinadas tecnologías, como existen evidentemente riesgos y ambigüedades. Luego vemos que lamentablemente en el uso de internet y de las nuevas tecnologías se pueden crear fenómenos de dependencia psicológica de las personas, o de aislamiento. Los jóvenes son a menudo absolutamente prisioneros del uso del medio, más que del contenido que es vehiculado por el mismo.
Pero estos son problemas que probablemente han existido siempre en el uso activo de un instrumento. Por tanto creo que la importancia de la vida de la Iglesia en los aspectos fundamentales que son el testimonio, la vida de la comunidad en concreto, etc. sigan siendo siempre fundamentales. Es necesario que los comunicadores sepan hacer de la comunicación un servicio a la comunión. Esta ha sido para mí la palabra inspiradora fundamental: comunicación para la comunión.
Después del Concilio Ecuménico Vaticano II, con la promulgación del Decreto Inter Mirifica y de la Instrucción Pastoral de Pablo VI Communio et Progressio, que ha sido el documento que ha intentado traducirlo en la práctica, ha sido cada vez más claro en un mundo como el nuestro en el que la comunicación es fundamental, y que cada día tiene en sí mayores posibilidades. Pero hay que utilizarla con una finalidad muy clara, que es la de crear comunión, crear diálogo entre las personas, capacidad de entenderse, comunicar para el bien, comunicar para lo solidaridad, no para la división entre las personas, para la contraposición, para la manipulación, para alcanzar un determinado poder sobre el otro. Estas son cosas que pueden parecer teóricas, pero en realidad son en extremo concretas.
El modo mismo en que yo hablo, el tipo de imágenes que yo propongo, manifiesta muy directamente cuál es la intención con la que yo lo hago, cuál es mi actitud, el tono de mi voz, el modo en que te hago las preguntas… puede crear diálogo o puede crear división. Por lo tanto, yo creo que lo importante sea esto: los medios cambiarán. Yo no sé valorar cada medio en particular, pero la actitud, el principio, el motivo por el que yo comunico es conseguir establecer una comprensión, un encuentro. En este sentido la palabra que usa el papa Francisco de la cultura del encuentro es muy importante. Es decir, nosotros comunicamos para crear comunión en la comunidad, pero para encontrar a las personas, que cada uno pueda dar al otro lo mejor de sí mismo y así enriquecernos mutuamente. No comunicamos para luchar los unos contra los otros, o para manipular a los otros, o para servirse de ellos, o para llevarlos a lo que es un interés nuestro personal.
Además, sabemos que todos los medios pueden ser ‘utilizados’. Vemos, por ejemplo, como trabaja la propaganda, como trabajan los otros. Saben utilizar diversas tecnologías, diversos modos de comunicar para fines concretos. A menudo son fines marcados por intereses, intereses económicos, de dominio, de condicionamiento de los demás, de una manera más o menos explícita. Nosotros no. Nosotros comunicamos con una finalidad muy distinta. Y si esto es para nosotros algo muy claro y lo vivimos, se manifiesta y se comprende en el modo en que comunicamos y usamos estos instrumentos.
En el momento actual se percibe un impulso en esta evolución de acercamiento del magisterio de la Iglesia al mundo de las comunicaciones. El Santo Padre, en su Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, del año 2014, cuyo tema fue: Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro, se hace y nos hace una pregunta central, pregunta que tiene una razón de ser: se refiere al contacto, al encuentro con el prójimo; lleva consigo lo que Francisco denomina «proximidad» -concepto que hemos mencionado hace poco- ya que quien comunica se hace prójimo. En este contexto la pregunta del Papa es: ¿cómo se puede poner la comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro, ya que, como afirma el Papa, el poder de la comunicación está en la proximidad? ¿Se han puesto ya en movimiento recursos técnicos, programación digital, uso de las redes sociales en apoyo y consolidación de la cultura del encuentro?
R.- Sí. Yo creo que esta es la finalidad de la comunicación de la Iglesia, precisamente como comunicación que tiende a una finalidad muy profunda, la de tocar el corazón, ayudar a la persona a convertirse en miembro de una comunidad y entrar en relación con Dios, con las realidades espirituales a través de un diálogo con el otro. El modo en que esto se hace depende de la capacidad, de la creatividad. Pongo un pequeño ejemplo. Durante el viaje del Papa a Lesbos la televisión ha mostrado abundantemente el modo en que el Papa encontraba a los refugiados. Lo mismo sucede durante las audiencias, nos deja ver cómo el Papa se acerca a los enfermos, a los niños, los acaricia, los conforta…
Esto es un modo de ayudar a la cultura del encuentro y de la misericordia a través de imágenes concretas que tocan el corazón, permitiendo entrar en profundidad actitudes positivas. En cambio, el modo de comunicación verbal, como puede ser el del audio de la radio o a trsavés de la comunicación escrita, esto se hace, naturalmente, en modos diferentes, no sólo a través de imágenes visivas, sino también de conceptos; a través, por ejemplo, del tono de la voz o de la palabra, hay una comunicación que puede ser muy inspiradora. A cada uno le corresponde, según su propia genialidad, hacer comprender.
Pero esto es necesario llevarlo en el corazón. Es decir, la comunicación -yo siempre lo he dicho a mis colaboradores- no es algo que expresa simplemente conceptos fríos de información que son comunicados asépticamente. En general, incluso la información más general, la comunicación en su conjunto, es algo que sale del corazón y de la mente de una persona, y alcanza su objetivo cuando llega a la mente y al corazón de otra persona y los ha puesto en movimiento para que se acerquen y se encuentren. Ahora bien, cómo cada uno manifiesta y usa el lenguaje y el instrumento de comunicación para manifestar su corazón y su identidad profunda y ponerla a disposición del otro, esto, a mi modo de ver, no es una receta que uno puede describir, es necesario vivirla, experimentarla. Creo que el interlocutor o el oyente comprende prefectamente el espíritu con el que se realiza la comunicación. En este sentido la comunicación, en buena parte, tiene la dimensión de testimonio ya que el comunicador se comunica a sí mismo, pues cada uno dat quod habet, non dat quod non habet.
Damos un paso atrás. El Miércoles, 29 de abril de 2009, usted fue investido Doctor Honoris Causa por la UPSA (Universidad Pontificia de Salamanca). Ha sido el segundo de los Doctores ‘Honoris Causa’ de la Facultad de Comunicación. En marzo de 2004, recibió este nombramiento monseñor Antonio Montero Moreno, arzobispo emérito de Mérida – Badajoz. ¿Qué ha significado esta investidura para usted, para Radio Vaticano, para la Oficina de Prensa y, concretamente en el ámbito de los Medios de Comunicación social de la Iglesia? ¿Esta investidura ha tenido un significado especial?
R.- Para mí ha significado un reconocimiento del servicio que estaba haciendo, que había hecho y que hago para la Iglesia. Debe quedar muy claro que yo nunca he sido un teórico de las comunicaciones sociales, ni un estudioso, ni un profesor de comunicaciones sociales. Yo he sido un trabajador práctico en este campo, haciendo una experiencia en campos diversos, porque antes, cuando era joven fui redactor de la Civiltà Cattolica durante doce años; luego he estado en Radio Vaticano durante veinticinco años; en el Centro Televisivo doce años; ahora llevo ya diez años en la Oficina de Prensa.
He tenido un género de comunicación bastante diverso. Digamos, por tanto, que he aprendido a comunicar siempre en la práctica, no haciendo el estudioso sino afrontando la realidad desde la perspectiva de una misión. Yo he vivido con empeño el servicio de comunicador porque he creído en la misión de servicio de la Iglesia y de los otros que me era dada, no por una pasión particular hacia los medios o que me intersara como campo de estudio o de trabajo, sino porque era un modo de servir coherentemente con mi vocación religiosa y sacerdotal al servicio del Evangelio y de la Iglesia. Este título, pues, me parece que reconocía que había prestado un servicio que había sido apreciado en la Iglesia, en diversos modos y diversos tiempos.
Me ha sido dado, además, en un tiempo, que era durante el pontificado de Benedicto XVI, en el que ciertamente no han faltado dificultades de comunicación de este pontificado en relación con el mundo, el mundo circunstante. Por lo tanto me ha parecido el reconocimiento de un trabajo, de un esfuerzo en aras del empeño, de la transparencia, de la lealtad de la comunicación en tiempos difíciles de la Iglesia en su relación con el mundo en ese momento Esto es lo que podría decir…
En su discurso de agradecimiento puso usted de relieve algunas cuestiones de vital importancia en la actualidad de la comunicación, como, por ejemplo, que nos encontramos ante una nueva realidad, ya que no se trata únicamente de difundir contenidos, sino de interactuar cada vez más». ¿A qué se refiere? ¿Cómo se puede llevar a cabo esta ‘interactuación’ entre la Iglesia y su mensaje, por un lado y la sociedad civil, receptora de ese mensaje, por otro?
R.- Me parece que esto exprese claramente la realidad actual en la que vivimos. Inclusive el hecho de que en la perspectiva de la relación entre la Iglesia y el mundo que nosotros vivimos ahora muy intensamente a partir del Concilio Vaticano II. No nos concebimos como una realidad externa de la que parten mensajes que caen de lo alto sobre un auditorio que nos debe escuchar y aprender sin dialogar con nosotros. Creo que debemos sentirnos parte de una Iglesia en camino, que es un pueblo en camino, junto con el gran camino de la humanidad que nos circunda. Nosotros servimos a esta humanidad dialogando con ella, intentando expresar con palabras positivas lo que tenemos que decir de manera tal que sea bien comprensible y, al mismo tiempo, procurando escuchar todo lo que los otros dicen, de tal manera que se establezca un diálogo. Profundizar el mismo conocimiento, la misma experiencia religiosa y la fe que nosotros tenemos en relación con las expectativas, con las preguntas de la humanidad en camino.
En este sentido me parece que está claro que tenemos que vivir en una actitud de diálogo. Esto se puede traducir en los lenguajes y en los modos de comunicar. Por ejemplo, hoy, todo lo que se refiere a las redes sociales es un modo de interactuar que nosotros antes no teníamos. Yo he trabajado mucho, como tú, en una radio que emitía, desde Roma, a veces para personas lejanas, que escuchaban con agrado nuestro servicio, pero que no era lo mismo, pues no estaban ni siquiera en condiciones de respondernos, de plantearnos cuestiones ni de interactuar con nuestro mensaje. Esto, hoy, es algo que ha cambiado completamente para diversas partes del mundo, no para todas. Por lo tanto, el modo de estar en camino junto con los demás en el mundo de hoy, aun teniendo una misión y un servicio espiritual muy claro, un don muy precioso que compartir con los otros, insisto en compartir, se vive también con modos de comunicación que evolucionan en el tiempo. Tal vez dentro de unos años surgirán otros que nosotros hoy no tenemos presentes, no conocemos.
Otra cosa que usted destacó en su discurso fue el hecho, constatado en más de una ocasión, de que es imposible que la Iglesia comunique sin provocar «contradicciones y conflictos» en la sociedad actual. Sin duda estaría pensando en Benedicto XVI y su discurso en Ratisbona, así como en sus declaraciones en África sobre el uso de los preservativos. ¿Han surgido malentendidos con el Papa Francisco?
R.- No. Pero quiero precisar que, cuando uno habla del hecho de que se dan diferencias, contrastes en la confrontación y en la interacción con el mundo, no me refiero solamente a malentendidos, o a ocasiones en que tal vez uno podía comunicar de alguna otra manera el mismo concepto. Me refiero al hecho de que la Cruz de Jesucristo no siempre es aceptada por todos; no es el mensaje más deseado por muchas personas. En el mensaje cristriano hay un signo de contradicción, a veces intrínseco, en cuanto indica una dirección diversa a muchas de las tendencias de este mundo, que son de grandes tentaciones, de grandes riesgos que la humanidad corre.
Esto es sobre todo lo que yo entendía aquí, y que luego puede manifestarse inclusive en ocasiones en que la comprensión se hace más difícil precisamente porque uno está andando en una dirección diversa. Pero evidentemente podemos poner ejemplos muy sencillos: Los discursos de acogida o de solidaridad que el Papa Francisco está haciendo por lo que concierne a los emigrantes, por lo que respecta a personas en dificultad en nuestra sociedad, o por lo que se refiere a relaciones de justicia entre pueblos diferentes o entre partes diversas de la sociedad, son cosas que van fuertemente contra corriente respecto a muchas posiciones y suscitan muchas reacciones negativas.
En este sentido me parece que todos los papas como todas las personas conscientes de en qué consiste el mensaje cristiano, no alimentan en absoluto la ilusión de agradar a todos o que puedan realizar su misión sin descontentar y suscitar reacciones negativas. Esto sería más bien, todos lo entienden, un signo negativo, es decir, que se ha aguado y que se ha buscado solamente el consenso, en lugar de anunciar el evangelio de Criso con sus exigencias.
¿De qué forma interviene el Papa -si es que interviene- desde los medios de comunicación, incluidos los digitales y redes sociales, en la acción apostólica de fortalecimiento y «proximidad» de la Iglesia y del hombre de hoy?
R.- El Papa Francisco tiene una capacidad particular de manifestar su proximidad al hombre de hoy, con su lenguaje y con sus gestos. Esto se ha visto ya desde el comienzo de su pontificado. Es un don, un carisma que él tiene. Este don es particularmente coherente, particularmente utilizable y valorizable por parte de muchos medios de comunicación, de manera especial por las redes sociales del mundo de hoy, que viven y se alimentan precisamente de palabras o de imágenes concisas que impactan muy fuertemente, que manifiestan un gesto, una expresión del rostro, una caricia, un abrazo, las imágenes con Instagram o también de Twitter, con frases breves tomadas de los mensajes del Papa. Tienen un éxito grandísimo. Con la palabra éxito quiero decir que se difunden natural y fácilmente. Esto no es el fruto de un estudio realizado en torno a una mesa o de un guru que se lo ha enseñado al Papa. Es el fruto de un don, de un modo suyo de ser y de comunicar, sencillo, concreto, espontáneo que, afortunadamente, se presta mucho a este género de comunicación.
Usted tiene, seguramente, noticias de las actividades de las Iglesias locales en el ámbito de las comunicaciones sociales a través de las Conferencias Episcopales, sobre todo respecto a la evolución, progreso, aplicación y empleo en el apostolado de la tecnología moderna de los medios digitales, siguiendo las directrices del Papa expresadas en los Mensajes anuales para la Jornada de las Comunicaciones Sociales. Sabemos que Benedicto XVI , en el Mensaje del año 2013, hablaba de las redes sociales como «lugares» para la evangelización. El Papa Francisco, en el de 2016, dice que «los correos electrónicos, los mensajes de texto, las redes sociales, los foros, pueden ser formas de comunicación plenamente humanas». Y añade: «No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del hombre y su capacidad para usar bien los medios a su disposición». Según sus noticias, ¿qué están haciendo en este campo las Iglesias locales y las diversas Conferencias Episcopales, especialmente la Iglesia Española?
R.- He de decirle que no me siento capaz de responder a esta pregunta. Creo que tengo mucho que hacer aquí, en Roma, en el desarrollo de una amplia tarea día tras día. Naturalmente he intentado realizar este servicio, sea con la Radio vaticana, sia con el Centro televisivo, sea con la Oficina de prensa, de tal manera que fuera fácilmente receptible y utilizable por las Conferencias Episcopales y también por los medios católicos y no católicos de las diversas partes del mundo. Porque, está muy claro, la Iglesia es una grande comunidad en la que existen responsabilidades y la comunicación eclesial se desarrolla en las diversas regiones y en las diversas lenguas y culturas con la responsabilidad específica de parte de quien vive en ellas.
Nosotros acompañamos el servicio del Papa que es un servicio de dimensión universal de la Iglesia y de la comunicación. Como en el gobierno de la Iglesia el Papa realiza un servicio, las Conferencias Episcopales realizan otro, otro tiene el Obispo local, el párroco tiene otro, y todos se integran evidentemente entre sí; de la misma manera el servicio que he realizado yo está más en la parte correspondiente al servicio del Papa y menos en la de las Conferencias Episcopales, pero escuchando siempre las exigencias que nos llegan de las Iglesias locales, y procurando poner a disposición de las Iglesias locales precisamente la aportación específica del conocimiento y del sentir universal de la Iglesia que puede integrar lo que ellas tienen como conocimiento y como comunicación a nivel local.
Me limito, pues, a este principio. También la Radio vaticana, como tú bien recordarás, la hemos concebido no ya como un llegar desde el centro a todos y a cada uno de los oyentes, sino más bien llegar desde el centro a las Radios locales de los diversos países con el fin de que pudieran relanzar eficazmente los programas que les proporcionábamos para entender bien lo que el Papa estaba haciendo y lo que sucedía en el resto de la Iglesia universal. Pero no todo para el individuo. No estamos en condiciones para ello y no lo haremos.
Y del mismo modo, como conocimiento, debo decir que estoy muy agradecido a la Iglesia española que me ha invitado algunas veces, para lo de Salamanca, que tú recuerdas, he estado en Toledo, otras veces he estado en la Conferencia Episcopal con motivo de sus encuentros con los comunicadores. Siempre lo he hecho con sumo gusto. Pero no puedo decir que conozco la stuación, pues no he vivido nunca en España. No puedo decir que conozco a la Iglesia hasta el punto de poder emitir un juicio o dar una valoración. Realizo, por cuanto me es posible, el servicio que desde aquí puedo hacer.
Tengo amigos muy queridos; una persona que me ha ayudado mucho es el actual Secretario General de la Conferencia Episcopal (se refiere a D. José María Gil Tamayo), que ha vivido conmigo en tiempo extraordinario como el de la renuncia de Benedicto XVI, el de la preparación para el Cónclave sucesivo y en otras ocasiones. En realidad me encuentro muy cercano a la Iglesia en España, pero no soy competente para valorar el tema de la comunicación.
¿Tiene usted noticia de que en España haya algunos sectores religiosos que se manifiesten fuertemente politizados o que muestren tendencias poco ortodoxas teniendo en cuenta la fuerte crisis de fe y de religiosidad que se respira; el momento sociopolítico, económico, de corrupción plurifacética y el anticlericalismo que se está viviendo en nuestro país?
R.- Digamos que ciertamente una dinámica compleja como la de la Iglesia es siempre una dinámica que puede comportar tensiones, momentos de gran comunión y momentos de gran tensión. Yo he vivido recientemente y muy intensamente los Sínodos, por ejemplo. En los Sínodos se ha vivido una dinámica de profunda comunión, de investigación común de los Obispos; pero también, a veces, una dinámica de tensiones y de posiciones diferentes en que intentaban comprenderse y moverse hacia una síntesis superior. Por tanto, no hay que asombrarse ante una realidad que no sé si llamar de conflictos, prefiero llamarla de tensiones internas, dinámicas, lo cual es absolutamente natural.
Pero lo que es la misión y que yo he vivido desde mi punto de vista como comunicador eclesial al servicio del Papa y al servicio de la Iglesia universal es la de actuar siempre y fuertemente en la dirección del diálogo y de la comunión. Para mí es siempre prioritario, en el modo de comunicar, procurar crear la posibilidad de encontrarse una unión superior, bien que a veces tenga que tomar nota, debo verificar o tengo que decir que existen posiciones diversas, pero las considero como elementos de una dinámica que tiende siempre a una unidad de la comunidad en camino. Yo estoy convencido de que el servicio del Santo Padre a la Iglesia universal es un servicio a la unidad de la Iglesia, evidentemente. En este sentido mi servicio como comunicador es de ayudar a la dinámica de la comunicación a encontrar con el camino las indicaciones y el espíritu de una comunidad en camino.
Quisiera terminar esta entrevista hablando de un sacerdote, un jesuita que usted conoce muy bien. Me refiero a su tío Ricardo Lombardi. El 28 de marzo de 1908 nacía en Nápoles. Fundador del Movimiento por un Mundo Mejor (MMM). Predicador famoso, fue llamado en Italia «el micrófono de Dios»; viajero y peregrino incansable por el mundo entero, hasta casi el final de su vida, que tuvo lugar en Rocca di Papa el 14 de diciembre de 1979. El P. Ricardo Lombardi solía introducir sus discursos con el famoso incipit «Jesús me ha dicho», muy eficaz en el plano de la comunicación de masas. En 1938, siendo aún estudiante de la Universidad Gregoriana, empezó a predicar, primero en las universidades, luego en las plazas de las ciudades. A partir del año 1945 predicó en las plazas y en los teatros italianos, instando al pueblo a una regeneración moral. ¿Qué ha significado para usted la figura de su tío, especialmente en su adolescencia y juventud?
R.- Si debo ser sincero, he de decir que en mi vocación religiosa y de jesuita, no ha tenido un influjo directo la figura de mi tío, que era ya una persona muy famosa que realizaba su apostolado por todo el mundo, mientras que yo vivía en Turín, en el Piamonte, y no tenía ocasión de encontrarlo prácticamente nunca. Pero al mismo tiempo, dado que era una persona de la familia, pues era hermano de mi padre, fui educado en la escuela de los jesuitas, y cuando pensé hacerme jesuita, tal vez encontré un camino más fácil por parte de mis padres. Pero no se dio un influjo directo, de conocimiento cuando yo era pequeño. Fue una vocación nacida en el ámbito de la juventud católica y también de la escuela de los jesuitas. No directamente bajo el influjo de la figura de mi tío. Luego, más adelante, cuando me hice religioso jesuita, he tenido modo de conocerlo, de encontrarlo y de tener más profundamente una idea de su obra y de su espíritu. He apreciado mucho su espiritualidad, muy profunda.
Antes te referías a la frase de mi tío: «Jesús me ha dicho». En realidad no la decía en todo momento. Esto significaba que la relación personal con Jesucristo era una parte fundamental de su vida, una vida de oración, que indicaba a Jesús como punto de referencia de su vida personal y de su visión del mundo.
Fue un hombre de gran coraje y valentía proponiendo al Papa Pío XII la necesidad de una reforma de la Iglesia, de una renovación, una reforma en tantas direcciones que hoy pueden parecernos muy normales y en cierto sentido descontadas. Pero en la Iglesia, en aquel momento, probablemente no lo eran. El contexto, digámoslo así, era muy clerical, más rígido. Estamos en un momento anterior al Concilio Vaticano II. Él ha insistido muchísimo ante Pío XII para que hiciera un Concilio. Pío XII no se atrevió a hacerlo pero su sucesor sí se atrevió. Vivía con mucha intensidad el deseo de una renovación apostólica, misionera de la Iglesia, con una visión de la vida comunitaria de la Iglesia, muy renovada por el Concilio, no dividida en categorías, sino de un modo muy comunitario, muy participado. Por esta razón, en su Movimiento había personas que expresaban las diversas realidades de la Iglesia: había laicos, personas procedentes de diversas órdenes religiosas… Todos juntos se esforzaban en llevar adelante una hipótesis de renovación eclesial. En este sentido fue un anticipador de dimensiones que ahora nosotros definimos como espiritualidad de comunión en la Iglesia, como misionaridad, como responsabilidad de los laicos. Son mensajes que encontramos como totalmente normales, pero entonces era necesario empeñarse con coraje para llevarlos adelante y él verdaderamente lo ha hecho. En este sentido es la persona que yo he admirado en su valentía y en su empeño apostólico.
Terminada la Segunda Guerra Mundial y antes de las elecciones de 1948, el P. Lombardi predicó en Milán la Cruzada de la Bondad, exhortando a la población a la conversión personal y colectiva, a la reconciliación y a la justicia social. Fue amenazado de muerte, por lo que se vio obligado a viajar con escolta. El período en que su predicación fue más visible corresponde a los años comprendidos entre el 1946 y 1948. Se piensa comúnmente, bien que no se hayan hecho todavía estudios a este propósito, que el P. Ricardo Lombardi, debido a sus extraordinarias cualidades oratorias y retóricas, contribuyó a llevar votos a la Democracia Cristiana, precisamente en las elecciones políticas, tan cruciales, de 1948. Si fue así habria que considerarlo, creo yo, un efecto secundario, pues la finalidad de sus predicaciones era muy diversa. ¿Hubo algún conato de implicar a su tío en cuestiones políticas? ¿Se puede hablar de que el momento fue peligroso?
R.- No. El problema no era que se tratase de un peligro personal. En todo caso era un peligro para Italia. En realidad es necesario retornar a aquella situación histórica que es completamente diversa a la actual. Es dificil hablar de ella a personas que no la conozcan. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Italia estuvo muy cercana a la situación en la que el partido comunista y las izquierdas tomaran el poder. Estamos en un tiempo en que la Europa del Este sabemos qué era; se encontraba bajo la influencia de la Unión Soviética, perdiendo la libertad la mitad de nuestro continente; la Iglesia era perseguida evidentemente y faltaba la libertad.
El debate en Italia en aquellos años era un debate por la libertad o la no libertad. Era un debate entre el ser parte del mundo comunista o parte del Occidente. En este sentido, incluso muchas personas de la Iglesia, prácticamente todos los católicos tomaron posición, y tomaron posición desde un punto de vista político evidentemente, rechazando la posibilidad de convertirse en parte del mundo sometido al comunismo, porque se veía lo que estaba sucediendo en los otros países, y no era una broma. Inclusive en los confines de Italia, como Yugoslavia, hubo muchos masacros. En este sentido la situación era muy seria. Hoy es muy difícil entender esto, porque nos encontramos en una situación muy pero que muy diversa. En aquel momento, no era sólo Ricardo sino en general la Iglesia italiana la se empeñó en el frente de la defensa de la libertad democrática, viendo un gran peligro en la toma de posesión zdel poder por parte del comunismo, y pensando que fuera claramente por el bien común de nuestro país. Creo que luego todos los italianos, con el tiempo, han disfrutado de este hecho y se han ahorrado caer en una situación que habría sido muy difícil; por lo menos en aquellos que estaban bajo el comunismo la situación no ha sido muy feliz durante muchos años.
En este sentido hay que decir que fue verdad que en aquella fase, que es una fase históricamente muy concreta y relativamente limitada, él desempeñó un papel en el desarrollo de aquellas elecciones. Pero no era en una perspectiva desde el punto de vista estrictamente político sino de defensa de la libertad, por el bien común del país. Su orientación fue siempre de carácter apostólico, religioso. Luego toda su actividad sucesiva ha continuado desarrollándose en este sentido. Ciertamente con una visión del empeño del cristiano en la sociedad, por una sociedad más justa, por una sociedad solidaria, por una sociedad según la doctrina social de la Iglesia
Pero hay que decir que aquel era un momento histórico muy particular y característico que hay que tener presente. No es que fuera un democristiano. En aquel caso, si uno no quería caer bajo el comunismo, tenía que votar por la Democracia Cristiana. No quedaban muchas opciones.
Padre Lombardi, con esta pregunta damos por terminada la entrevista. Usted, hablando de su tío y de su obra ha citado la palabra Movimiento. Yo tengo un libro que me regaló uno de los que trabajaron con su tío, que fue D. Federico Bellido López, sacerdote de Ávila, que se titula Pío XII – Por un Mundo Mejor. El Movimiento llevaba precisamente este nombre Movimiento por un Mundo Mejor. ¿Cuál es la situación actual del Movimiento, y si usted ha intervenido, interviene o ha formado parte de alguna manera de esta obra fundada por su tío.
R.- No. Yo personalmente no he estado implicado directamente en el Movimiento. Digamos que conozco personas que trabajan en él, y en años recientes han venido a hablarme; me han invitado a encontrarme con ellos, a participar en alguna de sus actividades. Pero no he sido nunca un miembro activo del Movimiento por un Mundo Mejor. Digamos que es un Movimiento que se ha desarrollado con el tiempo y que ha tenido tiempos en los que ha realizado un servicio muy grande, sobre todo en algunos países en los que se ha difundido abundantemente; en otros países es desconocido o no está presente, o da un pequeño contributo con un equipo de personas.
En el momento actual, por lo que yo sé en cuanto persona no responsable de nada ni implicada en modo alguno en el Movimiento, en los últimos decenios ha desarrollado sobre todo un trabajo de animación y de formación para una pastoral, parroquial o diocesana, inspirada en la construcción de la comunidad cristiana de manera muy participada y activa. Por tanto las personas del equipo que participan junto con el Mundo Mejor, se ponen a disposición o de una parroquia o de una diócesis para realizar actividades de formación, encuentros o iniciativas y que en un período de tiempo concreto se esfuerzan en llevar la pastoral de la parroquia o de la diócesis -digamos que son dos dimensiones diferentes, por lo que la metodología cambia sea para la diócesis que para la parroquia- a realizar un camino con el fin precisamente de hacerse comunitariamente más vivas y participantes.
Por ejemplo, en Colombia, son varias las diócesis implicadas en este camino. En Italia ha habido alguna diócesis, una o dos diócesis, pero son más las parroquias que realizan este camino. En otros países se están llevando a cabo actividades en este sentido. La cosa ha sido planteada de manera deseada, querida en los decenios recientes y dotada de una metodología de formación como apoyo a las parroquias y a las diócesis que desearan ser ayudadas a convertirse en comunidades más activas y dinámicas, y sentir mayormente una espiritualidad de comunión y de renovación en la línea del Concilio Vaticano II.
Muchísimas gracias, P. Lombardi, por el tiempo que tan generosamente nos ha concedido para Religión Digital, y por esta entrevista espléndida, de cuya lectura se beneficiarán nuestros lectores pues está llena de sugerencias y de orientaciones de gran valor, en especial para los que nos dedicamos sea a la comunicación social cristiana, sea a los que que trabajan en el campo de la pastoral . Sobre todo yo le agradezco la amabilidad que ha tenido conmigo, pues me he encontrado muy a gusto con usted, como siempre me ha sucedido en Radio Vaticano, demostrándome con ello un aprecio especial por mi persona.
Hasta una nueva ocasión que espero sea pronto. Muchas gracias.