El fallo del tribunal supone, en la práctica, que ninguno de los juzgados volverá a pisar la cárcel, puesto que Vallejo Balda ya ha cumplido la mitad de su condena, y se encontraba en situación de "semilibertad"
(Jesús Bastante).- Y, al final, la montaña parió un ratón. Como sucediera con el caso «Vatileaks», el escándalo de filtración de documentos secretos de la Santa Sede, conocido como «Vatileaks II», también se ha cerrado en falso. En una esperadísima sentencia, el tribunal vaticano ha condenado al sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda a una pena de 18 meses de prisión, de los que ya ha cumplido la mitad, mientras que para Francesca Chaouqui la condena es aún menor: 10 meses, «con pena suspendida», con lo que finalmente no irá a prisión.
El secretario de Vallejo, Nicola Maio, ha sido declarado inocente. En cuanto a los periodistas Gianni Nuzzi y Emiliano Fittipaldi, los jueces vaticanos confiesan «defecto de jurisdicción», con lo que los periodistas no pueden ser juzgados. En este punto, al menos, venció la libertad de prensa.
El fallo del tribunal supone, a grandes rasgos, que ninguno de los juzgados volverá a pisar la cárcel, puesto que Vallejo Balda ya ha cumplido la mitad de su condena, y se encontraba en situación de «semilibertad». A la espera del más que previsible indulto del Papa Francisco, el caso «Vatileaks II» quedará envuelto en las mismas dudas que se generaron hace ahora casi un año. ¿Quién filtró los documentos? ¿Por qué? ¿Fue una ataque o un intento fallido de ayudar al Papa en las reformas en la Iglesia?
El «defecto de jurisdicción» del tribunal vaticano para juzgar a los dos periodistas evita, además, un conflicto diplomático entre la Santa Sede y el Estado italiano, toda vez que éste último consagra la libertad de prensa como un derecho fundamental, y hubiera sido imposible que Nuzzi o Fittipaldi cumpliesen condena en cárceles del país transalpino. Cuestión similar ha sucedido en el caso de Francesa Chaouqui, quien no obstante sí ha sido declarada culpable de la filtración. La suspensión de la pena se debe más a criterios estrictamente personales, fundamentalmente el hecho de haber sido madre recientemente, y la presión mediática.
En cuanto a Vallejo Balda, el único de los acusados que reconoció haber filtrado documentación, y el único eclesiástico -y no italiano- de los cinco, se espera que esta misma tarde pueda ser puesto en libertad, y espere al indulto del Papa Francisco para regresar a su vida. Lo que sí parece claro, según han comentado a este diario fuentes vaticanas, es que Balda no permanecerá en Roma y, más que probablemente, tampoco a España. Dado que el religioso ha declarado su intención de seguir siendo sacerdote, es más que probable que sea enviado al extranjero -en Roma se habla de un país latinoamericano-.
Los momentos anteriores a la sentencia fueron un resumen de lo sucedido en los últimos meses: un Vallejo Balda sereno, dicharachero, que no quiso aportar un alegato final pero que sí quiso agasajar a los periodistas con una estampa de san Juan Pablo II y trozos de una camisa del papa polaco, a modo de reliquia; una Francesca Chaouqui desafiante e histriónica, que entre lágrimas, y con su hijo en brazos, anunció que, en caso de ser condenada, llevaría a su pequeño consigo a prisión; y los dos periodistas, Nuzzi y Fittipaldi, rehusando hablar al término del juicio pero reivindicando que la libertad de prensa no puede ser maniatada por tribunal alguno, incluidos los vaticanos. Gianni Nuzzi se ha presentado esta mañana ante los jueces con un ejemplar de su libro «Via Crucis» (el de Fittipaldi se titula «Avarizia») en una mano, y el texto de la Constitución italiana, en la otra.
La Chaoqui fue más allá y, en sus palabras ante el tribunal, reconoció ser «una persona que no logra callarse cuando debería, tengo un carácter que me lleva a cometer errores», y justificó sus apariciones televisivas y su campaña a través de las redes sociales porque era preciso «contar la verdad».
«Pidieron para mí la pena mayor como si hubiese construido todo sola«, lamentó la ex publicista, quien volvió a negar que amenazara a Balda o pasara información a los periodistas. Eso sí, advirtió que tiene en su poder numerosos documentos confidenciales, fruto de su trabajo en la extinta COSEA: «Si quisiera, al salir de aquí podría dárselos a los periodistas, pero no lo haría jamás«, apuntó.
Sea como fuere, los tribunales vaticanos no han querido involucrar al Papa en un proceso que arranó el pasado 24 de noviembre con la detención de Lucio Vallejo Balda y Francesca Chaouqui, y que juzga la filtración de documentos secretos de la comisión creada por el Papa Francisco para revisar y reordenar las cuentas de la Santa Sede (COSEA), así como una grabación al mismísimo pontífice.
Además de Chaouqui y Vallejo Balda, en el juicio están imputados los periodistas Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi y el consejero económico Nicola Maio, quienes enfrentaban cargos por divulgación de documentos reservados «contra la seguridad del Estado», un delito que, según la ley de la Santa Sede, podía haber sido penado con hasta ocho años de prisión.
La divulgación de documentos reservados «contra la seguridad del Estado», es «un delito en virtud de la Ley no. IX del Estado de la Ciudad del Vaticano (13 de julio de 2013) artículo. 10 (art. 116 bis C. P.)», con una pena de 4 a 8 años de cárcel». No habrá cárcel para ninguno y, una vez más, los secretos continuarán entre los muros del Vaticano.