Transparentar a este Papa de la primavera es la misión de Burke y Garcia Ovejero. ¡Mucha suerte, compañeros!
(José M. Vidal).- Deja el listón muy alto. Se va Lombardi, tras diez años de máximo responsable de la comunicación vaticana, en los que dio, día a día, todo un recital de temple personal y de maestría comunicativa. Y es que el jesuita italiano es toda una personalidad eclesial en lo humano y en lo espiritual. Como dijo monseñor Viganó en su despedida: «El padre Lombardi nos deja una amplia visión eclesial y una hermenéutica espiritual de la Iglesia»
Una frase que define al todavía portavoz de la Santa Sede y que, traducida a román paladino, significa varias cosas. Primero, que Lombardi no utilizó el cargo para brillar y hacerse un hueco entre las estrellas mediáticas globales. Optó por ocultarse, por esconderse, por estar en segundo plano. Es decir, en su sitio. Porque el primero le corresponde al Papa. A los dos Papas, tan diferentes, a los que sirvió: Benedicto XVI y Juan Pablo II.
En segundo lugar, Lombardi siempre se dedicó a sumar. En los tiempos de Francisco y en los de Benedicto. En los de este último intentó sumar por la izquierda eclesial. En los de Francisco, por la derecha. Firme partidario del y/y, tiene una visión eclesial pluralista, abierta y de mosaico. Una visión poliédrica eclesial, que tanto le gusta a Francisco y que se resume en hacer praxis eso de que «Iglesia somos todos».
Además, Lombardi siempre utilizó la hermenéutica de la espiritualidad. Es decir, a la hora de relacionarse y de ejercer su oficio de comunicador no tenía enemigos. Los periodistas son, para él, compañeros de viaje imprescindibles e instrumentos necesarios para que la voz del Papa y de la Iglesia resuene en la sociedad. Consciente de las diferencias, de los enfoques superficiales a veces, de la búsqueda de lo morboso, del respeto a las diferentes líneas editoriales de los medios y de la presión con la que, casi siempre, trabajan los profesionales, nunca consideró a nadie antagonista.
A todo ello, Lombardi sumó su clase, su saber estar, su prudencia, su tacto y hasta su ironía. Como aquel 11 de febrero de 2013, cuando Benedicto XVI acababa de renunciar y la Iglesia temblaba, Lombardi explicaba el hecho con toda tranquilidad: «Bien, veo que estamos todos…Ha sido un gran acto de gobierno de la Iglesia». Y el tiempo le dio la razón. Como casi siempre.
Se va Lombardi, pero no se jubila. «Para los curas no hay jubilación», dice. Todavía acompañará al Papa en su viaje a Polonia para la JMJ y, después, se dedicará de lleno a su cargo de asistente del General de la Compañía de Jesús. Su nombre figurará, sin duda, entre los aspirantes a suceder a Adolfo Nicolás como Papa negro, en la congregación general que comenzará en Roma el 2 de octubre. Sería el signo más claro y evidente de que la Compañía se vuelca, con armas y bagajes, en la promoción y en el impulso de la primavera de Francisco.
Con la renuncia del padre Lombardi termina una época. Los sucesores elegidos por el Papa presentan muchas novedades juntas: dos laicos, dos periodistas y una ‘vice’. Por vez primera en la historia de la Sala Stampa, la van a dirigir dos laicos, dos profesionales de los medios y, como subdirectora, una mujer. Uno inglés y la otra, española, las dos lenguas vehiculares de la Iglesia, del mundo y de un papado global.
De entrada, todo un golpe de efecto del Francisco. A partir de agosto, tanto Greg Burke como Paloma García Ovejero, tendrán que demostrar sus capacidades para suceder al maestro Lombardi. Los dos tienen cualidades probadas para ejercer una comunicación competente y, sobre todo, creíble y transparente de este Papa icono, tan mediático por sí mismo y tan especial. Porque Francisco es el mensaje y sus portavoces sólo tienen que transparentarlo, transmitir ese mensaje sine glosa.
La gente y el pueblo de Dios, en su adultez, no necesitan filtros ni subterfugios ni componendas ni interpretaciones de lo que Francisco hace y dice. Se le entiende todo lo que dice y todo lo que hace. Es ya el Papa global y el Papa del pueblo y para el pueblo. El único y auténtico comunicador eclesial es Bergoglio. Comunicar al Papa de la misericordia: Ésa es la tarea de los dos nuevos responsables de la comunicación vaticana.
Lo tienen fácil. El mundo tiene sed de la Buena Noticia de Jesús y ha puesto sus esperanzas más profundas en su ‘siervo’, el Papa Francisco, que, con sus gestos y palabras, se ha ganado el corazón del mundo y se ha convertido en un líder respetado y con autoridad moral mundial. Los ricos le temen o le respetan y los pobres le adoran. Transparentar a este Papa de la primavera es la misión de Burke y Garcia Ovejero. ¡Mucha suerte, compañeros!
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