Hagamos tesoro de esta herencia y sintámonos llamados cada día a donar al mundo, como pidió Jesús, el testimonio del amor y de la unidad entre nosotros
(Jesús Bastante).- «¿Sabe cuál es la diferencia entre un liturgista y un terrorista? Tú puedes negociar con un terrorista». La broma del arzobispo de Canterbury, Justin Welby, acabó con una carcajada del Papa Francisco.
Después de que ayer tarde ambos firmaran una declaración conjunta, antes de que rezaran juntos las vísperas, los máximos líderes de la Iglesia católica y la Anglicana volvieron a encontrarse en el Vaticano para dejar claro que, pese a las diferencias, «el ecumenismo nunca es un empobrecimiento, sino una riqueza«.
La tan ansiada unidad entre los cristianos, más que un reto a corto plazo, es el camino a seguir, trabajando juntos, rezando juntos, con el testimonio y la vida en común. En el «camino ecuménico» de Francisco, la unidad institucional no es un objetivo en sí mismo. Sí lo es el «ecumenismo real», del cuidado, la oración común, el trabajo compartido y la lucha por los valores. El reconocerse como hermanos en la fe.
Oración, testimonio y misión, son las claves del entendimiento. Y es que Francisco y Welby se trataron como hermanos, como pastores de un mismo rebaño, el de los seguidores de Jesús. Y, con los hechos, demostraron su confianza y su amistad. Durante la audiencia de hoy, el Papa alentó a «no desfallecer» en orar por la unidad.
«En la tarde de ayer celebramos las Vísperas, esta mañana han rezado aquí, ante la tumba del Apóstol Pedro: no nos cansemos de pedir juntos e insistentemente al Señor el don de la unidad«, señaló Francisco, quien recordó la importancia del «encuentro y el intercambio».
«Somos cristianos que, por fe y con fe, se han escuchado entre sí y compartieron tiempo y fuerzas«, destacó el Papa, quien afirmó que, gracias al trabajo en común, «maduró la certeza de que, lo que el Espíritu sembró en el otro, produce una cosecha común. Hagamos tesoro de esta herencia y sintámonos llamados cada día a donar al mundo, como pidió Jesús, el testimonio del amor y de la unidad entre nosotros».
Finalmente, y refiriéndose a la misión, Bergoglio recalcó que «hay un tiempo para cada cosa», y el actual «es el tiempo en el que el Señor nos interpela, en especial, a salir de nosotros mismos y de nuestros ambientes, para llevar su amor misericordioso a un mundo sediento de paz. Ayudémonos los unos a los otros a poner en el centro las exigencias del Evangelio y a gastarnos concretamente en esta misión».