Como cristianos somos conscientes que todo es don de Dios y la verdadera riqueza no es el dinero, sino el amor de Dios, que nos hace libres
«Los animo a continuar en el compromiso de promoción y ayuda en favor de las nuevas generaciones para que puedan afrontar los desafíos de la vida siempre animados por una sensibilidad evangélica y espíritu de fe». Lo dijo el Papa Francisco a los miembros de la Fundación Juan Pablo II, a quienes recibió en audiencia en el marco de la celebración del 35° Aniversario de vida institucional.
En su discurso, el Santo Padre recordó los treinta y cinco años de labor que la Fundación viene realizando, ocasión oportuna, dijo el Papa, para realizar un balance y al mismo tiempo trazar nuevas metas y objetivos para el futuro.
«La finalidad de su Fundación», precisó, «es sostener las iniciativas de carácter educativo, cultural, religioso y caritativo inspiradas en la figura de San Juan Pablo II, de quien mañana celebraremos la memoria litúrgica». Iniciativas y acciones presentes en diferentes países del mundo, beneficiando a numerosos estudiantes en la realización de sus estudios.
«Los animo a continuar en el compromiso de promoción y ayuda en favor de las nuevas generaciones para que puedan afrontar los desafíos de la vida siempre animados por una sensibilidad evangélica y espíritu de fe. Formar a la juventud es una inversión para el futuro: ¡que a los jóvenes no les sea robada jamás la esperanza del mañana!«, alentó el obispo de Roma.
Este Año Jubilar que está concluyendo, agregó el sucesor de Pedro, nos ha impulsado a reflexionar y meditar sobre la grandeza de la Divina Misericordia en un tiempo en el cual el hombre, motivado por los progresos de la técnica y de la ciencia, tiende a sentirse autosuficiente, como si se hubiese emancipado de toda autoridad superior, creyendo que todo depende de él. En palabras de Francisco, en cambio, «como cristianos somos conscientes que todo es don de Dios y la verdadera riqueza no es el dinero, que al contrario nos puede hacer esclavos, sino el amor de Dios, que nos hace libres».
Recordando su reciente viaje a Polonia con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco resaltó la «alegría de la fe» que encontró en los jóvenes.
La tierra polaca, dijo, ha tenido grandes hijos y apóstoles de la misericordia, Santa Faustina Kowalska y San Juan Pablo II. «El Santo Papa se expresaba así, en la Encíclica Dives in misericordia: «Jesús, sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la ‘condición humana’ histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral».
En cambio, agregó el pontífice, Santa Faustina, en su Diario, escribía una exhortación a ella dirigida por el Señor Jesús: «Hija mía, observa mi Corazón misericordioso y reproduce su compasión en tu corazón y en tus acciones, de modo que tú misma, que proclamas al mundo mi misericordia, seas inflamada por ella» (n. 1688).
Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco alentó a que estas palabras y el testimonio de estos dos santos puedan iluminar el trabajo generoso que la Fundación desarrolla. «Puedan las palabras, y sobre todo los ejemplos de vida de estos dos luminosos testigos inspirar siempre su generoso compromiso. La Virgen María, Mater Misericordiae, los cuide y los acompañe. Los bendigo de corazón a todos ustedes y a sus familias y comunidad; y les pido por favor de rezar por mí«. (RD/RV)