La Academia estudiará los diversos aspectos relacionados con el cuidado de la dignidad de la persona humana en las distintas edades de la existencia"
(Cameron Doody).- Francisco amansa a la archiconservadora Academia Pontificia para la Vida. En el nuevo Estatuto de la Academia, publicado este sábado, desparece la invitación a los académicos a firmar el agresivo «Juramento de los Servidores de la Vida». A su vez se les propone un mesurado «cuidado de la dignidad de la persona» en cada etapa de su vida, muy en la línea del tono dialogante que ha distinguido al actual pontificado.
La renovación del Papa de la razón de ser de la Academia llega tras los cambios de personal que emprendió en agosto, a favor de prelados abiertos a su lógica de misericordia pastoral, y tras sustituir al cardenal Sarah en el acto de apertura del curso académico del Instituto Juan Pablo II, organismo al que la Academia va unida desde la creación del nuevo Dicasterio para Laicos, Familia y Vida.
Los tres encargos específicos de la Academia siguen siendo los mismos que en 2004, fecha en la que sus estatutos sufrieron su última modificación. Son los de estudiar cuestiones relacionadas con la promoción y defensa de la vida, formar en la «cultura de la vida», e informar sobre los resultados de sus investigaciones.
Sí resulta novedoso, no obstante, el siguiente párrafo, ausente en la redacción de 2004. De acuerdo con éste la Academia:
… estudia los diversos aspectos relacionados con el cuidado de la dignidad de la persona humana en las distintas edades de la existencia, el respeto mutuo entre géneros y generaciones, la defensa de la dignidad de cada ser humano, la promoción de una calidad de vida humana que integre el valor material y espiritual, con la perspectiva de una auténtica «ecología humana», que ayude a restablecer el equilibrio original de la creación entre la persona humana y el universo entero.
Desaparece en la nueva constitución, a su vez, toda referencia en el artículo 5 al combativo «Juramento de los Servidores de la Vida», redactado por el primer presidente de la Academia, Jerome Lejeune, en 1994. Este juramento reza, en parte:
Desde el momento de la concepción la persona es inalienable. El óvulo fertilizado, el embrión, el feto, los recién nacidos, no se puede deshacer de ellos ni venderlos. Nadie puede someterlos a ningún experimento.
«Los nuevos Académicos se comprometen a promover y defender los principios relativos al valor de la vida y de la dignidad de la persona humana». Esta cláusula es lo que queda en la nueva redacción del antiguo juramento, con lo cual se deja entrever que el Papa quiere una defensa de la cultura de vida más sosegada, apacible y respetuosa con la cultura actual.
Las dos modificaciones -en combinación con la abolición de la afiliación de por vida a la Academia, y del vínculo de la Academia con la Congregación para la Doctrina de la Fe– permitirán al Papa Francisco remodelar la composición y misión de la misma para que parezca cada vez más a la Unidad de Cuidados Intensivos de una Iglesia «hospital de campaña».