Seamos instrumentos de la misericordia de Dios. Todos podemos serlo. La misericordia restituye alegría y dignidad a los que las han perdido
(José M. Vidal).-Audiencia del Papa Francisco, centrada en dos obras de misericordia: visitar a los enfermos y a los encarcelados. Dos obras de misericordia que el Papa «lleva en el corazón». Por eso, pide a los católicos que no dejen solos a los enfermos y a los presos, en sus «catedrales del dolor».
Día frío y soleado en la Plaza de San Pedro, que se dirige hacia la clausura, este fin de semana, del Año de la Misericordia, con el Jubileo de los excluidos.
Lectura del Evangelio de Marcos, en el pasaje de la curación de la suegra de Pedro: «La suegra de Simón estaba en casa con fiebre…La cogió de la mano, la levantó y la curó…Ella se puso a servirles…Por la noche, curó muchos enfermos y expulsó muchos demonios…»
Algunas frases de la catequesis del Papa
«La vida de Jesús fue un incesante encuentro con las personas»
«Especialmente, encuentros con los enfermos de todo tipo»
«Entre las obras de misericordia, no pueden faltar las de visitar y asistir a los enfermos»
«Y la de ser cercanos a los que se encuentran en la cárcel»
«Los enfermos y encarcelados viven una condición que limita su libertad»
«Jesús nos donó la posibilidad de ser libres, a pesar de las limitaciones de la enfermedad»
«El Señor nos invita a un gesto: la compasión»
«En la enfermedad, se hace experiencia más profunda de la soledad en la vida»
«Una sonrisa, una caricia, un saludo son gestos sencillos, pero muy importantes para el que se siente abandonado a sí mismo»
«¡Cuántas personas se dedican a visitar a los enfermos en sus casas o en los hospitales!»
«Es la expresión elocuente y eficaz de la misericordia»
«No dejemos solos a los enfermos»
«Los hospitales son auténticas catedrales del dolor, donde se evidencia la fuerza de la caridad que sostiene»
«También pienso en los encarcelados. Jesús no los ha olvidado tampoco»
«No hacernos jueces de nadie»
«La sociedad actual sufre de justicialismo»
«Si alguien está en cárcel es porque se ha equivocado»
«Pero sigue siendo para siempre una persona amada por Dios»
«¿Quién puede entrar en la intimidad de su conciencia?»
«Es demasiado fácil lavarse las manos, afirmando que se ha equivocado»
«Visitar a los encarcelados es una obra de misericordia»
«Que nadie señale con el dedo a nadie»
«Pienso a menudo en los encarcelados. Los llevo en el corazón»
«Necesitan cercanía y ternura»
«¡Cuántas lágrimas he visto en las mejillas de los presos!»
«Jesús y los apóstoles pasaron por la prisión»
«El pasado domingo fue el Jubileo de los presos. Por la tarde, vino a verme un grupo de presos de Pádua. Les pregunté que iban a hacer el día siguiente, antes de volver a la cárcel. ‘Iremos a la cárcel Mamartina, para compartir la experiencia de San Pablo’, me dijeron. Me hizo bien. Querían ir a la cárcel en la que había estado Pablo».
«Pablo se sentía solo, porque la mayoría le había dejado solo»
«Jesús fue a visitar a la suegra de Pedro y dejó todo lo demás»
«Seamos instrumentos de la misericordia de Dios. Todos podemos serlo. Y esto nos hará más bien a nosotros que a los demás»
«La misericordia restituye alegría y dignidad a los que las han perdido»
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Muchos relatos de los evangelios nos muestran que la vida de Jesús se caracterizó por ser un continuo encuentro con las personas, fue especialmente cercano a los enfermos, a los que consoló y curó de sus enfermedades y dolencias. También los encarcelados fueron objeto de su cercanía; a los privados de libertad, Jesús les brindó la nueva y verdadera libertad que nace del encuentro personal con él y que da un sentido nuevo a la vida.
Por lo tanto, siguiendo el ejemplo Jesús, no podía faltar entre las obras de misericordia el visitar a los enfermos y a los encarcelados. Como cristianos estamos llamados a convertirnos en instrumentos de la misericordia de Dios, siendo cercanos y sin juzgar a nadie, para que nadie se sienta abandonado a su suerte ni tampoco acusado, sino que todos, sin exclusión, se sientan amados por Dios mediante gestos que expresen solidaridad y respeto. Estos gestos, cuando son hechos en nombre de Dios, se convierten en auténticos signos elocuentes y eficaces de su misericordia.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los animo a que sean valientes y abran el corazón a Dios y a los hermanos, de modo que sean instrumentos de la misericordia y ternura de Dios, que restituye la alegría y la dignidad a quienes la han perdido. Muchas gracias.
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La vida de Jesús, sobre todo en los tres años de su ministerio público, ha sido un incesante encuentro con las personas. Entre ellas, un lugar especial lo han tenido los enfermos. ¡Cuántas páginas de los Evangelios narran estos encuentros! El paralítico, el ciego, el leproso, el endemoniado, el epiléptico, e innumerables enfermos de todo tipo… Jesús se ha hecho cercano a cada uno de ellos y los ha sanado con su presencia y la potencia de su fuerza sanadora. Por lo tanto, no puede faltar, entre las Obras de misericordia, aquella de visitar y asistir a las personas enfermas.
Junto a esta podemos poner también aquella de estar cerca a las personas que se encuentran en la cárcel. De hecho, sean los enfermos que los encarcelados viven en una condición que limita su libertad. ¡Y justamente cuando nos falta, nos damos cuenta de cuanto esta sea preciosa! Jesús nos ha donado la posibilidad de ser libres no obstante los límites de la enfermedad y de las restricciones. Él nos ofrece la libertad que proviene de su encuentro y del sentido nuevo que este encuentro trae a nuestra condición personal.
Con estas Obras de misericordia el Señor nos invita a un gesto de grande humanidad: el compartir. Recordemos estas palabras: el compartir. Quien está enfermo, muchas veces se siente solo. No podemos ocultar que, sobre todo en nuestros días, justamente en la enfermedad se tiene la experiencia más profunda de la soledad que atraviesa gran parte de la vida. ¡Una visita puede hacer sentir a la persona enferma menos sola y un poco de compañía es una óptima medicina! Una sonrisa, una caricia, un apretón de manos son gestos simples, pero muy importantes para quien se siente estar abandonado a sí mismo. ¡Cuántas personas se dedican a visitar a los enfermos en los hospitales o en sus casas! Es una obra de voluntariado impagable. Cuando es realizada en el nombre del Señor, entonces se convierte también en expresión elocuente y eficaz de misericordia. ¡No dejemos solas a las personas enfermas! No impidamos les impidamos encontrar alivio y a nosotros de ser enriquecidos por la cercanía, con quien sufre. Los hospitales son verdaderas «catedrales del dolor», donde también se hace evidente la fuerza de la caridad que sostiene y siente compasión.
De la misma manera, pienso a quienes están encerrados en la cárcel. Jesús no se ha olvidado ni siquiera de ellos. Poniendo la visita a los encarcelados entre las obras de misericordia, ha querido invitarnos, en primer lugar, a no hacernos jueces de nadie. Cierto, si uno está en la cárcel es porque se ha equivocado, no ha respetado la ley y la convivencia civil. Por eso en la prisión, está descontando su pena. Pero cualquier cosa pueda haber hecho un encarcelado, él es siempre amado por Dios. ¿Quién puede entrar en lo íntimo de su conciencia para entender que siente? ¿Quién puede comprender el dolor y el remordimiento? Es demasiado fácil lavarse las manos afirmando que se ha equivocado. Un cristiano está llamado más bien a hacerse cargo, para que quien se ha equivocado comprenda el mal realizado y vuelva a sí mismo. La falta de libertad es sin duda una de las privaciones más grandes para el ser humano. Si a esta se agrega el degrado por las condiciones a menudo sin humanidad en la cuales estas personas se encuentran viviendo, entonces es realmente el caso en el que un cristiano se siente provocado a hacer de todo para restituir su dignidad.
Visitar a las personas en la cárcel es una obra de misericordia que sobre todo hoy asume un valor particular por las diversas formas de justicialismo al cual estamos sometidos. Por lo tanto, nadie apunte el dedo contra alguien. En cambio, todos volvámonos instrumentos de misericordia, con actitudes de comunión y de respeto. Pienso a menudo en los encarcelados… pienso a menudo, los llevo en el corazón. Me pregunto qué los ha llevado a delinquir y cómo hayan podido ceder a las diversas formas del mal. Sin embargo, junto a estos pensamientos siento que tienen todos necesidad de cercanía y de ternura, porque la misericordia de Dios cumple prodigios. ¡Cuántas lágrimas he visto derramarse sobre las mejillas de prisioneros que quizás, jamás en su vida habían llorado! Y esto sólo porque se sintieron acogidos y amados.
Y no olvidemos que también Jesús y los apóstoles han tenido la experiencia de la prisión. En los relatos de la Pasión conocemos los sufrimientos a los cuales el Señor ha sido sometido: capturado, arrastrado como un malhechor, ridiculizado, flagelado, coronado con espinas… ¡Él, el único inocente! Y también San Pedro y San Pablo estuvieron en la cárcel (Cfr. Hech 12,5; Fil 1,12-17). El domingo pasado – que ha sido el domingo del Jubileo de los encarcelados – en la tarde ha venido a verme un grupo de encarcelados padanos. Yo les pregunte qué cosa habrían hecho al día siguiente, antes de regresar a Padua. Me han dicho: «Iremos a la cárcel Mamertina para compartir la experiencia de San Pablo». Es bello… escuchar esto me ha hecho bien. Estos encarcelados querían visitar a Pablo prisionero. Es una cosa bella. A mí me ha hecho bien. Y también allí, en prisión, han rezado y evangelizado. Es conmovedora la página de los Hechos de los Apóstoles en la cual se relata la reclusión de Pablo: se sentía sólo y deseaba que alguno de los amigos lo visitara (Cfr. 2 Tim 4,9-15). Se sentía solo porque la gran mayoría lo había dejado solo… el gran Pablo.
Estas obras de misericordia, como se ve, son antiguas y sin embargo siempre actuales. Jesús ha dejado aquello que estaba haciendo para ir a visitar a la suegra de Pedro; una antigua obra de caridad. Jesús lo ha hecho. No caigamos en la indiferencia, mas volvámonos instrumentos de la misericordia de Dios. Todos nosotros podemos ser instrumentos de la misericordia de Dios y esto hará más bien a nosotros que a los demás porque la misericordia pasa a través de un gesto, una palabra, una visita. Y esta misericordia es un acto para restituir alegría y dignidad a quien la ha perdido. Gracias.