El Pontífice recuerda entonces que "como base de toda iniciativa está ante todo una libre y valiente voluntad de bien, con la finalidad de resolver este importante problema de salud global: una real y verdadera "sabiduría del corazón"
(RV).- Que el valor eminente de la persona humana sea el fundamento de soluciones «realísticas, valientes, generosas y solidarias«: lo escribe el Papa Francisco en un mensaje dirigido a la XXXI Conferencia Internacional sobre el tema «Por una cultura de la salud acogedora y solidaria al servicio de las personas afectadas por patologías raras y descuidadas», que reúne esta semana en el Vaticano a expertos procedentes de todas partes del mundo para profundizar sobre este tema. La conferencia ha sido organizada por el Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios.
En el mensaje, dirigido a Mons. Jean Marie Mupendawatu, secretario del Dicasterio, el Pontífice ha querido recordar al arzobispo Zygmunt Zimowski, expresidente del mismo Pontificio Consejo, fallecido en julio pasado.
Dirigiéndose a los expertos que participan en la Conferencia, el Papa resalta el «valor eminente» del ser humano afirmando que «toda persona, sobre todo aquella que sufre – también debido a una enfermedad rara o descuidada – merece sin indecisión todo esfuerzo para ser acogida, cuidada y, en lo posible, curada».
«El desafío» es «desmesurado, porque «implica responsabilidades y compromisos a escala global«, «pero no imposible» – asegura – resaltando la necesidad de un «acercamiento integrado», «no sólo de competencias sanitarias calificadas y diversificadas, sino también extra-sanitarias», «para la planificación de estrategias operativas».
El Pontífice recuerda entonces que «como base de toda iniciativa está ante todo una libre y valiente voluntad de bien, con la finalidad de resolver este importante problema de salud global: una real y verdadera «sabiduría del corazón».
«Por tanto – agrega – junto con el estudio científico y técnico resultan cruciales la determinación y el testimonio de quien se pone en juego en las periferias no sólo existenciales sino también asistenciales del mundo, como con frecuencia es el caso de las enfermedades raras y descuidadas».
Francisco destaca la presencia de la Iglesia que «desde siempre» está «presente en este campo y continuará en este comprometedor y exigente camino de cercanía y de acompañamiento al hombre que sufre«. Y definiendo «determinante» la relación entre estas enfermedades y el ambiente pone «nuevamente el acento en la absoluta importancia del respeto y de la custodia de la creación, de nuestra casa común».
El Santo Padre llama también la atención sobre la prioridad para la Iglesia de «mantenerse dinámicamente en un estado de ‘salida’, a fin de dar testimonio en lo concreto de la misericordia divina, haciéndose ‘hospital de campo’ para las personas marginadas, que viven en cada periferia existencial, socio-económica, sanitaria, ambiental y geográfica del mundo».
La última consideración del Papa tiene que ver con el tema de la justicia: «la consideración a escala social de este fenómeno sanitario – asegura – reclama una clara instancia de justicia, en el sentido de dar a cada uno lo suyo. Es decir, el mismo acceso a los cuidados eficaces para las mismas necesidades de salud», independientemente de los contextos socio-económicos, geográficos y culturales diferentes.
Esto, recuerda el Obispo de Roma, se refleja en los principios de sociabilidad, subsidiaridad y solidaridad que son la base de la doctrina social de la Iglesia. Sobre estas tres bases el Pontífice espera que se identifiquen soluciones realistas, valientes, generosas y solidarias que tengan al centro el valor eminente del ser humano» confiando a María el compromiso de hacer «cada vez más humano el servicio que, diariamente, las diversas figuras profesionales del mundo de la salud desarrollan a favor de los que sufren».
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