Con su experiencia incomparable en la misión de proteger a los menores y adultos vulnerable, el cardenal Sean ciertamente realizará una contribución importante al trabajo de la Congregación
(C. Doody).- «Si quieres mandar una señal que algo te lo tomas en serio, y que tu reforma va en serio, quieres al cardenal O’Malley involucrado en ello». Así ha reaccionado John L. Allen al nombramiento del arzobispo de Boston a la CDF: designación que ha sido acogida como otra muestra más de la determinación del Papa Francisco de erradicar de una vez por todas los abusos de la Iglesia.
«Este nombramiento es otra confirmación de que él (O’Malley) es el referente de este Papa, y de la Iglesia entera, en la lucha contra los abusos sexuales infantiles», declaró Allen a una radio local de Boston este domingo.
La designación del prelado, efectuado este sábado por el pontífice, crea por vez primera un vínculo directo entre la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores -organismo del que O’Malley es presidente- y la Congregación para la Doctrina de la Fe, la institución encargada con el procesamiento de los curas abusadores y de los obispos que encubren sus crímenes.
Cuando el Papa Francisco instituyó la Comisión anti-abusos en marzo 2014, le encargó dos misiones especiales. Una: la de proponer directamente a él «las iniciativas más adecuadas para la protección de los menores y adultos vulnerables, así como realizar todo lo posible para asegurar que delitos como los sucedidos ya no se repitan en la Iglesia». Dos: la de promover, junto con la CDF, «la responsabilidad de las Iglesias particulares para la protección de todos los menores y adultos vulnerables».
Francisco también reiteró tan recientemente como el pasado 2 de enero el compromiso de la Iglesia entera «para que estas atrocidades no vuelvan a suceder entre nosotros». «Tomemos el coraje necesario para implementar todas las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que tales crímenes no se repitan más», escribió el pontífice a todos los obispos del mundo. «Asumamos clara y lealmente la consigna «tolerancia cero» en este asunto».
Ahora, tras crearse este vínculo directo entre Comisión y Congregación en la persona de O’Malley, se han despertado nuevas esperanzas de que el Papa, por fin, podrá acabar con la cultura de silencio y encubrimiento de abusos -en la Curia romana y alrededor del mundo- que tanto daño ha infligido tanto a las víctimas como a la Iglesia en general.
La designación del arzobispo de Boston dará un nuevo impulso al sueño del pontífice de establecer un tribunal especial en la CDF para juzgar a obispos por «abuso de poder, omisiones o coberturas» en su gestión de casos de abusos: propuesta a la que ciertas figuras de la Curia se han opuesto de forma resoluta. El cardenal O’Malley, no obstante, respalda la proposición de forma incondicional, tal y como declaró mediante un comunicado de la Comisión anti-abusos en febrero del año pasado.
En lo se refiere a los abusos, dijo el pupurado en aquel momento, «nuestras obligaciones, en virtud de la ley civil, deben ser sin duda respetadas, pero incluso más allá de estos requisitos, tenemos toda la responsabilidad moral y ética en reportar el supuesto abuso a las autoridades civiles que tienen la tarea de proteger a nuestra sociedad».
«Es una noticia maravillosa para la Congregación y para nuestra Comisión la de que el cardenal O’Malley haya sido nombrado miembro», opinó este sábado a Crux Monseñor Robert Oliver, miembro de la curia de Boston y también secretario de la Comisión anti-abusos. «Para más de veinticinco años, ha sido un líder mundial a la hora de promover y de salvaguardar la doctrina de la Iglesia sobre la fe y moral».
«Con su experiencia incomparable en la misión de proteger a los menores y adultos vulnerable, el cardenal Sean ciertamente realizará una contribución importante al trabajo de la Congregación», añadió Oliver.
Un nuevo libro da fe de lo difícil que lo tiene Francisco a la hora de acabar con el encubrimiento
Lussuria («Lujuria») -un nuevo libro que saldrá a la venta este jueves- da fe de la dificultad de la tarea que el Papa Francisco se ha asignado al querer extirpar el cáncer de los abusos del seno del catolicismo.
Su autor, Emiliano Fittipaldi -un periodista italiano conocido por su papel en el escándalo de «Vatileaks II»- explicó en una entrevista con The Guardian publicada este lunes que su tomo gira en torno a precisamente este tema: el de la cultura del oscurantismo que rodea la cuestión de las agresiones cometidas por religiosos.
«El mensaje principal de libro, el problema, es que no se lucha contra la pedofilia con la fuerza suficiente», ha comentado Fittipaldi al rotativo británico. «Alrededor del mundo, la Iglesia continúa protegiendo la privacidad de los pedófilos y también de los cardenales que les protege».
En cuanto al Papa, el periodista ha querido señalar que a su juicio «Francisco no defiende directamente a los pedófilos, pero no ha hecho casi nada para contrarrestar el fenómeno». Acusación que resulta algo hueca tras comprobar los números en que se apoya el periodista. No solo ha dictado este pontífice las pautas para juzgar a obispos negligentes -contundencia con los abusadores que le condujo incluso a ordenar el arresto del ex-nuncio a la República Dominicana, Josef Wesolowski, por presunta pederastia- sino que la Iglesia mundial en realidad ha experimentado un bajón en los casos de abusos desde que Francisco llegó a la cátedra de San Pedro.
En concreto, en los tres años del papado de Francisco son 1.200 los nuevos casos de presuntos pederastas los que han sido remitidos a la CDF en Roma: una cifra que ronda la cantidad llegada en los dos últimos años de su predecesor, Benedicto XVI.
Más bien, los verdaderas culpables por el fenómeno que señala Fittipaldi en su libro son los tabúes que aún rodean el tema, y especialmente la renuencia a criticar a la Iglesia que pervive todavía en las sociedades tradicionalmente católicas.
«En todos los países católicos, en Italia, España, América Latina, los crímenes sexuales de sacerdotes son difíciles de denunciar», ha comentado el periodista. «Hay un tipo de auto-censura, por parte de periodistas y víctimas debido a la vergüenza y porque la influencia de la Iglesia es muy fuerte».