Que podamos ser considerados sinceros sin recurrir a intervenciones superiores para ser creídos, porque la desconfianza y la difidencia recíproca siempre amenazan la serenidad
(Jesús Bastante).- «No seamos cristianos de fachada, sino de sustancia». Este fue el llamamiento de Francisco durante el Angelus, en una fría y abarrotada plaza de San Pedro. Entre vivas al Papa y mucha animación -mucha presencia del Camino Neocatecumenal-, Bergoglio recordó los tres mandamientos de los que habla Jesús en el Evangelio de hoy: «No insultéis, no deseéis a la mujer de los otros, no juréis».
«Lo que se dijo en la antigua alianza no fue todo: Jesús vino a cumplir y promulgar definitivamente la ley de Dios«, subrayó el Papa, quien insistió en que «Jesús nos invita a no establecer una lista de delitos ni una gradualidad, sino considerar a todos ellos perjudiciales, ya que en ellos se esconde la intención de hacer daño a los demás«.
Después de recordar que Jesús nos enseña cómo realizar plenamente la voluntad de Dios, con una «justicia superior» con respecto a la de los escribas y de los fariseos, el obispo de Roma destacó que se trata de una «justicia animada por el amor, la caridad y la misericordia», es decir, «capaz de realizar la sustancia de los mandamientos, evitando el riesgo del formalismo».
«El formalismo del ‘esto puedo, esto no puedo’. No, es más allá. Cada caso, cada uno». Y analizó, junto a la Palabra de Jesús, que va a la raíz del mal, tres aspectos del pecado del hombre como son el homicidio, el adulterio y el juramento.
Antes de invocar la ayuda de la Madre de Dios Francisco concluyó diciendo que «estamos llamados a instaurar entre nosotros, en nuestras familias, en nuestras comunidades, un clima de transparencia y de confianza recíprocas», de modo que «podamos ser considerados sinceros sin recurrir a intervenciones superiores para ser creídos, porque la desconfianza y la difidencia recíproca siempre amenazan la serenidad».
Texto del Papa:
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
La liturgia de hoy nos presenta otra página del Discurso de la Montaña, que encontramos en el evangelio de Mateo. En este paso Jesús quiere ayudar a sus oyentes a realizar una nueva lectura de la ley mosaica.
Aquello que fue dicho en la Antigua alianza no rea todo: Jesús vino para cumplir y promulgar de manera definitiva la ley de Dios. Él manifiesta la finalidad originaria y cumple los aspectos auténticos, y hace todo esto con su predicación y más aún con ofreciéndose a sí mismo en la cruz.
Así Jesús enseña como hacer plenamente la voluntad de Dios, con una «justicia superior» respecto alos escribas y fariseos. Una Justicia animada por el amor, la caridad, la misericordia y por lo tanto capaz de realizar la sustancia de los mandamientos, evitando el riesgo del formalismo. En particular en el Evangelio de hoy Jesús toma en consideración tres aspectos: el homicidio, el adulterio y el juramento.
Sobre el mandamiento «no matar», Él afirma que se viola no solamente con el homicidio efectivo, sino también con comportamientos que ofenden la dignidad de la persona humana, incluidas las palabras injuriosas. Seguramente estas no tienen la misma gravedad y culpa del asesinato, pero se poene en la misma línea, porque tiene las mismas premisas y revelan la misma maldad.
Jesús nos invita a no establecer una lista que evalúa las ofensas, sino considerarlas a todas dañosas, porque movidas por el deseo de hacer mal al prójimo.
Otro cumplimento aporta a la ley matrimonial. El adulterio era considerado una violación del derecho de propiedad del hombre sobre la mujer. Jesús en cambio va a la raíz del mal. Así como se llega al homicidio a través de las injurias y las ofensas, así se llega al adulterio a través de las intenciones de poseer a una mujer diversa de la propia esposa.
El adulterio, como el hurto, la corrupción y todos los pecados, son antes concebidos en nuestra intimidad, y una vez tomada en el corazón la decisión equivocada, se transforman en comportamiento concreto.
Jesús después, dice a sus discípulos que no juren, porque el juramento es signo de la inseguridad y de la doble cara con que se realizan las relaciones humanas. Se instrumentaliza la autoridad de Dios para dar garantías a nuestros asuntos humanos.
Más bien estamos llamados a instaurar entre nosotros, en nuestras familias y en nuestras comunidades un clima de limpidez y de confianza recíproca, para que podamos ser considerados sinceros sin recurrir a intervenciones superiores para ser creídos.
!La desconfianza y la sospecha recíproca amenazan siempre la serenidad¡ La Virgen María, mujer que escuchaba con docilidad y obedecía con alegría, nos ayude a acercarnos siempre más al evangelio, para ser cristianos no de fachada, sino de sustancia. Y esto es posible con la gracia del Espíritu Santo, que nos permite hacer todo con amor, y así cumplir plenamente la voluntad de Dios.
Después de la oración del ángelus el Papa dirigió algunos saludos
«Queridos hermanos y hermanas, saludo a todos los peregrinos aquí presentes, a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones. En particular a los alumnos del Instituto «Carolina Coronado» de Almendralejo y a los fieles de Tarragona, en España. También a los grupos de Caltanissetta, Valgoglio, Ancona, Pesaro, Turín y Pisa.
A todos les deseo un buen domingo. No nos olvidemos, no insultar, no mirar con malos ojos, con ojos de poseer a la mujer del prójimo, y no jurar. Es tan simple.
Y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘¡Buon pranzo’ y ‘arrivederci!’.