Hay que pedir justicia y practicar la justicia, pero nos está prohibido vengarse o fomentar la venganza como expresión del odio o de la violencia
(José M. Vidal).- Como cada domingo, el Papa Francisco se asoma a la cátedra de la ventana, para rezar el ángelus e impartir la catequesis ante una multitud, que le aclama. Predica el amor a los enemigos «nada fácil», mientras denuncia «la tragedia de los niños soldados» de África y los atentados terroristas de Pakistán y de Irak.
Algunas frases de la catequesis del Papa
«En el Evangelio de este domingo, una de las mejores páginas que expresan la revolución cristiana»
«La ley del amor que supera la ley del talión»
«Jesús no pide a sus discípulos sufrir el mal, sino de reaccionar, pero no con otro mal, sino con el bien»
«Sólo así se rompe la cadena del mal»
«Y cambian realmente las cosas»
«El mal, de hecho, es un vacío de bien, un vacío que no se puede rellenar con otro vacío»
«La represalia nunca lleva a la resolución de conflictos y no es cristiano»
«La renuncia a algún derecho»
«Una renuncia que no quiere decir que se ingnoren las exigencias de la justicia»
«El amor cristiano representa una realización superior de la justicia»
«Neta distinción entre la justicia y la venganza»
«La venganza nunca es justa»
«Hay que pedir justicia y practicar la justicia, pero nos está prohibido vengarse o fomentar la venganza como expresión del odio o de la violencia»
«El amor al prójimo incluye el amor a los enemigos»
«Esto no es fácil»
«El enemigo es también una persona humana, creada a imagen de Dios»
«Nosotros también podemos entrar en conflicto con nuestro prójimo y con nuestros familiares»
«¡Cuántas enemistades en las familias!»
«Los enemigos son los que hablan mal de nosotros y nos calumnian»
«Y no es fácil digerir esto»
«Estamos llamados a responderles con el bien»
«La Virgen nos ayude a seguir a Jesús por este camino exigente»
«Ser artesanos de comunión y de fraternidad en nuestra vida cotidiana y en nuestra familia»
Saludos del Papa tras el ángelus
«Siguen llegando noticias de conflictos violentos y brutales en la región de Kasai central, en la República democrática del Congo»
«Llamo a la conciencia y a la responsabilidasd de las autoridades nacionales y de la comunidad internacional, para que se tomen decisiones adecuadas y rápidas para socorrer a estos nuestros hermanos y hermanas»
«Siento un fuerte dolor por las víctimas, especialmente por tantos niños sacados de sus familias y de la escuela, para ser utilizados como soldados. Ésta es una tragedia, la de los niños soldados».
«Mi cercanía y mi oración a las poblaciones de África y de otras partes del mundo, que sufren a causa de la violencia y de la guerra. Pienso, en particular, en Pakistán y en Irak, golpeados por crueles actos terroristas»
«Recemos por la víctimas. Que todo corazón endurecido por el odio se convierta a la paz, según la voluntad de Dios»
«Recemos un momento en silencio»
Saluda, entre otros, a los fieles de Jérez, Cádiz y Madrid.
Texto completo de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de este domingo (Mt 5,38-48) – una de esas páginas que mejor expresa la «revolución» cristiana – Jesús muestra la vía de la verdadera justicia mediante la ley del amor que supera aquella del talión, es decir, «ojo por ojo y diente por diente». Esta antigua regla imponía aplicar a los transgresores penas equivalentes a los daños causados: la muerte a quién había asesinado, la amputación a quién había herido a alguien, y cosas así. Jesús no pide a sus discípulos de padecer el mal, al contrario, pide reaccionar, pero no con otro mal, sino con el bien.
Sólo así se rompe la cadena del mal: un mal lleva a otro mal, y otro trae otro mal… Se rompe esta cadena de mal, y cambian verdaderamente las cosas. El mal de hecho es un «vacío», un vacío de bien, y un vacío no se puede llenar con otro vacío, sino sólo con un «pleno», es decir, con el bien. La represalia no lleva jamás a la solución de los conflictos. «Tú me lo has hecho, yo te lo haré», esto jamás resuelve un conflicto, ni siquiera es cristiano.
Para Jesús el rechazo de la violencia puede comportar también la renuncia a un legítimo derecho; y pone algunos ejemplos: poner la otra mejilla, dar el propio vestuario o el propio dinero, aceptar otros sacrificios (Cfr. vv. 39-42). Pero esta renuncia no quiere decir que las exigencias de la justicia sean ignoradas o rebatidas; no, al contrario, el amor cristiano, que se manifiesta de modo especial en la misericordia, representa una realización superior de la justicia.
Aquello que Jesús nos quiere enseñar es la neta distinción que debemos hacer entre la justicia y la venganza. Distinguir entre justicia y venganza. La venganza no es jamás justa. Nos es consentido pedir justicia; es nuestro deber practicar la justicia. En cambio, nos es prohibido vengarnos o fomentar de cualquier modo la venganza, en cuanto es expresión del odio y de la violencia.
Jesús no quiere proponer un nuevo orden civil, sino en cambio, el mandamiento del amor al prójimo, que comprende también el amor a los enemigos: «Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores» (v. 44). Y esto no es fácil. Esta palabra no se debe entender como aprobación del mal realizado por el enemigo, sino como invitación a una perspectiva superior, a una perspectiva magnánima, semejante a aquella del Padre celestial, quien – dice Jesús – «hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos» (v. 45). También el enemigo, de hecho, es una persona humana, creada como tal a imagen de Dios, si bien en el presente esta imagen se haya ofuscado por una conducta indigna.
Cuando hablamos de «enemigos» no debemos pensar a quien sabe cuáles personas diversas y lejanas de nosotros; hablamos también de nosotros mismos, que podemos entrar en conflicto con nuestro prójimo, a veces con nuestros familiares. Cuantas enemistades en la familia, ¡cuántas! Pensemos en esto. Enemigos son también aquellos que hablan mal de nosotros, que nos calumnian y nos hacen daño. Y no es fácil digerir esto. A todos aquellos estamos llamados a responder con el bien, que también esto tiene sus estrategias, inspiradas en el amor.
La Virgen María nos ayude a seguir a Jesús en este camino exigente, que de verdad exalta la dignidad humana y nos hace vivir como hijos de nuestro Padre que está en los cielos. Nos ayude a practicar la paciencia, el diálogo, el perdón, y a así ser artesanos de comunión, artesanos de fraternidad en nuestra vida cotidiana, sobre todo en nuestra familia.