Gracias a Dios que me concedió acercarme a los pies de la Virgen Madre como peregrino de esperanza y de paz
(José M. Vidal).- Regina coeli del Papa Francisco, a pocas horas del regreso de su triunfal visita a Nuestra Señora de la paz de Fátima. Agradecido a Dios por la gracia de esa visita a la «bella Señora», Francisco pide, una vez más, en nombre de la Reina de la paz, por el Oriente Medio, que padece «trágica violencia» e insta a construir un mundo «lejos de cualquier guerra». También tuvo un recuerdo especial para las madres, cuya fiesta se celebra hoy en muchos países del mundo.
Algunas frases de la catequesis del Papa
«Ayer por la tarde, regresé del peregrinaje a Fátima»
«Saludemos a la Virgen de Fátima»
«En Fátima, me inserté en la oración del santo pueblo de Dios»
«Oración que allí corre, desde hace cien años, ocmo un río»
«Gracias a Dios que me concedió acercarme a los pies de la Virgen Madre como peregrino de esperanza y de paz»
«Gracias, de corazón, a los obispos. El de Leiría Fátima, el presidente de la República y todos los que colaboraron»
«Desde el principio se creó un clima recogido y contemplativo»
«En el centro de todo, el Señor Resucitado, presente en medio de su pueblo en la Palabra y en la eucaristía»
«Presente, en medio de tantos enfermos, protagonistas de la vida de Fátima»
«Los niños de Fátima acogieron dignamente su mensaje, convirtiéndose en modelos de vida cristiana»
«Con su canonización, quise proponer a toda la Iglesia su testimono evangélico»
«Y también quise proponer a toda la Iglesia que cuide a los niños»
«También hoy, se necesita oración y penitencia, para implorar la gracia de la conversión, para implorar el fin de tantas guerras que hay por todas partes y que se alargan cada vez más»
«Como el final de tantos absurdos conflictos, grandes y pequeños, que desfiguran el rostro de la humanidad»
«Dejémonos guiar de la luz que viene de Fátima»
Algunas frases del saludo del Papa tras el Regina coeli
«Confío a María, Reina de la paz, la suerte de los pueblos afligidos por guerras y conflitctos, especialmente el Medio Oriente»
«Muchas personas inocentes son duramente probadas, cristianos, musulmanes o yazidíes, que padecen trágica violencia y discriminación»
«Animo a las diversas comunidades a recorrer el camino del diálogo y de la amistad social, para construir un futuro de amistad, de diálogo y de seguridad, lejos de cualquier guerra»
«Hoy se celebra en muchos países la fiesta de la madre»
«Recordamos con gratitud y afecto a todas las madres, incluidas las que están en el cielo»
«Les hago una propuesta: un instante de silencio, cada uno rezando por su propia mamá»
Texto íntegro de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ayer por la noche regresé de la peregrinación a Fátima: ¡saludemos a la Virgen de Fátima! Y nuestra oración mariana de hoy adquiere un significado particular lleno de memoria y de profecía para quien mira la historia con los ojos de la fe. En Fátima me sumí en la oración del santo Pueblo fiel, oración que allí fluye desde hace cien años como un río, para implorar la protección maternal de María sobre el mundo entero. Doy gracias al Señor que me ha concedido ir a los pies de la Virgen Madre como peregrino de esperanza y de paz. Y agradezco de corazón a los Obispos, al Obispo de Leiría en Fátima, a las Autoridades del Estado, el Presidente de la República, y a todos aquellos que han ofrecido su colaboración.
Desde el inicio, cuando en la Capilla de las Apariciones permanecí por largo tiempo en silencio, acompañado por el silencio orante de todos los peregrinos, se creó un clima de recogimiento y contemplativo, en el cual se desarrollaron los varios momentos de oración. Y al centro de todo estuvo y está el Señor Resucitado, presente en medio a su Pueblo en la Palabra y en la Eucaristía. Presente en medio a los tantos enfermos, que son protagonistas de la vida litúrgica y pastoral de Fátima, como de cada santuario mariano.
En Fátima la Virgen eligió el corazón inocente y la sencillez de los pequeños Francisco, Jacinta y Lucía, como depositarios de su mensaje. Estos niños lo acogieron dignamente, tanto que fueron reconocidos como testigos confiables de las apariciones, transformándose en modelos de vida cristiana. Con la canonización de Francisco y Jacinta, quise proponer a toda la Iglesia su ejemplo de adhesión a Cristo y el testimonio evangélico. Y también quise proponer a toda la Iglesia que cuide a los niños. Su santidad no es consecuencia de las apariciones sino de la fidelidad y del ardor con el cual ellos correspondieron al privilegio recibido de poder ver a la Virgen María. Después del encuentro con la «bella Señora» – así la llamaban – ellos recitaban frecuentemente el Rosario, hacían penitencia y ofrecían sacrificios para obtener el final de la guerra y por las almas más necesitadas de la divina misericordia.
También hoy hay tanta necesidad de oración y de penitencia para implorar la gracia de la conversión, para implorar el final de tantas guerras que están por todas partes en el mundo y que se extienden cada vez más, como también el final de los absurdos conflictos: grandes y familiares, pequeños que desfiguran el rostro de la humanidad.
Dejémonos guiar por la luz que viene de Fátima. Que el Corazón Inmaculado de María sea siempre nuestro refugio, nuestra consolación y el camino que nos conduce a Cristo.
Texto íntegro de los saludos del Papa
Queridos hermanos y hermanas,
Confío a María, Reina de la paz, el destino de las poblaciones afligidas por guerras y conflictos, en particular en Oriente Medio. Tantas personas inocentes están duramente afectadas, ya sea cristianas que musulmanas, como así también pertenecientes a minorías como los yazidíes, los cuales sufren trágicas violencias y discriminaciones. A mi solidaridad se acompaña el recuerdo en la oración, mientras agradezco a cuantos se empeñan en subvenir a las necesidades humanitarias. Aliento a las diversas comunidades a recorrer el camino del diálogo y de la amistad social para construir un futuro de respeto, de seguridad y de paz, lejos de todo tipo de guerra.
Ayer en Dublín fue proclamado Beato el sacerdote jesuita John Sullivan.
Vivido en Irlanda entre el ochocientos y el novecientos, él dedicó la vida a la enseñanza y a la formación espiritual de los jóvenes, y era tan amado y buscado como un padre por los pobres y por los sufrientes. Demos gracias a Dios por su testimonio.
Saludo a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos de Italia y de varios países. En particular los fieles de Ivrea, Salerno, Valmontone y Rimini; los alumnos de Potenza y de Mozzo (Bergamo). Saludo a los participantes a la iniciativa denominada «Cochecitos vacíos» y al grupo de las mamás de Bordighera: el futuro de nuestras sociedades requiere de parte de todos, especialmente de las instituciones, una atención concreta a la vida y a la maternidad. Y este llamamiento es particularmente significativo hoy mientras se celebra, en tantos países, el Día de la madre. Recordemos con gratitud y afecto a todas las mamás, incluso a nuestras mamás en el Cielo, confiándolas a María, la mamá de Jesús. Y ahora les hago una propuesta: permanezcamos algunos instantes en silencio, cada uno rezando por la propia mamá.
A todos les deseo un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!
(Traducción del italiano: María Cecilia Mutual, Radio Vaticano)