Una comunidad de cristianos debería vivir en la caridad de Cristo, y sin embargo, es allí precisamente donde el maligno «se interpone» y nosotros a veces nos dejamos engañar. Y los que pagan son las personas espiritualmente más débiles
(J. Bastante).- «Renuevo mi llamamiento para que callen las armas y prevalezca la buena voluntad de dialogar y para dar al país paz y desarrollo». Al término del Regina Coeli, y justo antes de anunciar a los cinco nuevos cardenales, el Papa Francisco recordó la tragedia de Centroáfrica, y mostró su cercanía al obispo Juan José Aguirre «y a todos aquellos que se prodigan por el bien de la gente y por la pacífica convivencia».
«Lamentablemente llegan noticias dolorosas de la República Centroafricana, país que llevo en el corazón, especialmente después de mi visita en noviembre de 2015. Enfrentamientos armados han provocado numerosas víctimas y desplazados, y amenazan el proceso de paz», incidió el Papa.
En sus palabras, Francisco también tuvo palabras para los católicos chinos, a quienes pidió «discernir la voluntad de Dios acerca del camino concreto de la Iglesia en China y nos apoye en el acoger su proyecto de amor con generosidad». «No nos olvidemos de testimoniar la fe con la oración y con el amor, manteniéndonos siempre abiertos al encuentro y al diálogo», insistió Bergoglio.
Antes, durante sus palabras previas al rezo, el Papa, el Obispo de Roma recordó que «Jesús promete a sus amigos que, después de Él, recibirán «otro Paráclito» es decir otro «Abogado» defensor y consolador, «el Espíritu de la Verdad». Y añade: «No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes».
Así, el Papa reiteró que «hoy, el Señor nos llama a corresponder generosamente a la llamada evangélica del amor, poniendo a Dios en el centro de nuestra vida y dedicándonos al servicio de los hermanos, en especial de los más necesitados de apoyo y consolación».
Reconociendo que nunca es fácil saberse amar siguiendo el ejemplo del Señor, tampoco para una comunidad cristiana, el Papa puso en guardia contra actitudes como el orgullo y las envidias, que marcan el rostro bello de la Iglesia y que no corresponden a la caridad de Cristo. Y advirtió que cuando se interpone el maligno a veces nos dejamos engañar y los que pagan son los espiritualmente más débiles.
Texto completo de las palabras del Papa Francisco antes del Regina Coeli
El Evangelio de hoy (cfr Jn 14,15-21), prosiguiendo con el del domingo pasado, nos vuelve a llevar a aquel momento conmovedor y dramático que es la última cena de Jesús con sus discípulos. El evangelista Juan recoge de la boca y del corazón del Señor sus últimas enseñanzas, antes de la pasión y de la muerte. Jesús promete a sus amigos, en aquel momento triste, oscuro, que, después de Él, recibirán «otro Paráclito» (v. 16). Esta palabra significa otro «Abogado», otro Defensor, otro Consolador, «el Espíritu de la Verdad» (v. 17). Y añade: «No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes» (v. 18). Estas palabras transmiten la alegría de una nueva venida de Cristo: él resucitado y glorificado, está en el Padre y, al mismo tiempo, viene a nosotros en el Espíritu Santo. Y en esta nueva venida suya se revela nuestra unión con Él y con el Padre: «comprenderán que yo estoy en mi Padre y que ustedes están en mí y yo en ustedes» ( v 20).
Meditando estas palabras de Jesús, nosotros percibimos hoy con sentido de fe que somos el pueblo de Dios en comunión con el Padre y con Jesús, mediante el Espíritu Santo. En este misterio de comunión, la Iglesia encuentra la fuente inagotable de su propia misión, que se realiza mediante el amor. Jesús dice en el Evangelio de hoy: «El que recibe mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él». (v. 21). Es el amor el que nos introduce en el conocimiento de Jesús, gracias a la acción de este «Abogado» que Jesús ha enviado, es decir el Espíritu Santo. El amor a Dios y al prójimo es el mandamiento más grande en el Evangelio. Hoy, el Señor nos llama a corresponder generosamente a la llamada evangélica del amor, poniendo a Dios en el centro de nuestra vida y dedicándonos al servicio de los hermanos, en especial de los más necesitados de apoyo y consolación.
Si hay una actitud que nunca es fácil, nunca es descontada aun para una comunidad cristiana, es precisamente la de saberse amar, quererse mucho siguiendo el ejemplo del Señor y con su gracia. A veces los contrastes, el orgullo, las envidias, las divisiones dejan marcas también en el rostro bello de la Iglesia. Una comunidad de cristianos debería vivir en la caridad de Cristo, y sin embargo, es allí precisamente donde el maligno «se interpone» y nosotros a veces nos dejamos engañar. Y los que pagan son las personas espiritualmente más débiles. Cuántas de ellas – y ustedes conocen a algunas – cuántas de ellas se han alejado porque no se han sentido acogidas, no se han sentido comprendidas, no se han sentido amadas. Cuántas personas se han alejado, por ejemplo, de alguna parroquia o comunidad por el ambiente de habladurías, de celos, de envidias que han encontrado. También para un cristiano el saber amar no es un dato adquirido una vez para siempre; hay que volver a empezar cada día, hay que ejercitarse para que nuestro amor hacia los hermanos y las hermanas que encontramos se vuelva cada vez más maduro y purificado de aquellos límites o pecados que lo hacen parcial, egoísta, estéril e infiel. Cada día se debe aprender el arte de amar. Escuchen esto: cada día se debe aprender el arte de amar, cada día se debe seguir con paciencia la escuela de Cristo, cada día se debe perdonar y contemplar a Jesús, y ello con la ayuda de este «Abogado», de este Consolador que Jesús nos ha enviado que es el Espíritu Santo.
Que la Virgen María, perfecta discípula de su Hijo y Señor, nos ayude a ser cada vez más dóciles al Paráclito, al Espíritu de la Verdad, para aprender cada día a amarnos como Jesús nos ha amado».
Palabras del Papa tras el Regina Coeli:
Queridos hermanos y hermanas,
Lamentablemente llegan noticias dolorosas de la República Centroafricana, país que llevo en el corazón, especialmente después de mi visita en noviembre de 2015. Enfrentamientos armados han provocado numerosas víctimas y desplazados, y amenazan el proceso de paz. Estoy cercano a la población y a los obispos y a todos aquellos que se prodigan por el bien de la gente y por la pacífica convivencia. Rezo por los difuntos y los heridos y renuevo mi llamamiento: que callen las armas y prevalezca la buena voluntad de dialogar para dar al país paz y desarrollo.
El próximo 24 de mayo todos nos uniremos espiritualmente a los fieles católicos en China, en la conmemoración de la Bienaventurada Virgen María «Ayuda de los Cristianos», venerada en el santuario de Sheshan, en Shangai. A los católicos chinos les digo: levantemos la mirada hacia María nuestra Madre, para que nos ayude a discernir la voluntad de Dios acerca del camino concreto de la Iglesia en China y nos apoye en el acoger su proyecto de amor con generosidad. María nos alienta a ofrecer nuestra contribución personal para la comunión entre los creyentes y por la armonía de la entera sociedad. No nos olvidemos de testimoniar la fe con la oración y con el amor, manteniéndonos siempre abiertos al encuentro y al diálogo.
Dirijo mi saludo cordial a ustedes, fieles de Roma y peregrinos. De manera particular a la Capilla de Música de la Catedral de Pamplona; al grupo del Colégio São Tomás, de Lisboa; a los fieles de la Capilla Saint-Charles del Hospital de la Croix Saint-Simon, de Paris; a aquellos de Torrent (Valencia, España), del Canadá y de los Estados Unidos de América, entre los que se encuentran algunos de la isla de Guam.
Envío un saludo especial a los chicos confirmados y confirmandos de la diócesis de Génova: Dios mediante iré a visitar vuestra ciudad el próximo sábado. Saludo también a las «Coccinelle» de Frosinone y a los fieles de la Parroquia Santa María Goretti en Roma.
A todos les deseo un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!