Custodiar el Espíritu Santo en nosotros, no secuestrarlo, y que nuestro comportamiento hacia todos, cristianos o no, sea un comportamiento de dulzura y respeto, porque el Espíritu Santo ha hecho esto con nosotros
(Jesús Bastante).- Dulzura y respeto. Éste es el lenguaje del Espíritu Santo, el que tiene que darse entre los seguidores de Jesús. Frente a esto, «la envidia, los celos, la maledicencia, la ambición», que para el Papa, «son el pecado más común de nuestras comunidades cristianas».
«Es la verdad, esto destruye», subrayó Francisco durante su homilía en la parroquia romana de San Pedro Damián, encomendada a las comunidades neocatecumenales. Después de su encuentro con los chicos, el Papa participó en la Eucaristía con toda la comunidad.
En una homilía improvisada, Francisco repitió alguna de sus mayores preocupaciones: las peleas intestinas, el afán por aparentar, por el poder, entre los propios cristianos. Uno contra otros. «Cuando los cristianos nos tiramos piedras los unos a los otros, el diablo se divierte. Para el diablo, esto es un carnaval», denunció el Papa.
«El Espíritu está en nosotros, y en cada uno de nosotros. Lo hemos recibido en el Bautismo, de Jesús y del Padre», comenzó el Papa, quien apuntó que «tenemos dentro a Dios mismo, un Dios que nos acompaña, nos dice lo que tenemos que hacer, y cómo lo debemos hacer, un Dios que nos ayuda a no desfallecer, a no caer en la tentación. Es el abogado, el que nos defiende del Maligno».
¿Cómo proteger al Espíritu que habita en nuestro corazón? «Con la oración de adoración, sintiendo como propia la inspiración del Espíritu Santo, que es lo que nos dice qué es bueno, qué es malo, qué es justo o injusto. Nos lleva hacia adelante», clamó Bergoglio.
Un Espíritu que nos hace vivir, hablar, sentir, «con dulzura y respeto». Y es que «el lenguaje del cristiano que está inspirado por el Espíritu Santo es un lenguaje especial«. «No debe hablar en latín, no, es otro lenguaje, es el lenguaje de la dulzura y del respeto».
«Esto nos puede ayudar a pensar cuál es nuestro modo de ser cristiano. ¿Es dulce o con ira? ¿O amargo? Es tan duro ver a personas que se dicen cristianos y que están llenas de amargura…«, resaltó. Por contra, «el lenguaje del Espíritu Santo es el dulce huésped del alma. Y respeto, siempre respetar a los otros. Se enseña a respetar a los otros».
Frente a ello, «el Diablo, que sabe como entrometerse en el servicio a Dios, y dentro de nosotros, hará de todo para que nuestro lenguaje no sea dulce ni respetuoso. Incluso dentro de la comunidad cristiana».
«Cuánta gente se acerca a una parroquia, buscando vuestra paz, vuestro respeto y dulzura, y encuentra luchas internas entre los fieles. Las maledicencias, la competencia, la lucha de unos contra otros.... ‘Si estos son cristianos, prefiero permanecer pagano’, dicen. Y se van de nuevo. Porque no se sienten custodiado el espíritu, y con este lenguaje de ambición, envidida, celos, tantas cosas que aparecen hoy, alejamos a la gente», denunció el Papa.
«No dejamos que el trabajo del Espíritu para atraer a la gente permanezca», señaló Francisco, quien, «con toda claridad, os digo que éste es el pecado más común de nuestras comunidades cristianas«. En este punto, el Papa se volvió a la imagen de la Virgen de la parroquia, «que pisa a la serpiente, que está con la boca abierta y la lengua, larga…. Nos hará bien saber cómo es una comunidad cristiana que no cuida al Espíritu Santo con dulzura y con respeto, es como esa serpiente, con una lengua larga».
Medio en broma, medio en serio, el Papa recordó cómo «un párroco me dijo una vez, hablando de esto, que en su parroquia hay alguno que podría tomar la comunión desde la puerta, con la lengua que tienen llegarían hasta al altar».
«Es la verdad, esto destruye», explicó Francisco. «Hablemos con dulzura y respeto, y no con las palabras que el diablo nos enseña. Este es el enemigo que destruye la comunidad». «De verdad, esto me duele en el corazón. Es como si nos tirásemos piedras uno contra otros. El diablo se divierte, esto es un carnaval para el Diablo», culminó Francisco, quien volvió a pedir «custodiar el Espíritu Santo en nosotros, no secuestrarlo, y que nuestro comportamiento hacia todos, cristianos o no, sea un comportamiento de dulzura y respeto, porque el Espíritu Santo ha hecho esto con nosotros».