Abuelos no cerrados en la melancolía de nuestra historia, sino abiertos para dar esto». Y de tal forma los nietos «tomarán de nuestros sueños la fuerza para profetizar y llevar adelante su tarea»
(Osservatore Romano).- «Abuelos llamados a soñar y dar nuestro sueño a la juventud de hoy» que «lo necesita». Es así que el Papa Francisco imagina el rol de los cardenales, en la vigilia del consistorio ordinario público en el que creó otros cinco de distintos países del mundo.
Lo confió él mismo celebrando la misa con unos cincuenta purpurados entre residentes en Roma y los que han llegado para los ritos de la solemnidad de santos Pedro y Pablo. Francisco les invitó con ocasión del 25º aniversario de su ordenación episcopal, que tuvo lugar en Argentina el 27 de junio de 1992, a manos de su predecesor en Buenos Aires, el cardenal Antonio Quarracino.
Una «oración común» la definió en el saludo dirigido a los presentes al finalizar el rito, para pedir «el perdón por mis pecados y la perseverancia en la fe, en la esperanza, en la caridad. Os agradezco mucho por esta compañía fraterna – añadió antes de impartir la bendición final – y pido al Señor que os acompañe en el camino del servicio a la Iglesia».
Un servicio que el Papa equiparó en su homilía al «de los abuelos cuyos nietos miran». Abuelos no cerrados en la melancolía de nuestra historia, sino abiertos para dar esto». Y de tal forma los nietos «tomarán de nuestros sueños la fuerza para profetizar y llevar adelante su tarea». Comentando las lecturas el Pontífice exhortó a los cardenales a poner en práctica el triple imperativo dirigido a Dios y Abraham: «Levántate, mira, espera«.