En Argentina, "muchos pretenden cambiar, imponer, recomendar otra agenda con diversidad de intenciones"
(Cristian Riccomagno, en Perfil).- El diario oficial del Papa, L’osservatore Romano, que sale todos los sábados como suplemento acompañando la edición del Diario Perfil, publicó una dura editorial en la que le responde a todos aquellos que quieren influir en la agenda de Francisco diciéndole al Sumo Pontífice qué temas debe tocar y adónde debe viajar.
El mensaje es directo y claro de principio a fin. El texto, que comienza citando un pasaje de la Biblia en el que Jesús hace pública su agenda de vida pastoral, traza una línea espiritual entre Francisco y el hombre nacido en Galilea.
«En esa búsqueda de manejar al agenda del mismísimo Hijo de Dios, se mostraba la soberbia de ellos mismos (en referencia a los tantos intentos por parte de los apóstoles por interferir con la agenda de Jesús) y muchas veces el desconocimiento profundo de las palabras y los gestos del maestro«, asegura el editorial.
«También era obvio que cuando la agenda de Jesús perjudicaba sus intereses de poder y comodidad, ésta les resultaba insoportable«, agrega, haciendo una clara defensa de las políticas que Francisco implementa desde que llegó al Vaticano.
Aunque salvando las distancias, la editorial asegura que, al igual de lo que ocurre ahora con el Sumo Pontífice, «una de las tantas luchas que mantuvo Jesús fue la intención de propios y extraños de torcer el rumbo de la agenda e imponerle una que no era propia«.
Párrafo en especial se le dedica a los argentinos, lugar dónde, según asegura el autor del texto que llama a «rezar por Francisco pero con sabiduría», «muchos pretenden cambiar, imponer, recomendar otra agenda con diversidad de intenciones».
Texto completo de la editorial de Marcelo Figueroa en L¡Osservatore romano
(Marcelo Figueroa) «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor» (Lucas 4, 18- 19). En general se ubica este texto leído y luego encarnado por Jesús en la sinagoga de Nazaret al comienzo de su ministerio público. No es una predicación más del hombre de Galilea, es la declaración pú- blica de su agenda de vida pastoral.
Sin embargo, una de las tantas luchas que Jesús mantuvo con propios y extraños fue la intención, a veces buena y otras no tanto, de hacer torcer esta agenda y aún imponerle una que no le era propia.Desde dentro de los suyos, los mismos apóstoles se molestaron por su deseo de quedarse con la multitud hambrienta y proveerles de alimento luego de escuchar su mensaje. El mismo Pedro le acercaba consejos para evitar el seguro camino del sufrimiento y varios se molestaron por su insistencia de ir a la peligrosa Jerusalén al «entierro» de su amigo Lázaro.
Los fariseos y saduceos opositores, en el nombre de «sus verdades religiosas absolutas» intentaron forzarle hacer declaraciones en favor de su propia interpretación de las Escrituras. Los zelotes buscaban adherirlo a sus planes revolucionarios, y hasta los soldados romanos hacerlo desistir de su permanencia en la cruz del calvario haciendo uso de su poder y autoridad.
En esa búsqueda de manejar la agenda del mismísimo Hijo de Dios se mostraba la soberbia de ellos mismos y muchas veces el desconocimiento profundo de las palabras y los gestos del Maestro.
También era obvio que cuando la agenda de Jesús perjudicaba sus intereses de poder y comodidad, ésta les resultaba insoportable. Y por lo tanto el cambio de agenda se alejaba de procedimientos sutiles para enfrentarlo con burdas calumnias, operaciones de desprestigio y campañas que pretendían pronosticar su fracaso ministerial. Sus propias limitaciones, oscuras motivaciones, mezquindad en sus intenciones los dejaron al margen de la historia y en ridículo luego de la victoria final de la agenda restauradora y sanadora de Cristo.
Sin embargo, Jesús se mantuvo fiel a su agenda inicial, a su visión de su lugar en la historia, del mover de Dios en ella, y a su mirada hacia los pobres, excluidos, encarcelados, y a todos los necesitados de gracia, perdón y misericordia divina.
Jesús advirtió que a sus seguidores más cercanos que «el discípulo no es mayor que su Señor».
Por ello, salvando las distancias pero no ignorando la línea espiritual del ministerio del Papa Francisco con el Cristo de los Evangelios, nos encontramos con una lucha similar. No nos debe extrañar ni enojar, por el contrario es la marca del fiel discípulo.
Desde sus primeros pasos como Obispo de Roma y aun antes, en su conocido mensaje durante el Cónclave, el Papa Bergoglio dejó bien clara su agenda. Los pobres, los marginados, los excluidos, la misericordia, la evangelización en el amor, los encarcelados, las víctimas de todo tipo de esclavitudes modernas, y muchas otras que están presentes en su gestos, discursos y en la geopolítica espiritual de sus viajes apostólicos.
En Argentina parece que al igual que a Jesús, muchos pretenden cambiar, imponer, recomendar al Papa argentino otras agendas. Con diversidad de intenciones le sugieren cambiar los destinatarios de sus cartas y gestos, los que debe o no recibir en audiencias, las líneas teológicas más apropiadas y «políticamente correctas» y hasta su agenda de viajes apostólicos.
Si se utilizara más tiempo en leer sus escritos, entender su mensaje, interpretar el contenido profundo de sus gestos y especialmente su lugar en la historia contemporánea y en el k a i ró s de la Iglesia, probablemente reflexionaríamos más antes de pretender cambiar o luchar con su agenda.
Agenda con la que él está comprometido con el mismo Señor de las agendas, y al único que le dará cuenta de su ministerio y fidelidad a su llamado: a Jesús el Cristo, el primero en vivir esas luchas y mantenerse fiel al Padre que lo envió con un propósito y una agenda para el bien de toda la humanidad. Recemos por Francisco como él pide, pero hagámoslo con sabiduría. Para que se fortalezca día a día en el camino de la agenda de su papado que ha recibido por guía del Espíritu Santo.