El Evangelio de hoy nos recuerda que la fe en el Señor y en su palabra no nos abre un camino en el que todo es fácil y pacífico, que no nos quita las tormentas de la vida
(Cameron Doody).- «La fe nos da la certeza de una Presencia que nos impulsa a superar las tormentas existenciales». Palabras reconfortantes del Papa Francisco en su catequesis previa al rezo del ángelus, reflexionando sobre la tormenta a la que se enfrenta Pedro en el Evangelio de hoy. Situación la del discípulo a la que nos encaramos cada día tanto como individuos como miembros de la Iglesia, cuyo único remedio, en ambos casos, es aferrarse aún más estrechamente al Señor.
Algunas frases de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy describe el episodio en que Jesús, después de rezar toda la noche en la orilla del lago de Galilea, se acerca al barco de sus discípulos caminando sobre el agua
Cuando ven a Jesús caminando sobre el agua, los discípulos lo confunden con un fantasma y se asustan
Pero Él les asegura: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro, con su típico ímpetu, dice: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas», y Jesús lo llama «¡Ven!»
Pedro sale de la barca y comienza a caminar sobre el agua hacia Jesús, pero debido a que el viento se agita, comienza a hundirse
Entonces clama: «¡Señor, sálvame!» Y Jesús se acerca y Pedro se agarra a él
Esta historia del Evangelio contiene un rico simbolismo y nos hace reflexionar sobre nuestra fe, como individuos y como la comunidad de la Iglesia
El barco es la vida de cada uno de nosotros, pero también es la vida de la Iglesia
El viento enfrente son las dificultades y las pruebas
La invocación de Pedro: «Señor, ¡manda que yo vaya a ti!» Y su grito: «¡Señor, sálvame!» se parecen mucho no solo a nuestro deseo de sentir la cercanía del Señor, sino también al miedo y a la ansiedad que acompañan a los momentos más difíciles de nuestras vidas y las de nuestras comunidades, marcadas por la debilidad interna y las dificultades externas
A Pedro no le bastaba la palabra segura de Jesús, que era como la cuerda extendida a la cual aferrarse para hacer frente a las aguas hostiles y turbulentas
Esto es lo que nos puede pasar. Cuando no nos aferramos a la palabra del Señor para tener una mayor seguridad -cuando empezamos a consultar horóscopos y adivinos- empezamos a hundirnos hasta el fondo
El Evangelio de hoy nos recuerda que la fe en el Señor y en su palabra no nos abre un camino en el que todo es fácil y pacífico, que no nos quita las tormentas de la vida
La fe nos da la certeza de una Presencia que nos impulsa a superar las tormentas existenciales
La certeza de una mano se apodera de nosotros para ayudarnos a hacer frente a las dificultades, señalando el camino, incluso cuando está oscuro
La fe no es un escape a los problemas de la vida, pero nos sostiene en el camino y le da un sentido
Este episodio es una imagen de la maravillosa realidad de la Iglesia de todos los tiempos: un barco que, a lo largo de la travesía, debe hacer frente a los vientos, incluso a los que son contrarios, y a las tormentas que amenazan con apoderarse de él
Lo que le salva no son el valor y los méritos de los hombres
La garantía contra el naufragio es la fe en Cristo y su palabra
En este barco estamos seguros, a pesar de nuestras miserias y debilidades, sobre todo cuando nos arrodillamos y adoramos al Señor
Que la Virgen María nos ayude a persistir firmemente en la fe para soportar las tormentas de la vida, y a permanecer en el barco de la Iglesia, evitando la tentación de ir en otros barcos que nos atraigan pero que no están a salvo de las ideologías, modas y consignas
Algunas frases del saludo del Papa después del ángelus
Les saludo con afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos: familias, parroquias, asociaciones y creyentes individuales
Aunque hoy tengo la alegría de saludar a algunos grupos de jóvenes… y hay muchos…
Saludo también a las Hermanas de Nuestra Señora de los Dolores de Nápoles y el grupo de peregrinos que han venido a caminar por la vía Francesa de Siena a Roma
Les deseo a todos un buen domingo y una buena comida
Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Adiós!
Texto completo de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, la página del Evangelio (Mt 14,22-33) describe el episodio de Jesús que, después de haber orado toda la noche en la orilla del lago de Galilea, se dirige hacia la barca de sus discípulos, caminando sobre las aguas. La barca se encontraba en medio del lago, bloqueada por un fuerte viento contrario. Cuando ven venir a Jesús caminando sobre las aguas, los discípulos lo confunden con un fantasma y se aterrorizan. Pero Él los tranquiliza: «¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!» (v. 27). Pedro, con su típica ímpetu, le dice: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua»; y Jesús lo llama «Ven» (vv. 28-29). Pedro, bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero a causa del viento se agitó y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «Señor, sálvame». Y Jesús le tendió la mano y lo sostuvo (vv. 30-31).
Esta narración del Evangelio contiene un rico simbolismo y nos hace reflexionar sobre nuestra fe, sea como individuos, sea como comunidad, también la fe de todos los que estamos hoy, aquí en la Plaza. La comunidad eclesial, esta comunidad eclesial, ¿tiene fe? ¿Cómo es la fe de cada uno de nosotros y la fe de nuestra comunidad? La barca es la vida de cada uno de nosotros pero es también la vida de la Iglesia; el viento contrario representa las dificultades y las pruebas. La invocación de Pedro: «Señor, mándame ir a tu encuentro» y su grito: «Señor, sálvame» se asemejan tanto a nuestro deseo de sentir la cercanía del Señor, pero también el miedo y la angustia que acompañan los momentos más duros de nuestra vida y de nuestras comunidades, marcadas por fragilidades internas y por dificultades externas.
A Pedro, en ese momento, no le bastó la palabra segura de Jesús, que era como la cuerda extendida a la cual sujetarse para afrontar las aguas hostiles y turbulentas. Es lo que nos puede suceder también a nosotros. Cuando no nos sujetamos a la palabra del Señor, sino para tener seguridad, para tener más seguridad se consultan horóscopos y adivinos, se comienza a hundir. La fe no es tan fuerte. El Evangelio de hoy nos recuerda que la fe en el Señor y en su palabra no nos abre un camino donde todo es fácil y tranquilo; no nos quita las tempestades de la vida. La fe nos da la seguridad de una Presencia – no olviden esto: la fe nos da la seguridad de una Presencia, esa presencia de Jesús – una Presencia que nos impulsa a superar las tormentas existenciales, la certeza de una mano que nos aferra para ayudarnos a afrontar las dificultades, indicándonos el camino incluso cuando esta oscuro. La fe, finalmente, no es una escapatoria a los problemas de la vida, sino nos sostiene en el camino y le da un sentido.
Este episodio es una imagen estupenda de la realidad de la Iglesia de todos los tiempos: una barca que, a lo largo de la travesía, debe afrontar también vientos contrarios y tempestades, que amenazan con hundirla. Lo que la salva no es el coraje y las cualidades de sus hombres: la garantía contra el naufragio es la fe en Cristo y en su palabra. Esta es la garantía: la fe en Jesús y en su palabra. Sobre esta barca estamos seguros, no obstante nuestras miserias y debilidades, sobre todo cuando nos ponemos de rodillas y adoramos al Señor, como los discípulos que, al final, «se postraron ante Él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios»» (v. 33). Qué bello es decir a Jesús esta palabra: «¡Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios!». Digámoslo todos juntos. Todos. Fuerte: «¡Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios!». Una vez más… «¡Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios!»
La Virgen María nos ayude a permanecer firmes en la fe para resistir a las tormentas de la vida, a quedarnos en la barca de la Iglesia rechazando la tentación de subirse en los botes fascinantes pero inseguros de las ideologías, de las modas y de los eslóganes.