No demos cabida a personas decepcionadas e infelices; no escuchemos a los que cínicamente recomiendan no cultivar esperanzas en la vida; no confiéis en aquellos que afirman que ninguna empresa vale la pena el sacrificio de toda una vida
(Jesús Bastante).- «Soñad un mundo diferente. Y si un sueño se apaga, volved a soñar de nuevo, dibujando con esperanza a la memoria de los orígenes». Después de la pausa veraniega, el Papa Francisco regresó a las audiencias públicas en la plaza de San Pedro. Y lo hizo recordando el «primer encuentro» de los discípulos con Jesús, el de cada cristiano, y pidiendo recordar el «incendio» de Jesús en nuesto corazón.
«Nos convertimos en predicadores de Jesús no afilando las armas de la retórica, sino custodiando en el corazón, y en los ojos, el brillo de la verdadera felicidad», defendió el Papa, quien abogó por el «viento de la felicidad» que distingue a los seguidores de Jesús. «Un discípulo del Reino de Dos que no está alegre no evangeliza este mundo, es un triste«, subrayó.
Regresaron las audiencias públicas en la plaza de San Pedro. El ferragosto ha dejado paso a un prematuro y suave otoño, y miles de fieles se congregaron en la mayor plaza de la Cristiandad para dar la bienvenida al nuevo curso con Francisco. Con unos invitados especiales: los jugadores del Chapecoense, el club de fútbol brasileño que sufrió un brutal accidente ahora hace un año. Y que este viernes jugará un partido por la paz en Roma, bendecido por el Vaticano.
En sus palabras, el Papa hizo referencia el primer encuentro de Andrés y Juan con Jesús en el Jordán, después de que éste se bautizase. Y es que «toda vocación comienza con un encuentro personal con Jesús, que nos llena de inmensa alegría».
«El Señor no quiere que lo sigamos sin ganas, sino con el corazón lleno de gozo, y esa felicidad de estar con él es la que evangeliza el mundo«, subrayó Bergoglio, quien apuntó que la vocación «se puede hallar de muchas formas, pero toda vocación, ya sea al matrimonio, al sacerdocio o a la vida consagrada, comienza con un encuentro personal con Jesús, que nos llena de inmensa alegría».
«Los animo a que se acuerden de ese primer encuentro con Jesús en sus vidas, para que puedan reavivar ese fuego de amor, que los invita a seguirle con alegría y que es llama de esperanza», pidió el Papa. Volviendo a Juan y Andrés, dos jóvenes en búsqueda, el Papa insistió en que «los jóvenes que no buscan no son jóvenes, son pensionistas, son viejos prematuros». «Es triste ver jóvenes ‘pensionistas’«, añadió, recordando que «Jesús, a través de todo el Evangelio, en todos sus encuentros, aparece como un incendiario del corazón. De sus palabras emerge el deseo de vida y felicidad que todos jóvenes llevan dentro».
Tras su encuentro, los dos discípulos se quedan con Jesús «y se transforman en misioneros». «Cuando acaba el encuentro no regresan a casa tranquilos. Tanto es así, que sus hermanos (Simón y Santiago) vuelven con ellos. Son misioneros del encuentro, de un encuentro feliz, que los discípulos recordarán para siempre, y que iluminarán su camino».
En este camino, la alegría es fundamental. «El Señor no quiere hombres y mujeres que caminan sin ganas, sin saber en el corazón el viento de la felicidad.… Hoy os pregunto: ¿Tengo en el corazón el viento de la felicidad? No respondáis». «Un siervo que Dios que no se alegra, es un triste (…), sólo te conviertes en predicador de Jesús custodiando en el corazón la verdadera felicidad», clamó el Papa.
Así, los discípulos están «enamorados de Jesús». «No demos cabida a personas decepcionadas e infelices; no escuchemos a los que cínicamente recomiendan no cultivar esperanzas en la vida; no confiéis en aquellos que afirman que ninguna empresa vale la pena el sacrificio de toda una vida», añadió Francisco, quien pidió «no escuchar a los ‘viejos’ de corazón que sofocan la euforia juvenil».
Frente a ello, la «sana utopía, pues «Dios quiere que podamos soñar como Él y con Él, mientras caminamos con mucho cuidado hacia la realidad. Soñando con un mundo diferente. Y si un sueño se apaga, volviendo a soñar de nuevo, dibujando con esperanza a la memoria de los orígenes».
Texto de la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera regresar sobre un tema importante: la relación entre la esperanza y la memoria, con particular referencia a la memoria de la vocación. Y tomo como ícono la llamada de los primeros discípulos de Jesús. En sus memorias se quedó tan marcada esta experiencia, que alguno registró incluso la hora: «Era alrededor de las cuatro de la tarde» (Jn 1,39). El evangelista Juan narra el episodio como un nítido recuerdo de juventud, que se quedó intacto en su memoria de anciano: porque Juan escribió estas cosas cuando era anciano.
El encuentro había sucedió cerca del río Jordán, donde Juan Bautista bautizaba; y aquellos jóvenes galileos habían escogido al Bautista como guía espiritual. Un día llega Jesús, y se hizo bautizar en el río. Al día siguiente pasó de nuevo, y entonces el que bautizaba – es decir, Juan Bautista – dijo a dos de sus discípulos: «Este es el Cordero de Dios» (v. 36).
Y para estos dos fue la «centella». Dejaron a su primer maestro y se pusieron en el seguimiento de Jesús. Por el camino, Él se gira hacia ellos y les plantea la pregunta decisiva: «¿Qué quieren?» (v. 38). Jesús aparece en los Evangelio como un experto del corazón humano. En ese momento había encontrado a dos jóvenes en búsqueda, sanamente inquietos. De hecho, ¿qué juventud es una juventud satisfecha, sin una pregunta de sentido? Los jóvenes que no buscan nada, no son jóvenes, son jubilados, han envejecido antes de tiempo. Es triste ver jóvenes jubilados. Y Jesús, a través de todo el Evangelio, en todos los encuentros que le suceden a lo largo del camino, se presenta como un «incendiario» de corazones. De ahí ésta pregunta que busca hacer emerger el deseo de vida y de felicidad que cada joven se lleva dentro: «¿Qué cosa buscas?». Hoy quisiera preguntarles a los jóvenes que están aquí en la Plaza y a aquellos que nos escuchan a través de los medios de comunicación: «¿Tú, que eres joven, qué cosa buscas? ¿Qué cosa buscas en tu corazón?».
La vocación de Juan y de Andrés comienza así: es el inicio de una amistad con Jesús tan fuerte que impone una comunión de vida y de pasiones con Él. Los dos discípulos comienzan a estar con Jesús y enseguida se transforman en misioneros, porque cuando termina el encuentro no regresan a casa tranquilos: tanto es así que sus respectivos hermanos – Simón y Santiago – son enseguida incluidos en el seguimiento. Fueron donde estaban ellos y les han dicho: «¡Hemos encontrado al Mesías, hemos encontrado a un gran profeta!», dan la noticia. Son misioneros de ese encuentro. Fue un encuentro tan conmovedor, tan feliz que los discípulos recordaran por siempre ese día que iluminó y orientó su juventud.
¿Cómo se descubre la propia vocación en este mundo? Se puede descubrir de varios modos, pero esta página del Evangelio nos dice que el primer indicador es la alegría del encuentro con Jesús. Matrimonio, vida consagrada, sacerdocio: cada vocación verdadera inicia con un encuentro con Jesús que nos dona una alegría y una esperanza nueva; y nos conduce, incluso a través de pruebas y dificultades, a un encuentro siempre más pleno, crece, ese encuentro, más grande, ese encuentro con Él y a la plenitud de la alegría.
El Señor no quiere hombres y mujeres que caminan detrás de Él de mala gana, sin tener en el corazón el viento de la felicidad. Ustedes, que están aquí en la Plaza, les pregunto – cada uno responda a sí mismo – ustedes, ¿tienen en el corazón el viento de la felicidad? Cada uno se pregunte: ¿Yo tengo dentro de mí, en el corazón, el viento de la felicidad? Jesús quiere personas que han experimentado que estar con Él nos da una felicidad inmensa, que se puede renovar cada día de la vida. Un discípulo del Reino de Dios que no sea gozoso no evangeliza este mundo, es uno triste. Se convierte en predicador de Jesús no afinando las armas de la retórica: tú puedes hablar, hablar, hablar pero si no hay otra cosa. ¿Cómo se convierte en predicador de Jesús? Custodiando en los ojos el brillo de la verdadera felicidad. Vemos a tantos cristianos, incluso entre nosotros, que con los ojos te transmiten la alegría de la fe: con los ojos.
Por este motivo el cristiano – como la Virgen María – custodia la llama de su enamoramiento: enamorados de Jesús. Cierto, hay pruebas en la vida, existen momentos en los cuales se necesita ir adelante no obstante el frío y el viento contrario, no obstante tantas amarguras. Pero los cristianos conocen el camino que conduce a aquel sagrado fuego que los ha encendido una vez por siempre.
Y por favor, le pido: no escuchemos a personas desilusionadas e infelices; no escuchemos a quien recomienda cínicamente no cultivar la esperanza en la vida; no confiemos en quien apaga desde el inicio todo entusiasmo diciendo que ningún proyecto vale el sacrificio de toda una vida; no escuchemos a los «viejos» de corazón que sofocan la euforia juvenil. Vayamos donde los viejos que tienen los ojos brillantes de esperanza. Cultivemos en cambio, sanas utopías: Dios nos quiere capaces de soñar como Él y con Él, mientras caminamos bien atentos a la realidad. Soñar en un mundo diferente. Y si un sueño se apaga, volver a soñarlo de nuevo, recurriendo con esperanza a la memoria de los orígenes, a esas brazas que, tal vez después de una vida no tan buena, están escondidas bajo las cenizas del primer encuentro con Jesús.
Es esta pues, una dinámica fundamental de la vida cristiana: recordarse de Jesús. Pablo decía a su discípulo: «Recuérdate de Jesucristo» (2 Tim 2,8); este es el consejo del gran San Pablo: «Recuérdate de Jesucristo». Recordarse de Jesús, del fuego de amor con el cual un día hemos concebido nuestra vida como un proyecto de bien, y a vivificar con esta llama nuestra esperanza. Gracias.
Saludo del Papa en español:
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy reflexionamos sobre la relación entre la esperanza y la memoria de la vocación. Los primeros discípulos de Jesús recordaban de forma nítida el momento de su llamada.
Juan y Andrés escucharon cómo su maestro Juan el Bautista decía de Jesús: «Ese es el Cordero de Dios». Esta fue la chispa que dio comienzo a su historia de seguimiento. Ellos iniciaron a estar con él y muy pronto se transformaron en misioneros, haciendo que sus hermanos Simón y Santiago también siguieran a Jesús.
Y nosotros, ¿cómo podemos descubrir nuestra vocación? Se puede hallar de muchas formas, pero toda vocación, ya sea al matrimonio, al sacerdocio o a la vida consagrada, comienza con un encuentro personal con Jesús, que nos llena de inmensa alegría. El Señor no quiere que lo sigamos sin ganas, sino con el corazón lleno de gozo, y esa felicidad de estar con él es la que evangeliza el mundo.
El cristiano, como la Virgen María, conserva en su corazón la llama del primer encuentro con el Señor, y ante las pruebas de la vida vuelve a ese sagrado fuego, que lo conforta y que fue encendido una vez para siempre.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los animo a que se acuerden de ese primer encuentro con Jesús en sus vidas, para que puedan reavivar ese fuego de amor, que los invita a seguirle con alegría y que es llama de esperanza. Muchas gracias.