"Para Dios no es jamás tarde. Jamás, jamás. Esta es la lógica de la conversión. Él sale de sí mismo para buscarnos y ha salido de sí mismo que ha enviado a su Hijo a buscarnos. Nuestro Dios siempre tiene la mirada sobre nosotros
(RV).-» Todos nosotros somos pecadores y todos tenemos necesidad del encuentro con el Señor; de un encuentro que nos da fuerza para ir adelante, para ser más buenos», lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Misa que presidió con ocasión de la Fiesta del Cuerpo de la Gendarmería Vaticana, en la gruta de la Virgen de Lourdes en los Jardines Vaticanos.
En su homilía, el Santo Padre comentó el pasaje del Profeta Isaías (55,6-7), en el cual nos exhorta a buscar al Señor y convertirnos. «Ahí está la conversión. Nos dice que el camino es este: buscar al Señor. Cambiar de vida, convertirse… Y esto es verdad. Pero Jesús cambia la lógica y va más allá, con una lógica que ninguno podía entender: es la lógica del amor de Dios. Es verdad, tú debes buscar al Señor y hacer de todo para encontrarlo; pero lo importante es que es Él quien te está buscando a ti. Él te está buscando a ti. Más importante que buscar al Señor, es darse cuenta que Él me busca».
Francisco señaló que es Dios quien sale para encontrarnos. «Cinco veces en este pasaje se habla de la salida: la salida de Dios, el dueño de casa, que va a tomar por jornal a los trabajadores para su viña. Y la jornada es la vida de una persona, y Dios sale por la mañana, y a media mañana, a mediodía, por la tarde hasta la noche, a las cinco. No se cansa de salir. Nuestro Dios no se cansa de salir para buscarnos, para hacernos ver que nos ama«.
Reconociendo la condición herida de la naturaleza humana, el Obispo de Roma señaló que somos pecadores, y que muchas veces sentimos que no hay nada más que hacer, que ya es tarde y nada puede cambiar. «Para Dios no es jamás tarde. Jamás, jamás. Esta es la lógica de la conversión. Él sale de sí mismo para buscarnos y ha salido de sí mismo que ha enviado a su Hijo a buscarnos. Nuestro Dios siempre tiene la mirada sobre nosotros».
Y esta es la cosa más grande del Señor, agregó el Pontífice, es humilde. Nuestro Dios es humilde. Se humilla esperándonos. Esta siempre ahí, en espera. «Todos nosotros somos pecadores y todos tenemos necesidad del encuentro con el Señor; de un encuentro que nos da fuerza para ir adelante, para ser más buenos, simplemente. Pero estemos atentos. Porque Él pasa, Él viene y sería una cosa triste que Él pasara y nosotros no nos demos cuenta que Él está pasando. Y pidamos hoy la gracia: ‘Señor, que yo este seguro que Tú me estás esperando. Si, esperándome, con mis pecados, con mis defectos, con mis problemas’. Todos tenemos necesidad, todos. Pero Él está ahí, está ahí, siempre. El peor de los pecados creo que sea el de no entender que Él está siempre ahí esperándome, no tener confianza en este amor: la desconfianza en el amor de Dios».
Antes de concluir su homilía, el Papa Francisco invitó a los miembros del Cuerpo de la Gendarmería Vaticana a pedir esta gracia, es decir, la gracia de estar seguros que Dios está siempre esperándonos. «El Señor, en esta jornada gozosa para ustedes, les conceda esta gracia. También a mí, a todos. La gracia de estar seguros de que Él siempre está a la puerta, esperando que yo la abra un poco para entrar. Y no tengan miedo: cuando el hijo prodigo encontró al padre, el padre bajó de la terraza y fue al encuentro del hijo... Es esto lo que nos espera si nosotros abrimos un poquito la puerta: el abrazo del Padre».
Al tiempo, Francisco recibió a los miembros de las dos Fundaciones helvéticas, que surgieron para sostener de forma económica, material y técnica a la Guardia Suiza, en ocasión de la inauguración oficial de la nueva sede de su Central operativa, en el día en que celebran a su Patrono San Nicolás de Flüe.
El Santo Padre destacó el espíritu comunitario y solidario que desarrollan, característico de la presencia de los católicos en la sociedad. Actitud que se arraiga en el llamado evangélico del amor al prójimo (cfr Mc 12,31) y favorece la superación de las diferencias y tensiones sociales entre los diversos grupos. Por lo que, mediante su obra testimonian concretamente los ideales evangélicos y, en el tejido social suizo son ejemplo de fraternidad y del compartir:
«El amor al prójimo corresponde al mandato y al ejemplo de Cristo si se funda en un verdadero amor a Dios. Así es posible para el cristiano, a través de su dedición, hacer experimentar a los demás la ternura providente del Padre celeste. En efecto, para dar amor a los hermanos hay que tomarlo de la caldera de la caridad divina, mediante la oración, la escucha de la Palabra de Dios y el alimento de la Santa Eucaristía. Con estas referencias espirituales, es posible obrar en la lógica de la gratuidad y del servicio.
Les agradezco nuevamente por todo lo que hacen en favor de tantos jóvenes suizos, que deciden entregar algunos años de su vida al servicio de la Iglesia y de la Santa Sede. Esta ocasión me es propicia para reiterar que su presencia discreta, profesional y generosa es tan apreciada y útil para la buena marcha de las actividades del Vaticano».