El Papa rechaza la mezcla de la política, la moral y la religión que conduce al uso de un lenguaje que divide la realidad entre el Bien y el Mal absolutos, entre un eje del mal y un eje del bien
(Cameron Doody).- La República Centroafricana. China. Cuba y los Estados Unidos. Colombia. Apenas hay un rincón del mundo en el que el Papa Francisco no haya intentado inyectar «el poder de la misericordia», que «puede cambiar el significado de los procesos históricos», según ha sostenido uno de los más estrechos colaboradores del pontífice, Antonio Spadaro, sj.
De acuerdo con lo publicado por Crux, el editor de La Civiltà Cattolica dio un discurso en la Universidad de Notre Dame en Indiana, en el que reflexionó sobre «La diplomacia y geopolítica de la misericordia. El mundo del Papa Francisco». La clave de dicho discurso fue, en palabras del propio Spadaro, que para el obispo de Roma «la misericordia no es un concepto abstracto», sino «la acción de Dios dentro de la vida de este mundo: en sociedades, en grupos humanos, en familias e individuos», con lo cual esta misericordia -para el Papa Bergoglio- tiene el «poder» de cambiar el mundo.
Los ejemplos de esta convicción del pontífice en los que se apoyó el jesuita Spadaro incluía la visita que hizo Bergoglio a la República Centroafricana en 2015, en el curso de la cual abrió la Puerta Santa de la catedral de Bangui. Este acto fue «una señal de ánimo para mirar adelante, para empezar de nuevo y reanudar el diálogo» entre cristianos y musulmanes, en un país desgarrado por la guerra.
Pero no es sólo en África, ni mucho menos, donde la política de la misericordia del Papa Bergoglio ha ido recogiendo frutos, argumentó Spadaro. En Asia también lo ha hecho, a medida que el pontífice ha avanzado en sus negociaciones con China. O en América, donde Francisco ha sido uno de los principales responsables no solo del acercamiento entre los Gobiernos de Raúl Castro y Barack Obama sino también en Colombia, donde el reciente viaje apostólico fue un importante motivo por el cual el ELN concretara un alto al fuego temporal con la administración de Juan Manuel Santos.
«La postura del Papa consiste no en decir quien tiene razón y quien no», explicó Spadaro acerca de este positivo efecto político que el Papa ha tenido en estos diversos conflictos alrededor del mundo. Más bien, Francisco no se cansa en recordar «que a la raíz de todo conflicto es una lucha por el poder o por el dominio regional, lo que [él] llama ‘un pretexto vano'».
«El Papa rechaza la mezcla de la política, la moral y la religión que conduce al uso de un lenguaje que divide la realidad entre el Bien y el Mal absolutos, entre un eje del mal y un eje del bien», añadió el jesuita, refiriéndose no sólo a la desastrosa política exterior del ex-presidente George W. Bush, que desestabilizó a todo Medio Oriente sino también a las ocurrencias más peligrosas del ahora ocupante de la Casa Blanca, Donald Trump.
Y en lo que vino a ser otro golpe al llamado «ecumenismo del odio» censurado en un artículo de la Civiltà por el propio Spadaro y el pastor protestante Marcelo Figueroa, el jesuita alegó que, por el contrario, «Francisco nunca cede a la tentación de identificar la religión con el fundamentalismo».
Spadaro finalizó su discurso -con la manera en la que el Papa ha reorientado el mundo hacia una política de la misericordia que aborda la raíz en vez de las ramas de los conflictos- «la mirada visionaria del Papa ha sugerido la posibilidad de un nuevo papel global para el catolicismo». Papel en que la Iglesia, y sus representantes, no se cansarían de evitar que «el conflicto tuviera la última palabra», sino que procurarían que «la sanación y esperanza de Dios se sintieran en nuestro mundo lastimado».