El equilibrio de la Iglesia se asemeja al equilibrio de la bicicleta: está detenida, y va bien cuando está en movimiento; si tú la dejas quieta, se cae. Un buen ejemplo
(J. B./Vatican News).- «Siempre habrá resistencias al Espíritu Santo, oposiciones a las novedades y a los cambios». El Papa asumió que no siempre es fácil cambiar las cosas, pues siempre hay quienes «han recibido la ley que era vida pero la han ‘destilado’, la han transformado en ideología y así giran, giran, son incapaces de salir, y cualquier novedad para ellos es una amenaza«.
En su homilía de Casa de Santa Marta, Francisco quiso reflexionar sobre las distintas actituds del ser humano ante Dios, que «siempre sale a nuestro encuentro con algo nuevo» y «original».
En el Evangelio de Juan se observa la cerrazón de los Doctores de la Ley, que consiste en una actitud que se transforma en «rigidez». Se trata de hombres sólo capaces de ponerse en el centro, ellos mismo, inertes a la obra del Espíritu Santo e insensibles a las novedades. En este sentido, el Pontífice subrayó especialmente la completa incapacidad que tenían para «discernir los signos de los tiempos», es decir, el hecho de ser esclavos de las palabras y de las ideas. Vuelven sobre la misma pregunta, son incapaces de salir de aquel mundo cerrado, son prisioneros de las ideas.
«Han recibido la ley que era vida pero la han ‘destilado’, la han transformado en ideología y así giran, giran, son incapaces de salir, y cualquier novedad para ellos es una amenaza«.
Muy diferente, en cambio, debería ser la actitud de los hijos de Dios, que aun teniendo tal vez una inicial reticencia, son libres y capaces de poner en el centro al Espíritu Santo. El ejemplo de los primeros discípulos, afirmó el Papa, evidencia su docilidad a lo nuevo y la actitud a sembrar la Palabra de Dios incluso fuera del acostumbrado esquema del «siempre se ha hecho así».
«Ellos han permanecido dóciles al Espíritu Santo para hacer algo que era más que una revolución», «un cambio fuerte», y en el centro «estaba el Espíritu Santo: no la ley, el Espíritu Santo».
«Y la Iglesia era una Iglesia en movimiento, una Iglesia que iba más allá de sí misma. No era un grupo cerrado de elegidos, una Iglesia misionera: es más, el equilibrio de la Iglesia, por decirlo de alguna manera, está precisamente en la movilidad, en la fidelidad al Espíritu Santo. Alguien decía que el equilibrio de la Iglesia se asemeja al equilibrio de la bicicleta: está detenida, y va bien cuando está en movimiento; si tú la dejas quieta, se cae. Un buen ejemplo».
Cerrazón y apertura: dos polos contrapuestos que ilustran el modo de reaccionar del hombre ante el soplo del Espíritu Santo. En cuanto al segundo, el Papa Francisco concluyó diciendo que es típico precisamente «de los discípulos, de los apóstoles», aun con alguna resistencia inicial, que es también «una garantía del hecho de que no se dejan engañar», y después, «con la oración y el discernimiento encuentran el camino».
«Siempre habrá resistencias al Espíritu Santo, siempre, siempre hasta el fin del mundo. Que el Señor nos dé la gracia de saber resistir a lo que debemos resistir, a lo que viene del maligno, aquello que nos quita la libertad y sepamos abrirnos a las novedades, pero sólo a las que vienen de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo, y que nos dé la gracia de discernir los signos del tiempo para tomar las decisiones que deberemos tomar en aquel momento».