Vivimos tiempos en los que parecen difundirse sentimientos de sospecha, temor, desprecio y hasta odio con individuos y grupos considerados diversos por su pertenencia étnica, nacional o religiosa
(Jesús Bastante/Agencias).- «En el día del juicio universal, el Señor nos recriminará: ‘era extranjero y no me acogisteis‘. Pero nos interpela ya hoy: ‘soy extranjero, ¿no me reconocéis?‘». Francisco lanzó este mediodía un duro mensaje a los líderes políticos y religiosos, ante la «propagación de nuevas formas de xenofobia y racismo».
«A muchos, esto les parecía superado», afirmó el Papa ante los participantes en la Conferencia Mundial sobre xenofobia, racismo y nacionalismo populista en el contexto de las migraciones mundiales, a quienes recibió en el Vaticano, y a quienes entregó un discurso antes de improvisar unas palabras.
En el mismo, Francisco recalcó que «los líderes de todas las religiones tienen también una misión importante: difundir entre sus fieles los principios y los valores éticos inscritos por Dios en el corazón del hombre, conocidos como la ley moral natural», y criticó a los líderes políticos que «ceden a la tentación de explotar los temores o las dificultades objetivas de algunos grupos y de usar promesas ilusorias para intereses electorales miopes».
Bergoglio afirmó que a los que se benefician económicamente «del sistema de explotación en que viven los extranjeros» que «deberán rendir cuentas frente a Dios de las opciones que han elegido».
«Vivimos tiempos en los que parecen difundirse sentimientos de sospecha, temor, desprecio y hasta odio con individuos y grupos considerados diversos por su pertenencia étnica, nacional o religiosa, y en cuanto tales, considerados no dignos de participar en la vida de la sociedad», denunció el Papa.
«Estos sentimientos -añadió- inspiran con demasiada frecuencia verdaderos y actos reales de intolerancia, discriminación o exclusión, que atentan gravemente contra la dignidad de las personas afectadas y sus derechos fundamentales, incluido el derecho a la vida misma y a la integridad física y moral».
«Todos estamos llamados, en nuestras respectivas funciones, a cultivar y promover el respeto de la dignidad inherente a toda persona humana, empezando por la familia – el lugar en el que se aprenden desde muy temprana edad los valores de compartir, de la hospitalidad, de la hermandad y solidaridad – pero también en los diversos contextos sociales en los que operamos», concluyó.