Que aquel grito sea estímulo para no acomodarnos a las modas de turno, a los slogans simplificadores, y a todo intento de reducir y privar a cualquier persona de la dignidad con la que tú la has revestido
(Jesús Bastante).- Se cumplen 75 años del genocidio de la población judía en Lituania. El Museo de la Ocupación fue la antigua sede y cárcel de la Gestapo, y posteriormente de la KGB. Aquí murieron decenas de miles de personas, judíos y opuestos al régimen comunista. Hasta aquí quiso llegar Francisco, quien en su oración pidió al Señor que «no permitas que seamos sordos al grito de todos los que, hoy, siguen clamando al cielo«.
Los nombres de todos los muertos ocupan los ladrillos de la fachada. Algunos de ellos, también fueron obispos y religiosos. Francisco, acompañado por el arzobispo de Vilna y por un obispo superviviente de la barbarie, y descendiente de deportados, quiso orar en silencio por todas las víctimas de todas las violencias del mundo.
Antes, acompañado por la presidenta de Lituania, hizo una breve parada de oración ante el Monumento a las víctimas del gueto. En la plaza Rüdniku, una mujer, miembro de la comunidad judía, saludó al Pontífice, quien entregó un ramo de rosas blancas y amarillas (los colores del Vaticano) y se mantuvo durante varios minutos en oración por las víctimas de toda barbarie totalitaria.
Texto escrito por el Papa en el Museo Antonio Spadajo, sj
Francisco visitó algunas de las celdas, y encendió una lámpara votiva en homenaje a los que perdieron la vida en este lugar de muerte y destrucción de las conciencias, y firmó en el libro de visitas. Después, se dirigió al lugar de las ejecuciones y, posteriormente, tras salir del recinto, caminó hasta el monumento a las víctimas del comunismo, donde hizo entrega de otro ramo de flores.
Con semblante serio, duro, dolorido, que se mantuvo durante toda la visita, Francisco dirigió una breve oración, en la que hizo suyas las palabras de Cristo en la cruz. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?«.
Un grito que «no deja de resonar, y hace eco en estas paredes que recuerdan los padecimientos vividos por tantos hijos de este pueblo. Lituanos y provenientes de diferentes naciones han sufrido en su carne el afán prepotente de quienes pretendían controlarlo todo».
«En tu grito, Señor, encuentra eco el grito del inocente que se une a tu voz y se eleva hacia el cielo«, clamó el Papa, lamentando «la desolación y la impotencia, la crueldad y el sinsentido que vivió este pueblo lituano ante la ambición desenfrenada que endurece y ciega el corazón».
«En este lugar de la memoria -subrayó-, te imploramos Señor, que tu grito nos mantenga despiertos. Que tu grito, Señor, nos libre de la enfermedad espiritual al que como pueblo estamos siempre tentados: olvidarnos de nuestros padres, de lo que se vivió y padeció».
«Que aquel grito sea estímulo para no acomodarnos a las modas de turno, a los slogans simplificadores, y a todo intento de reducir y privar a cualquier persona de la dignidad con la que tú la has revestido», añadió, pidiendo que «Lituania sea faro de esperanza».
«Que sea tierra de la memoria que renueve compromisos contra toda injusticia. Que promueva intentos creativos en la defensa de los derechos de todas las personas, especialmente de los más indefensos y vulnerables. Y que sea maestra en cómo reconciliar y armonizar la diversidad».
Oración del Papa en el Museo de la Ocupación y de la lucha por la libertad
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,47).
Tu grito, Señor, no deja de resonar, y hace eco en estas paredes que recuerdan los padecimientos vividos por tantos hijos de este pueblo. Lituanos y provenientes de diferentes naciones han sufrido en su carne el afán prepotente de quienes pretendían controlarlo todo.
En tu grito, Señor, encuentra eco el grito del inocente que se une a tu voz y se eleva hacia el cielo. Es el Viernes Santo del dolor y de la amargura, de la desolación y de la impotencia, de la crueldad y del sinsentido que vivió este pueblo lituano ante la ambición desenfrenada que endurece y ciega el corazón.
En este lugar de la memoria, te imploramos Señor que tu grito nos mantenga despiertos. Que tu grito, Señor, nos libre de la enfermedad espiritual al que como pueblo estamos siempre tentados: olvidarnos de nuestros padres, de lo que se vivió y padeció.
Que en tu grito y en las vidas de nuestros mayores que tanto sufrieron encontremos la valentía para comprometernos decididamente con el presente y con el futuro; que aquel grito sea estímulo para no acomodarnos a las modas de turno, a los slogans simplificadores, y a todo intento de reducir y privar a cualquier persona de la dignidad con la que tú la has revestido.
Señor, que Lituania sea faro de esperanza. Sea tierra de la memoria operosa que renueve compromisos contra toda injusticia. Que promueva intentos creativos en la defensa de los derechos de todas las personas, especialmente de los más indefensos y vulnerables. Y que sea maestra en cómo reconciliar y armonizar la diversidad.
Señor, no permitas que seamos sordos al grito de todos los que hoy siguen clamando al cielo.
Nella cella dei martiri delle occupazioni #PapaLituania pic.twitter.com/QbWPX1vLsB
— Antonio Spadaro (@antoniospadaro) 23 de septiembre de 2018