"Yo soy hijo de inmigrantes", confiesa ante los Scalabrinianos

Francisco: «Hoy se explota al extranjero, pero Europa nació con las migraciones»

"El bienestar es suicida porque te lleva a cerrar las puertas para que no te molesten"

Francisco: "Hoy se explota al extranjero, pero Europa nació con las migraciones"
"Yo soy hijo de inmigrantes", confiesa ante los Scalabrinianos Vatican News

Ustedes deben enseñar, ayudar a recibir al extranjero, dar todas las posibilidades a las naciones que tienen todo y son insuficientes por estas cuatro palabras: cómo recibir un extranjero

«Yo soy hijo de inmigrantes. La Argentina es mi experiencia, es un coctel de olas migratorias porque los migrantes construyen un país. Así fue también para Europa: Europa no nació sola, nació con las olas migratorias», explicó el papa Francisco a los participantes en el XV Capítulo General de la Congregación de los Misioneros de San Carlos, también conocidos como Scalabrinianos a los que recibió hoy en el Palacio Apostólico.

«Es verdad que hay una ola de cierre hacia lo extranjero y hay tantas situaciones de trata de personas extranjeras: se explota al extranjero. Yo soy hijo de migrantes: recuerdo la posguerra, yo era un niño de 12 años, cuando donde trabajaba papá llegaron los polacos a trabajar, todos migrantes. Y cómo eran bien recibidos. La Argentina tiene esta experiencia de recibir porque había trabajo y también necesidad».

«El bienestar -señaló Francisco- es suicida porque te lleva a cerrar las puertas para que no te molesten. Pueden entrar solo las personas que sirven para mi bienestar y nosotros tenemos este drama del invierno demográfico y del cierre de las puertas».

 

 

El pontífice reconoció lo difícil de la situación pero añadió: «Esto los motiva todavía más a un valiente y perseverante entusiasmo apostólico para poder llevar el amor de Cristo a cuantos, lejos de la patria y de la familia, se arriesgan a sentirse alejados incluso de Dios».

El pontífice agradeció a los padres Scalabrinianos «por lo que hacen: tuve la gracia de conocerlos cuando estaba en la Argentina porque nuestros estudiantes estudiaban en su facultad, luego como arzobispo tuve su ayuda en esa ciudad que tenía tantos problemas en las migraciones. Muchas gracias, y ahora gracias por habernos dado uno de los subsecretarios para los migrantes, que trabajan muy bien».

Francisco observó además que «es más fácil recibir a un extranjero que ser recibido y ustedes deben hacer ambas cosas». «Ustedes deben enseñar, ayudar a recibir al extranjero, dar todas las posibilidades a las naciones que tienen todo y son insuficientes por estas cuatro palabras: cómo recibir un extranjero».

Encuentro y Camino
El Papa subrayó en su discurso el tema del Capítulo General: ‘Encuentro y camino. Jesús caminaba con ellos’. Subrayó la imagen de los discípulos de Emaús presente en ese tema. Los discípulos volvían a su aldea, Emaús, decepcionados tras la muerte de Jesús. Sin embargo, se encuentran con el Señor resucitado por el camino y, aunque no lo reconocen, lo invitan a pasar con ellos la noche. Solo durante la cena, al partir el pan, lo reconocen, y en ese momento Jesús desaparece.

En esa escena evangélica, muy presente también a lo largo de los debates del reciente Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, se refleja, según explicó el Papa, la misión de la Congregación: anunciar la Palabra y caminar junto con los que son objeto de la evangelización. En definitiva: evangelización y proximidad, algo extensible a toda la Iglesia.

 

 

Francisco quiso descender desde el enunciado teórico a la práctica concreta de ese caminar en proximidad. Así, habló del fenómeno de la migración, con el que la Congregación se siente especialmente comprometida.

«El icono bíblico de los discípulos de Emaús muestra que Jesús explica las Escrituras mientras camina con ellos. La evangelización se hace caminando con la gente. En primer lugar, se necesita escuchar a las personas, escuchar la historia de la comunidad. Sobre todo, las esperanzas decepcionadas, las esperanzas del corazón, las pruebas que ha tenido que pasar la fe».

Por lo tanto, «lo primero es escuchar, y hacerlo con actitud de compasión, de cercanía sincera«. En este sentido, el pontífice reflexionó sobre las historias que se encuentran en el corazón de los migrantes, «historias buenas y malas. El peligro está en que esas historias sean eliminadas», porque «así el migrante queda desarraigado, sin rostro, sin identidad».

Esa pérdida, «se puede evitar mediante la escucha, caminando junto a las personas y a la comunidad de migrantes. Poder hacerlo es una gracia y es, también, un recurso para la Iglesia y para el mundo».

Después de haber escuchado, continuó explicando el pontífice, «es necesario dar la Palabra y el signo del pan repartido». «Es fascinante dar a conocer a Jesús por medio de las Escrituras a personas de diferentes culturas. Contarles su misterio de Amor: encarnación, pasión, muerte y resurrección».

«Compartir con los migrantes el estupor de una salvación que es histórica, que es universal, que es para todos. Disfrutar juntos de la alegría de leer la Biblia, de tomar de ella la Palabra de Dios para nosotros hoy. Descubrir que, por medio de las Escrituras, Dios quiere dar a estos hombres y a estas mujeres concretas su Palabra de salvación, de esperanza, de liberación de paz».

Y luego, «invitar a la Mesa de la Eucaristía, donde las palabras disminuyen y permanece el Signo del Pan repartido: Sacramento en el cual todo que resumido, en el que el Hijo de Dios ofrece su Cuerpo y su Sangre para la vida de todos los migrantes, de todos los hombres y mujeres que se arriesgan a perder la esperanza y que, para no sufrir prefieren cancelar su pasado».

Por último el Papa finalizó pidiendo a los religiosos que no se olviden que «la condición de cada misión en la Iglesia es que estamos unidos a Cristo Resucitado como los sarmientos a la vid».

(RD/Aica)

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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