Cinco testimonios llenan de vergüenza y lágrimas la cumbre antipederastia

«Ustedes se han convertido en los asesinos de las almas, en los asesinos de la fe»

Los supervivientes exigen a la Iglesia justicia: "Si queremos salvar a la Iglesia, los perpetradores deben ser castigados"

"Ustedes se han convertido en los asesinos de las almas, en los asesinos de la fe"
Cinco testimonios llenan de vergüenza y lágrimas la cumbre antipederastia

Cada vez que lo tenía y que él lo sabía, me golpeaba. Y esa era la condición para que él pudiera ayudarme económicamente. Él me daba todo lo que yo quería cuando yo aceptaba las relaciones sexuales. De lo contrario, me golpeaba

(Jesús Bastante).- «Lo primero que hicieron fue tratarme de mentiroso, darme la espalda y decir que yo y otros, eramos enemigos de la Iglesia«. Los 190 participantes en la cumbre antiabusos del Vaticano agachaban la cabeza, algunos esbozaban lágrimas, otros no sabían dónde meterse. Francisco, profundamente conmovido, escuchaba con los ojos cerrados, en actitud de oración.

La primera jornada de la cumbre convocada por el Papa tuvo como absolutas protagonistas a las víctimas, y sus testimonios. Cinco de ellas, cuatro hombres y una mujer, hablaron en un vídeo (aunque los obispos sólo escucharon el sonido de sus voces) brutal, desgarrador, que muestra a las claras que queda mucho por hacer.

Un hombre latinoamericano, una mujer africana, y otros tres hombres de Europa del Este, Asia y Estados Unidos fueron desgranando, uno por uno, sus experiencias de abusos, la falta de respuesta por parte de los obispos, la doble victimización que sufrieron, y llenaron de vergüenza los rostros de los participantes. «Ustedes se han convertido en los asesinos de las almas, en los asesinos de la fe», les espetó uno de los supervivientes.

Si vuelven a sus casas sin que nada haya cambiado, no deberían seguir formando parte de la Iglesia católica.

Estos son, íntegros, los cinco testimonios de la infamia.

 

 



 

 

 

 

Primer testimonio

Antes que nada, quiero darles las gracias a la Comisión por haberme permitido dirigirme a ustedes hoy, y al Santo Padre por todo el apoyo y la ayuda que nos ha dado en este último tiempo.

Me preguntan que hable sobre el dolor del abuso sexual. Para todos es conocido que el abuso sexual deja una secuela tremenda para todas las personas. Creo que no vale la pena ya seguir, hablando de eso porque las secuelas son obvias, en todo tipo de aspectos, y quedan para la vida.

Más me gustaría referirme como católico, lo que me pasó y lo que me gustaría decirles a los obispos. Para una persona como católico, lo más difícil es poder hablar sobre el abuso sexual, pero una vez que uno se atreve a ir a contar, en nuestro caso por ejemplo yo, lo primero que pensé es: voy a ir a la Santa Madre Iglesia, donde me van a oir y me van a respetar.

Lo primero que hicieron fue tratarme de mentiroso, darme la espalda y decir que yo y otros, eramos enemigos de la Iglesia. Yo sé que están allí hablando, sobre cómo terminar y cómo empezar de nuevo y cómo reparar todo este daño.

Primero, perdones falsos, perdones obligados ya no funcionan. A las víctimas hay que creerles, respetarlas, cuidarlas y repararlos. Hay que reparar a las víctimas, hay que estar con ellos, hay que creerles, hay que acompañarlos. Ustedes, son los doctores de las almas, y sin embargo, con excepciones, se han convertido en algunos casos, en los asesinos de los almas, en los asesinos de la fe.

Qué contradicción más espantosa. Yo me pregunto, qué estará pensando Jesús, qué estará pensando María, cuando ve a sus propios pastores, ser los que traicionan a las ovejas. Yo les pido por favor, que colaboren con la justicia, que tengan especial cuidado con las víctimas.

Estamos viendo cada día la punta del Iceberg, cuando la Iglesia ha querido que se diga que esto ya terminó, siguen saliendo casos, ¿por qué? Porque se tratan, como cuando uno ve un cáncer, uno tiene que tratar el cáncer entero, no sacar el tumor, hay que hacer quimioterapia, hay que hacer radioterapia, hay que hacer tratamientos. No es extirpar el tumor y ya listo.

Yo les pido que oigan a lo que el Santo Padre quiere hacer, no asientan con la cabeza y después hagan otra cosa, yo lo único que les pido es que, y le pido al Espíritu Santo, que los ayude a restablecer la confianza en la Iglesia, que los que no quieran oir al Espíritu Santo y los que quieran seguir encubriendo, que se vayan de la Iglesia, para dejar paso a otros que sí queremos una Iglesia nueva, una Iglesia renovada y una Iglesia absolutamente libre de abusos sexuales.

Yo los encomiendo a la Virgen, los encomiendo al Señor, para que esto se haga una realidad. Pero no podemos seguir con este crimen, de encubrir esta lacra de los abusos sexuales en la Iglesia.

Espero que el Señor y María los ilumine, y de una vez por todas, colaboremos con la justicia, y extirpemos este cáncer de la Iglesia , que está terminando con la Iglesia. Y eso es lo que el demonio quiere. Gracias.

 

 

 

 

Segundo testimonio

D. – ¿Qué es lo que más te ha herido en tu vida?

R. – Desde que tenía quince años mantenía relaciones sexuales con un sacerdote. Esto duró trece años seguidos. Estuve embarazada tres veces, él me hizo abortar tres veces. Simplemente porque él no quería un preservativo ni un método anticonceptivo.

Al principio tenía tanta confianza en él, que no sabía que podía abusar de mí. Tenía miedo de él. Y cada vez que me negaba a tener relaciones con él, me pegaba. Él me golpeaba. Y como yo dependía totalmente de él económicamente, sufrí todas sus humillaciones. Y teníamos estas relaciones tanto en su casa del pueblo como en el centro de acogida diocesano. Y en esa relación, yo no tenía derecho a tener un novio.

Cada vez que lo tenía y que él lo sabía, me golpeaba. Y esa era la condición para que él pudiera ayudarme económicamente. Él me daba todo lo que yo quería cuando yo aceptaba las relaciones sexuales. De lo contrario, me golpeaba.

D. – ¿Cómo ha asumido todas estas heridas y cómo se siente en este momento?

R. – Siento que tengo una vida arruinada. He sufrido tales humillaciones en esta relación, que no sé qué me depara el futuro. Esto me hace ser muy prudente en mis relaciones en la actualidad.

D. – ¿Qué mensaje le gustaría enviar a los obispos?

R. – Hay que decir que amar sinceramente es amar gratuitamente. Cuando se ama a alguien, se piensa en su futuro, se piensa en su bienestar. No se abusa de la persona de esa manera. Y hay que decir que los sacerdotes, los religiosos, tienen los medios para ayudar y también tienen los medios para destruir. Deben comportarse con responsabilidad, como personas sensatas. Muchas gracias, su contribución será muy, muy significativa para el encuentro de los Obispos. Una vez más, gracias.

 

 

 

 

Tercer testimonio

R. – Tengo 53 años, soy un sacerdote religioso. Este año es el 25o aniversario de mi ordenación. Estoy agradecido a Dios. ¿Qué me ha herido? Me hirió conocer a un sacerdote. Cuando era adolescente, después de la confesión, iba donde el sacerdote para que me enseñara a leer las Escrituras durante la Misa, y él tocaba mis partes íntimas.

Pasé una noche en su cama. Esto me hirió profundamente. La otra cosa que me hirió fue el obispo a quien, después de muchos años como adulto, le hablé de lo que había pasado. Fui con él junto con mi provincial. Primero le escribí una carta al obispo, seis meses después de una entrevista con el sacerdote.

El obispo no me respondió y después de seis meses escribí al nuncio. El nuncio reaccionó mostrando comprensión. Entonces me encontré con el obispo y me atacó sin tratar de entenderme, y eso me hirió. Por un lado el sacerdote y por otro este obispo que…

¿Qué siento? Me siento mal, porque ni ese sacerdote ni el obispo respondieron a mi carta, y ya han pasado ocho años y tampoco él ha respondido.

¿Qué me gustaría decir a los obispos? Que escuchen a estas personas, que aprendan a escuchar a las personas que hablan. Yo quería que alguien me escuchara, que se supiera quién es ese hombre, ese sacerdote y lo que hace. Perdono de todo corazón a ese sacerdote y al obispo.

Doy gracias a Dios por la Iglesia, estoy agradecido de estar en la Iglesia. Tengo muchos amigos sacerdotes que me han ayudado.

 

 

 

 

Cuarto testimonio

Hola. Aprecio este acercamiento a los sobrevivientes del abuso sexual del clero y estoy feliz de participar en este proyecto.

¿Qué es lo que más me ha herido? Al reflexionar sobre esta cuestión, pienso en la totalidad… en la plena realización de la pérdida total de la inocencia de mi juventud y en cómo eso me ha afectado hoy en día. Todavía hay dolor en mis relaciones familiares. Todavía hay dolor con mis hermanos. Todavía tengo dolor.

Mis padres todavía llevan el dolor por la disfunción, la traición, la manipulación que este hombre malo, que era nuestro sacerdote católico en ese entonces, nos hizo a mi familia y a mí. Así que eso es lo que más me ha herido y lo que llevo conmigo hoy.

Ahora estoy bien porque he encontrado esperanza y sanación al contar mi historia, al compartir mi historia con mi familia, mi esposa y mis hijos – mi familia extendida – mis amigos, y porque puedo hacer eso, me siento más cómodo conmigo mismo y por cómo puedo ser yo mismo.

Y finalmente lo que quiero decir a los obispos – creo que es una excelente pregunta: Yo pediría a los obispos liderazgo. Liderazgo, visión y coraje. Eso es a lo que respondo, eso es lo que espero ver. Tengo una experiencia personal de liderazgo y cómo me ha afectado personalmente.

Uno de mis mejores recuerdos del Cardenal Francis George es cuando él habló de las dificultades de sus compañeros sacerdotes que habían abusado. Y consideré que esas palabras, viniendo de un hombre en su posición, aunque debe haber sido muy difícil para él decirlas, eran lo correcto y apropiado para decir.

Pensé que eso era liderazgo en ese momento, y creo que es liderazgo ahora. Y pensé que si él podía ponerse a sí mismo ahí fuera, y liderar con el ejemplo, entonces yo podría ponerme a mí mismo ahí fuera, y creo que otros sobrevivientes y otros católicos y personas de fe pueden salir ponerse a trabajar para lograr una resolución, y trabajar para sanar, y trabajar por una Iglesia mejor.

Así es que respondemos al liderazgo, miramos a nuestros obispos en busca de liderazgo, les pediría a los obispos que muestren liderazgo. Gracias.

 

 

 

 

Quinto testimonio

He sido acosado sexualmente durante mucho tiempo, más de cien veces, y este acoso sexual me ha creado traumas y recuerdos a lo largo de mi vida.

Es difícil vivir la vida, es difícil estar con gente, conectarse con la gente. He cargado con esta actitud en mi familia, con mis amigos e incluso con Dios. Cada vez que he hablado con los Provinciales y con los Superiores Mayores, todos han encubierto prácticamente cada asunto, han encubierto a los autores y eso a veces me mata. Hace mucho tiempo que doy esta batalla… y la mayoría de los Superiores, por razones de amistad, son incapaces de detenerlo.

Pido a los Provinciales, a los Superiores Mayores y a los Obispos que participan en esta audiencia que lleven a cabo actos firmes que realmente pongan en su lugar al perpetrador. Si queremos salvar a la Iglesia, los perpetradores deben ser castigados.

Pediré a los Obispos que sean claros en esta materia, porque esta es una de las bombas de tiempo que están ocurriendo en la Iglesia de Asia. Si quieren salvar a la Iglesia, tenemos que actuar juntos y hacer que los perpetradores se den por vencidos.

La amistad no debería prevalecer aquí, sino la acción, porque esto destruirá a todas nuestras generaciones de niños. Como Jesús siempre dijo, necesitamos ser como niños, no ser abusadores sexuales de niños.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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