EL HOMBRE Y LA FE

Las víctimas de la trata y los migrantes, ejes del Vía Crucis en el Coliseo de Roma

Las víctimas de la trata y los migrantes, ejes del Vía Crucis en el Coliseo de Roma
Impresionante estampa del Coliseo. EP

El Viernes Santo recuerda la muerte de Cristo, un camino de cruz y dolor que se revive a diario en nuestro mundo (El sufrimiento de las víctimas de la trata protagoniza el Vía Crucis en el Coliseo de Roma).

Sor Eugenia Bonetti, misionera de la Consolata y presidente de la asociación Slaves no More (que combate «la violencia contra las mujeres y el tráfico de seres humanos para su explotación laboral y sexual»), fue la encargada de las meditaciones del Vía Crucis que tuvo lugar este Viernes Santo por la noche, como es tradicional, en torno al Coliseo de Roma, símbolo de la persecución y del sufrimiento de los primeros cristianos.

Ante miles de personas que se habían congregado en las proximidades horas antes y que asistieron al rito portando numerosas velas, sus crudas palabras resonaron fuerte: «Queremos ahora recorrer esta ‘vía dolorosa’ junto a todos los pobres, los excluidos de la sociedad y los nuevos crucificados de la historia actual, víctimas de nuestra cerrazón, del poder y de las legislaciones, de la ceguera y del egoísmo, pero sobre todo de nuestro corazón endurecido por la indiferencia. Una enfermedad, esta última, que también sufrimos nosotros, los cristianos».

Estación tras estación, fueron denunciadas las «políticas exclusivas y egoístas», la situación de «los inmigrantes obligados a vivir en las barracas en los márgenes de nuestra sociedad, después de haber padecido sufrimientos inauditos», el caso de «tantas madres, demasiadas, que han dejado partir hacia Europa a sus jóvenes hijas con la esperanza de ayudar a sus familias que viven en la extrema pobreza, encontrando en cambio humillaciones, desprecio e incluso, a veces, la muerte», la «violencia en la vida de tantas jóvenes que experimentan solo el abuso, la arrogancia y la indiferencia de aquellos que, de noche y de día, las buscan, las usan, se aprovechan de ellas, y luego las arrojan de vuelta a la calle para caer en las garras del próximo comerciante de vida».

«El pobre, el extranjero, el que es diferente no debe ser visto como un enemigo que hay que rechazar o combatir», afirmaba una de las meditaciones, «sino, más bien, como un hermano o hermana que hay que acoger y ayudar. Ellos no son un problema, sino un recurso valioso para nuestras ciudades blindadas, donde el bienestar y el consumismo no apaciguan el cansancio y la fatiga crecientes».

O, en otra: «Ayúdanos a compartir el sufrimiento y la humillación de tantas personas tratadas como desechos. Es muy fácil condenar seres humanos y situaciones vergonzosas que humillan nuestro falso pudor, pero no es tan fácil asumir nuestras responsabilidades como individuos, como gobiernos y también como comunidades cristianas».

Las meditaciones fueron leídas por locutores profesionales y acompañaron el trayecto de la Cruz, llevada por diversas personas durante las 14 estaciones.

Para los católicos el Viernes Santo es el segundo día del Triduo Pascual, dedicado a la meditación sobre la Pasión de Cristo. Las campanas no suenan en señal de luto y no se celebra la eucaristía. Se recuerda la crucifixión y muerte de Jesús con la Liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz y el rito de la Comunión.

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