Pequeños pero poderosos. La Guardia Suiza, el pequeño cuerpo militar encargado de la seguridad del Papa, atraviesa momentos de dificultad. Este lunes los nuevos reclutas participarán en la ceremonia del juramento, como cada 6 de mayo, para recordar el día en que 147 guardias murieron, en 1527, protegiendo al papa Clemente VI durante el saqueo de Roma a manos de las tropas de Carlos V. Pero sólo prestarán juramento 23 guardias, un número cada vez más reducido, para la preocupación de su cúpula. El año pasado lo hicieron 33, y en el 2017, unos 40. «Este es nuestro gran desafío, encontrar guardias», admitió este fin de semana el comandante de la Guardia Suiza, Christoph Graf, según recoge Anna Buj en lavanguardia.
El papa Francisco ha autorizado al cuerpo a pasar de los 110 soldados que lo conforman en la actualidad a 135, por las mayores necesidades de seguridad, en el palacio Pontificio o en sus múltiples viajes, pero ahora mismo encontrar a 25 jóvenes que quieran trasladarse a Roma parece misión imposible, sobre todo porque cada año deben renovar un tercio de la plantilla. «Necesitaremos al menos 4 o 5 años para llegar a 135», asumen. La buena salud de la economía o el declive del catolicismo en Suiza son algunas de las razonas que explican la escasez de aspirantes. Es difícil que un joven quiera abandonar los altos salarios del país y alejarse de su familia y amigos por un sueldo equiparado al de los policías italianos, sobre los 1.500 euros al mes. Por esto, la Guardia Suiza está llevando a cabo una operación de márketing inédita para intentar captar a chicos que estén dispuestos a pasar al menos 26 meses en el ejército más pequeño del mundo.
Entre otras iniciativas, han inaugurado una página web que explica con todo detalle sus actividades e historia, tienen nuevas cuentas en las redes sociales para hacer propaganda y elaboran un vídeo al mes que muestra su día a día. Además, organizan visitas de guardias suizos a las escuelas para que cuenten su experiencia de primera mano y hasta tienen una semana de puertas abiertas en la que los dudosos vienen a Roma a conocerles. La Guardia Suiza quiere cambiar su imagen y propagar que sus miembros son chicos corrientes, que tienen tres días libres en los que salen y viven una vida normal en Roma. Muchos tienen novia, pero no se pueden casar hasta que llevan cinco años de servicio. «No es un seminario, aunque hay mucha gente que piensa que sí. Pero sí que es verdad que hay jóvenes que descubre aquí la vocación para servir a la Iglesia», cuenta Graf. Un guardia al año suele abandonar el uniforme para entrar en el seminario.
«No es una vida fácil, somos soldados y debemos estar preparados. Pero somos todos camaradas, y aquí creamos vínculos de amistad», dice Robi Curkovic, de 23 años, que hoy prestará juramento. La Guardia Suiza se creó en 1506 de la mano del papa Julio II, quien negoció con algunos cantones helvéticos para crear un contingente estable en Roma para defenderle.
No es fácil cumplir los requisitos para entrar en este cuerpo tan elitista, que más o menos son los mismos que hace 500 años. Sirve tener la nacionalidad suiza, entre 19 y 30 años, haber cumplido el servicio en el ejército suizo, medir más de 1,74 metros, ser soltero, católico y no tener antecedentes penales, además de una carta del párroco que señale la buena reputación. Ser un hombre -el comandante descartó que tengan la intención de integrar a mujeres entre sus filas-.
Y aunque no está escrito, estar dispuesto a salir en las fotografías que todo turista toma cuando viaja a la Ciudad del Vaticano. «No nos gustan, pero ya estamos acostumbrados», sonríe Théophane Gaillard, de 22 años. Como en todos lados, la tradición familiar también anima a algunos jóvenes a dar este paso. En esto, los Gaillard están logrando todo un hito.
El padre, Bruno, conoció a su mujer como soldado en el Vaticano, donde ella trabajaba en un centro de asistencia. Ahora dos de sus hijos están en el cuerpo. El mayor es Théophane, que ya lleva dos años. El segundo, Timothé, es uno de los nuevos reclutas. «Verles me transporta a la juventud, pero ahora, con la amenaza terrorista, sienten más presión», afirma el padre, orgulloso. «Al final -apostilla- esto es vocación: estar al servicio del sucesor de Pedro».