César Rincón se despide de La Maestranza con dos orejas

César Rincón se despide de La Maestranza con dos orejas

Juan Miguel Núñez (EFE).- Toros de Torrestrella, el cuarto como sobrero, terciados y nobles, justos de fuerzas y bajos de raza, aunque con matices, ya que se le pegó mucho en varas a la primera parte de la corrida. El cuarto fue la gran excepción por su bravura y clase, toro repetidor y con recorrido. El sexto fue un toro que respondió muy bien en la distancia larga, aunque yendo a menos.

César Rincón: estocada (silencio); y pinchazo y estocada en la suerte de recibir (dos orejas).
Enrique Ponce: media estocada (silencio); y estocada (ovación tras leve petición).
Salvador Cortés: estocada (silencio); y estocada (ovación tras petición testimonial).

En cuadrillas, Luis Mariscal saludó tras banderillear al sexto; y a caballo, Luis Miguel Leiro picó muy bien al cuarto, tirando el palo con torería y dominio.

La plaza registró lleno de «no hay billetes«, en tarde calurosa y un día más con los pasillos de las gradas ocupados como localidades de asiento.

El diestro colombiano César Rincón se despidió de la plaza sevillana de La Maestranza con una épica faena en la que toreó con muchos arrestos a un toro muy bravo que le propinó una espectacular voltereta y al que terminó cortándole las dos orejas.

Todos los días hay que hablar de lo incómoda y peligrosa que es la Plaza de Sevilla por la desfachatez de quien vende y/o consiente que no haya pasillos para entrar y salir de las gradas. Pero todos los días de llenos tan absolutos, por fortuna, hay motivos para hablar de algo extraordinario en el ruedo. Este martes fue el turno de César Rincón, que en su temporada de despedida decía adiós a La Maestranza.

Lejos de lo que ocurre con otros, que cuando anuncian que se retiran llevan ya dos o tres años idos de esto, el veterano diestro colombiano se encuentra en un momento espléndido de su carrera. Torero muy maduro, con las ideas intactas y el ánimo a tope. La faena al cuarto de la tarde es el máximo exponente de esas cualidades que le adornan. Faena emotiva donde las haya, de raza y conocimientos, de valor y poderío, de regusto también en la interpretación, y, sobre todo, de orgullo y amor propio. Rincón se va a lo grande, como ha sido toda su carrera. Y nada ni nadie que se interponga le va a frenar en esa ambición torera.

Un toro para el lucimiento
El toro de hoy (el cuarto), fue toro bravo sin reservas. Ya en el recibo se encontraron con mucho ímpetu el torero y su antagonista, en unos estremecedores lances de ‘pata p’alante’. En el tercio de varas, dos encuentros empujando el animal con fijeza, la cara abajo y metiendo los riñones. Se lució el picador Luis Miguel Leiro, también un gran torero a caballo. Y tras el brindis al apoderado Luis Manuel Lozano, se planteó la gran batalla. Sangraba el torrestrella por las dos pezuñas cuando citó Rincón en el mismo centro del platillo y a la media distancia, viniéndose el astado a la voz, pronto y con galope. Primera serie por la derecha, limpia y ligada. En la siguiente tanda, girando el torero en un palmo de terreno, la plaza volcada en olés y aplausos, y la banda atacando el pasodoble. Cambio de mano para torear al natural una primera serie en el mismo aire que las anteriores, pero a la segunda, al quedar descolocado el torero y no querer rectificar posiciones, el toro le vio y, ¡zas!, la voltereta fue impresionante.

Rincón voló como un pelele de pitón a pitón. Visiblemente maltrecho, y contra las recomendaciones de los demás toreros y del público, volvió a la carga. Ahora más cerrado con el toro en tablas bordó tres tandas más de locura. Muy encima, muy encajada la figura y en el sitio donde, ya se sabe, el toro puede coger más fácilmente. La emoción fue indescriptible. Rincón se permitió todavía unas «cositas» a dos manos, una verdadera delicia. Y entró a matar citando a recibir, lamentablemente cobrando un primer pinchazo en la suerte contraria, y enterrando ya de una vez la espada cuando lo hizo en la suerte natural. La plaza se venía abajo en el estallido de contento. También el toro fue largamente ovacionado en el arrastre. Muchos de los presentes, aficionados y seguidores de Rincón, habrán recordado otra faena de tantos ‘bemoles’ del mismo Rincón en su etapa anterior en Las Ventas de Madrid al toro ‘Bastonito’ de Baltasar Ibán. Pero nada que ver. Aquel fue fiero y perverso. Éste, de nombre ‘Ventisco’, ha sido bravo y agradecido, quede claro.

El resto de la corrida no tuvo apenas relieve. El mismo Rincón se encontró con un primero noble pero sin resuello, a punto de morirse mucho antes de que le montara la espada.

Ponce no tuvo enemigo con el desrazado y flojo segundo, que para más inri le dieron fuerte en el caballo y muchos capotazos innecesarios. Justito también el quinto, sin embargo, aguantó más. El maestro de Chiva hizo esta vez de prestidigitador, sacándose de la manga una faena pulcra y elegante, pero con un fondo sólo técnico.

Salvador Cortés tuvo también un primer toro que ‘no sirvió’, cortito de arrancada, sin humillar y pegando tarascadas. Por mucho que quiso el torero, fue imposible. Y el sexto, que parecía que iba a embestir, pegó cuatro arrancadas en la distancia larga, y se vino enseguida abajo en las cercanías. Rasteo de más a menos, como al propio toro.

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