(Juan Miguel Núñez / EFE).- Novillos de La Quinta, bien presentados y de juego desigual. Hubo tres y tres. Los mejores, tercero, cuarto y, sobre todo, sexto. Los otros tres no se prestaron al lucimiento. Se ovacionaron los arrastres del tercero y el sexto, y fue aplaudido el del cuarto.
Benjamin Gómez: pinchazo y estocada baja (silencio); y estocada y dos descabellos (silencio).
Miguel Angel Cañas: seis pinchazos y dos descabellos (silencio tras un aviso); y dos pinchazos y estocada (silencio).
José María Lázaro: pinchazo, otro hondo y estocada (ovación tras un aviso); y estocada (una oreja).
Cuadrillas: saludaron en banderillas Juan Antonio Algaba en el tercero y David Adalid en el sexto.
Incidencias: espectadora de excepción, en una barrera del dos, la infanta Elena, recibió brindis en los novillos tercero, cuarto y quinto.
Plaza: Las Ventas (Madrid). Lleno sin apreturas, con una leve calva en el tendido alto de sol y las andanadas, en tarde despejada y con rachas de viento frío que molestó tanto en el ruedo como en el tendido.
Poco lograron los novilleros para lo mucho que ofrecían los novillos. Tres buenos astados de La Quinta que debieron ser desorejados, además tercero y sexto fueron de dos orejas, y el cuarto cuando menos de una.
El único que llegó a tocar pelo, el más joven de la terna, José María Lázaro, contó con la ventaja de sortear el mejor lote. Así que, según se mire, su balance puede ser positivo o negativo.
Lázaro tenía que haber cortado más orejas, sí. Pero si llega a matar bien al tercero es muy posible que hubiera abierto la puerta grande. Habría que calibrar por tanto sus méritos o deméritos en base al factor suerte. Aunque con la espada generalmente no hay suerte que valga: o se tira a matar de verdad, o se pincha.
A ese buen tercero lo muleteó Lázaro con gusto y limpieza, con mucho aplomo, haciéndole las cosas por abajo. Muy bien por el lado derecho, y con algo de menos ritmo en el toreo al natural. Pero todo muy ligado y con ajuste, improvisando también en los remates de serie con el afarolado y otras cositas antes de cerrar con los de pecho.
Fue faena bonita y con arrebato a pesar de que la mayoría de las tandas resultaran escasas en la cantidad, de dos o tres pases a lo sumo. Pero hay que tener en cuenta que cuando se torea para adentro, el círculo entre toro y torero se estrecha hasta lo imposible mucho antes que cuando se hace más despegado. Lo imperdonable fue la espada, hasta el punto de cambiar la más que posible oreja por un aviso.
TROFEO EN EL SEXTO Lázaro lo medio arregló en el sexto, otro novillo claramente de triunfo, y al que, como el anterior, se fue a recibirlo de rodillas frente a chiqueros. Está claro que voluntad no le faltó. Ni ciencia, entiéndase, de nuevo el temple y la estética. Pero sin pasar de esto último.
El novillo iba largo y repetía. Otra vez lo más sobresaliente por el pitón derecho. Toreando al natural sufrió un derrote que casi le deja fuera de combate, y sin embargo, no se amilanó. Quizás le faltó profundizar más en lo artístico. Ese quizás fue definitivo para no cortar las dos orejas, porque matando a la primera como mató hubiera recuperado el otro trofeo que se había dejado en el tercero. Y así tuvo que conformarse con pasear un sólo apéndice, y marcharse de la plaza a pie.
Oreja también tenía que haber arrancado Benjamín Gómez al cuarto, un novillo con muy buen son aunque terminaría yendo a menos en la muleta. Goméz estuvo con él algo acelerado, componiendo más que toreando. Por no cogerle el aire desde el principio y hasta el final, sometiéndolo, se vio siempre apuradillo. Y es que las prisas no son nada buenas en esto el toreo.
VOLUNTAD Y MALA SUERTE Antes, en el que abrió el festejo, novillo que se venía cruzado ya en el segundo muletazo, Gómez estuvo solo voluntarioso.
Miguel Angel Cañas, con el lote menos propicio, pasó de puntillas. Muy descolocado en los cites al segundo, lo que en el argot llaman fuera de cacho, y sin pasar de las probaturas en el soso quinto. Mala suerte que de tres no le tocara ninguno.
