El Juli y Castella, ¿tanto monta?, los más grandes

El Juli y Castella, ¿tanto monta?, los más grandes


(Juan Miguel Núñez/EFE).- Dos nombres desafiantes, y con autoridad, el de Julián López El Juli y el de Sebastián Castella, le han dado carácter a la Feria de San Isidro que acaba de finalizar, y que gracias precisamente a ellos ha resultado triunfal y apasionante.

Castella sumó más trofeos que El Juli, tres contra dos. Pero ese dato no debe servir para calibrar los méritos de uno y otro, entre otras cosas porque el madrileño ha tenido una sola comparecencia, mientras que el francés hizo dos paseíllos. Y desde luego porque solo una de las dos orejas que cortó El Juli, la de su primero, vale más que todas las que se han dado en el ciclo.

El Juli hizo historia ese día, por su perfección en los tres pilares que fundamentan el toreo, es decir, técnica, valor y arte. Y encima tuvo la suerte de encontrarse con un presidente inepto y atrevido desde el punto de vista taurino, que le denegó el segundo trofeo pedido con clamor por toda la plaza.

Lo bueno es que la polémica desatada por la actitud presidencial refuerza si cabe el mérito de la faena que por si sola vale un potosí. Por si faltaba, una vez asumido el reto de abrir la puerta grande, en el siguiente, con muchas dificultades por parte del toro, El Juli salió dispuesto a todo, en una demostración de raza, otra vez inteligencia y entrega sin límites. Aquí no cortó la oreja, aquí la arrancó. Un Juli de diez.

Toreo majestuoso

Y pegado al Juli rodó Sebastián Castella, triunfal en sus dos tardes, incluso heroico en la segunda. A Castella se le conocía y valoraba en Madrid hasta ahora fundamentalmente por su valor, expresado en quietud. Pues bien, cortó dos orejas, dos, a un toro de Valdefresno al que toreó con una majestuosidad de asombro.

Fue esa la única faena de dos orejas, aunque, sin ánimo de restarle méritos, comparándola con la del Juli que se premió solo con un trofeo, con el mismo presidente esta habría sido de dos o quién sabe si más.

La segunda tarde de Castella, en la Corrida de la Prensa, otra heroicidad. Ni más ni menos que cortarle también una oreja a un toro a todas luces imposible. Convertido el ruedo en un auténtico barrizal por la lluvia, el triunfo llegó vía constancia, valor y hasta temeridad, y con el peaje de una tremenda y angustiosa voltereta.

Sin duda que Castella y El Juli, o citados en orden inverso, son los más grandes de una feria que ha tenido también más nombres relevantes, pero en la que abundan los tocados, es decir, aquellos que no fueron capaces con toros muy a modo.

Uceda Leal y José María Manzanares, en la misma corrida de Victoriano del Río en la que El Juli dio el zambombazo, también lo bordaron. Uceda, con mucho temple y solemnidad, mientras que Manzanares pegó pases sencillamente inmensos.

Juan Bautista, una de las revelaciones de la feria, aunque no fue tanto como se ha llegado a decir de su primera actuación con un toro de Araúz de Robles que no llegó a exprimir lo suficiente, sin embargo, la tarde de la Prensa, bajo el diluvio, estuvo sencillamente heroico.

El Cid pasó de puntillas el día de su primer paseíllo, pero estuvo a lo grande, muy grande, con los victorinos . Y si llega a meter la espada ahora estaría en el cuadro de honor de la feria.

Una salida a hombros que no tuvo mucho sentido, la de Matías Tejela en la primera de las tres comparecencias que tuvo. Estuvo más de verdad aun sin cortar trofeos en la siguiente tarde como sustituto del lesionado Rincón, pero en la tercera puntuó a la baja.

Javier Valverde se llevó una oreja, también pura anécdota, pues no llegó a dar un muletazo en condiciones. Estuvo mejor en la siguiente tarde, y eso que tampoco redondeó faenas.

Modestos destacados

Robleño le robó quince muletazos a un toraco de José Escolar que el presidente de esa tarde no quiso valorar, pero la vuelta al ruedo que dio sin trofeo vale tanto o más que la oreja denegada. Y otro valiente, gran revelación de la feria, el todavía modesto Rafaelillo, que si llega a meter la espada a sus dos dificilísimos toros de Dolores Aguirre hubiera sumado hasta tres orejas. Su valor fue puro, duro y muy consciente.

Muy digno y resuelto, el confirmante Ambel Posada, sin suerte con los toros, sin embargo sale de la feria como una de las grandes esperanzas de futuro. Como también Torres Jerez dará mucho que hablar si sigue manejándose con la firmeza que estuvo el último día en la corrida aplazada por la lluvia.

Sin toros propicios, Ferrera al menos dio espectáculo con las banderillas, Fernando Cruz se comprometió muy sincero e Iván García estuvo vistoso. José Ignacio Ramos y Alvaro Justo, los dos sin ánimo y desbordados. Morante, prácticamente inédito por falta de toros. César Jiménez, voluntarioso y torpe al cincuenta por ciento.

Ponce echó mano de la técnica y la estética en la imposible corrida de Alcurrucén, en la que naturalmente no profundizó. El Califa y Gómez Escorial se estrellaron con sendos lotes imposibles. Liria, sin pena ni gloria. Luis Vilches tuvo detalles, pero acelerado. Gallo, valentón un día, otro se dejó escapar un notable sobrero de Martelilla. Como El Capea, que también perdió la oportunidad de un toro bueno de Núñez del Cuvillo. Y de esta misma ganadería fue el toro con el que apuntó alto Curro Díaz, una artística faena emborronada con la espada. El mismo Curro se mostró muy desigual con los deslucidos cuadris . Y Salvador Cortés, Antonio Barrera e Iván Vicente, insuficientes.

Encabo fue otro que se dejó ir un buen toro de Martelilla, y salió del paso en la deslucida corrida de Adolfo Martín.

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