Crónica Burgos, insufrible

(Juan Miguel Núñez/EFE).- Se juntó todo para hacer la corrida insufrible. La baja temperatura, increíble a estas alturas del año, y los toros, mansos con ganas y flojitos, imposibles para hacer el toreo. Y a todo esto tampoco los toreros anduvieron muy allá, los tres sin pasar de las apariencias. Tarde de toros en La Siberia, parecía aquello. Y tarde de toros, sin toros…, y sin toreros.

No hubo nada que hacer a partir del fallo del ganado. Las seis faenas se acabaron prácticamente en las probaturas, donde cada uno de los tres espadas trató de justificarse. Más o menos resolutivos, sin embargo, tampoco llegó ninguno a superar las adversidades de los toros, que, todavía no se ha dicho, fueron también y sobre todo nobles.

Una corrida desde luego para no tener en cuenta, ni el público, ni los toreros, ni el mismo ganadero. Por cierto que el ganadero era el propio empresario, ¡si tendría interés en que hubieran embestido sus toros!, lo que prueba una vez más lo difícil que es saber de esto. Debutaba Martín Lorca como empresario en esta plaza en corrida de toros, y trajo el hombre, se supone, lo mejor de su ganadería, de encaste juampedro. Y menudo fiasco.

Miguel Abellán, fijo cada año en esta feria, no se sabe, o sí, la recomendación que le impone -un cierto parentesco burgalés a través de la línea materna, entroncada ésta muy amistosamente con un alto mandatario municipal-, ha vuelto a pasar por Burgos sin decir nada. Su primera faena fue poco menos que una pelea callejera con un toro que no tenía intención de embestir.

En el cuarto, que se defendía mucho por la falta de fuerzas, y que terminaría rajado; buscando el refugio de las tablas, Abellán tuvo además la dificultad añadida del viento. El hombre se empeñó en torear a toda costa, pero sin salir de la vulgaridad.

Castella también puso mucho ahínco en su deslucido primero, un animal tardo, de medias y rebrincadas embestidas, que no humilló nunca. El toro llegó a perder las manos en varias ocasiones, incluso llevándole por arriba. Una ruina de toro, y de faena.

Aunque para colmo el quinto, que se paró nada más salir de chiqueros, que tuvo una embestida cortísima y que llevó siempre la cara natural, es decir, sin humillar. Castella aparentó más de lo que fue, apoyándose en un simulacro de parón que incluyó unos circulares invertidos que no tenían ningún sentido.

Y Talavante, que quiso mucho, pero nada resolvió. Se puso con muy buena apostura en su primero, tratando de venderlo, pero aquello no resultó, sencillamente por la falta de toro, que no respondía a los cites. El sexto fue el toro con menos clase de los seis. Y encima el viento en contra. Terminó afligiéndose el torero. Y se desesperó el personal. La suerte es que no se ha informado de bajas por el frío.

¿Que dice José Antonio del Moral?

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