José Tomás, dos cogidas


(PD/Agencias).- La expectación se mascaba en el ambiente, en los atascos de las calles aledañas a la Malagueta, en los reventas que te cortaban el paso ofreciendo entradas a precios prohibitivos , en las largas colas de entrada a la plaza.

En los tendidos, muchos rostros conocidos e importantes personalidades, como el presidente del Partido Popular en Andalucía, Javier Arenas.

Volvía José Tomás al coso que tantas veces lo vio triunfar y a la tierra que lo acogió en sus cinco años de éxodo voluntario. En Estepona fijó su residencia y allí, entre partido y partido de fútbol-sala, nunca se le fue el toro de la cabeza. El reposo le ha servido para aderezar su personalidad de siempre con una majestuosidad que le hacen único.

José Tomás, que había dejado su tarjeta de presentación en un ceñido quite por chicuelinas, cuajó solo con la zurda una bellísima faena a un animal justo de casta y fuerza. Los naturales resultaron de perfecto trazo: ni una vez le tropezó el engaño. Se asentó y se ajustó en una labor de muchos quilates que nunca perdió interés. Comenzó por estatuarios en los medios. En el primero, el toro le rozó la taleguilla y él, imperturbable, ni se inmutó.

Luego se sucedieron las tandas de naturales con el mismo ajuste. Todo impregnado de una serenidad que puso boca abajo la Malagueta. Qué forma de conducir al animal sin un solo tirón. Gracias a esa suavidad, consiguió que el toro durase hasta el final sin caerse, cuando en banderillas se había derrumbado estrepitosamente. Lástima que la espada fuera algo caída y, por ello, perdiese las dos orejas, porque, sin duda, la obra lo mereció.

En el quinto conmocionó y paralizó el corazón de la Malagueta. Lo cogió hasta en dos ocasiones, primero con el capote, en un quite por gaoneras, y luego con la muleta. Al toro lo habían dejado crudo en el caballo y llegó rebrincado y violento.

Como en el anterior, toda la faena la planteó a izquierdas. En uno de los naturales el toro lo prendió y, ya en el suelo, al intentar zafarse, le pegó continuos derrotes en el cuello, incluso le arrancó el corbatín. Fueron segundos angustiosos, porque estuvo a merced del toro. Antes había vuelto a torear a la perfección al natural, aunque esta vez sí hubo algún enganchón, por la violencia con la que el toro tomaba la muleta.

La cogida frustró una faena épica. Se levantó conmocionado y cogió la espada. No importó que pinchara, pues la gente, volcada con el torero -que se jugó literalmente la vida-, le premió con una oreja.

Finito se mostró aseado con el flojo primero de la corrida de Núñez del Cuvillo, remendada con dos de Gavira. Uno le correspondió a Finito, el cuarto, sin opciones. Salvador Cortés estuvo entonado pero sin llegar a la altura del buen toro de Gavira. Se vio desbordado por el encastado sexto.

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