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Sidney Franklin; el diestro gay, judío y estadounidense que ahora es un símbolo LGTB: el Torero de la Torá

Sidney Franklin; el diestro gay, judío y estadounidense que ahora es un símbolo LGTB: el Torero de la Torá
Sidney Franklin; el torero de la Torá RS

Una historia hermosa de un gran hombre que cambió las mentalidades. En las plazas de toros Sidney Franklin era conocido como el Torero de la Torá.

Franklin, quien falleció en 1976 a los 72 años, fue el primer judío estadounidense en alcanzar el selecto estatus de matador en los círculos españoles de la tauromaquia.

También era homosexual, según recoge informalia y comparte Manuel Trujillo para Periodista Digital.

Su orientación sexual era un secreto a voces en su círculo de amistades, pero él nunca la reconoció públicamente. Inició su carrera en la década de los años veinte y terminó en la de los cincuenta, mucho antes de que el movimiento por los derechos LGTBI comenzara, al menos como lo conocemos hoy en día.

En los días en que celebramos el Orgullo Gay, y conmemoramos el cincuenta aniversario de los disturbios del Stonewall Inn, medios de todo mundo le han dedicado una parte de sus contenidos.

«Nació mucho antes de todo el movimiento, pero si hoy estuviera vivo, estaría en la marcha y nos mostraría el camino», comenta su sobrina DorisAnn Markowitz, de 78 años, a The New York Times.

Fue amigo de el escritor Ernest Hemingway o del actor Douglas Fairbanks, y actuó o fue asesor en películas de Hollywood. Su orientación sexual se ha dado a conocer gracias al material biográfico publicado en años recientes.

Los tabúes sociales en los años en los que Franklin vivió obligaban a hombres y mujeres a asumir las características de una vida heterosexual, tal vez casándose con una mujer para encubrir la verdad. No fue el caso de Franklin.

Sin embargo, la supuesta virilidad inherente a la los matadores de toros bastó eb su época para que Franklin pudiera ocultar su orientación sexual.

Su pasión por la extravagancia y el boato o el hecho de que no se le conocieran amores con mujeres quedaban disimulados al tratarse de un tipo tan peculiar como para ser torero, estadounidense, judío y homosexual.

«La tauromaquia le dio un escenario donde podía desenvolverse con mucha elegancia y estilo, sin salir del armario», recuerda Rachel Miller, que trabaja en el Centro de Historia Judía en Manhattan.

«Fue un lugar donde su estilo era permisible pero invisible».

Franklin se moría de placer al ver los trajes de luces.

«Sus atuendos de matador son más elegantes y costosos que los de cualquier otro matador», escribió Lillian Ross en una semblanza que hizo de Franklin en 1949 para la revista The New Yorker.

«Como torero, podías ser un macho ataviado de brocado dorado», aseguró Bart Paul, autor de una biografía sobre Franklin titulada Double-Edged Sword.

Sus días en España

En España, Franklin fue conocido como el Torero de la Torá. Aquí le vemos en una corrida en Madrid.

Antes de que saliera a la plaza a enfrentarse con el toro, las monjas católicas rezaban por él, un torero gay y judío de Brooklyn, lo cual siempre llamó la atención de sus familiares.

Quizá la gente pensaba: ‘Pero usted es judío'», dijo Markowitz.

«Sin embargo, él solía decir: Sí, pero los toros son católicos».

Según el artículo de The New Yorker, cuando le preguntaron sobre la posibilidad de morir en el ruedo, se rio y dijo:

«¿La muerte?, ¡bah!».

La tauromaquia estaba en su apogeo en España cuando Franklin llegó en 1929 y los mejores toreros, como él, eran reverenciados con devoción.

Ahí fue donde conoció a Hemingway y se hicieron buenos amigos y compañeros de viaje.En su aclamado libro de no ficción Muerte en la tarde, uno de los que junto a Fiesta el premio Nobel habla de las corridas de toros, Hemingway describe a Franklin como «un ser valiente con un valor frío, sereno e inteligente»:

 «Y uno de los manipuladores del capote con más gracia, habilidad y suavidad hoy en día».

En ocasiones, el gusto de Franklin se escoraba hacia tonos más femeninos de los que las normas de la tauromaquia permitían, como cuando se hizo fabricar un traje de luces completamente rosa y fue objeto de burlas en el ruedo.

Después de retirarse de los ruedos, en 1959, Franklin viajaba con más baúles que la Piquer: llevaba consigo veinte trajes de lentejuelas bordados a mano.

Su estilo taurino
Sus familiares aseguran que él se sentía atraído hacia un estilo de toreo «muy melodramático», recuerda una sobrina a la que Franklin adoraba y que aún vive.

«El arte del capote y el control corporal eran como una danza».

«Tenía una gracia extraordinaria y era muy fuerte, como un bailarín de ballet que controla bien el centro de su cuerpo».

Franklin nació en 1903 con el nombre de Sidney Frumkin, y creció en Park Slope, Brooklyn, siendo uno de los diez hijos de una pareja de judíos ortodoxos nacidos en Rusia.

En la escuela, prefería las artes visuales y la actuación y adoptó el apellido Franklin para ocultar a su padre sus representaciones teatrales, un verdadero precedente de Billy Elliot.

El padre del torero gay fue un hombre de nariz grande que a finales del siglo XIX se convirtió en uno de los primeros judíos en ser oficial de policía en la ciudad de Nueva York.

«Su padre trató de acabar a golpes con el artista que había en él», relata su sobrina en The New York Times.

«Acostumbraba llamarlo Nancy un nombre que se usaba para designar a una persona gay o rara».

Franklin abandonó su hogar a los 19 años y se trasladó a Ciudad de México, donde halló un ambiente más permisivo, lejos de su padre, además de cosmopolita y acorde con sus ambiciones artísticas. Por cierto que allí empezó a apreneder el español, idioma que hablaba con fluidez.

Hizo su debut en Ciudad de México en 1923 y salió del ruedo en hombros después de matar a un toro de forma impresionante.

La aceptación del público y los aficionados al calificarle como un gran torero contribuyó a sanar las heridas emocionales de su juventud, recuerda su sobrina Markowitz.

Amó cada minuto de aplausos porque jamás había recibido de su padre ni una palmada en la espaldade su padre.

«Cada vez que mataba un toro, psicológicamente estaba matando a su padre».

De piel clara y pelirrojo, a Franklin le gustaba ser el centro de atención. A pesar de su gracia en el ruedo, mantuvo su acento de Brooklyn pero, según su sobrina, también podía hablar yidis y español a la perfección.

Franklin afirmó haber matado a miles de toros durante su carrera y en numerosas ocasiones recibió cornadas, las cuales le dejaron molestias que lo aquejaron hasta que murió en la miseria, a los 72 años, en un asilo para ancianos en Greenwich Village.

VÍDEO: La muerte de Manolete

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Autor

Manuel Trujillo

Periodista apasionado por todo lo que le rodea es, informativamente, un todoterreno

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