La Argentina, con el alma

Los libros que reflejan la historia del tenis se cansan de repetir que no hay nada en el mundo de este deporte que sea igual que la Copa Davis. En esa Ensaladera de Plata, su creador, el norteamericano Dwight Davis, un estudiante de Harvard, seguramente colocó una pócima secreta que consigue que una mezcla de drama, nervios y alta temperatura se combinen en una fórmula única.

Escribe Alfredo Bernardi en La Nación que durante cuatro horas y veintiún minutos, esa química inexplicable recorrió las venas de Juan Ignacio Chela para transformarlo, después de tensión, sufrimiento, incógnitas, dudas, calambres y todo lo que se puede imaginar, en el héroe del conjunto argentino, que venció por 3 a 2 a Croacia, el defensor del título, y se clasificó semifinalista de la Copa Davis por novena vez en su historia. Su próximo rival será Australia, al que enfrentará, en Buenos Aires, entre el 22 y el 24 de septiembre próximo.

Chela logró el definitivo quinto punto al derrotar, en el quinto match-point, a Sasa Tuksar, 159° del mundo, por 3-6, 6-4, 7-6 (8-6) y 7-6 (7-5), luego de una abismal diferencia horaria respecto del empate parcial que Ivan Ljubicic, el jugador-capitán del conjunto local, consiguió ante David Nalbandian con un arrollador 6-3, 6-4 y 6-4.

Tras 2h14m, Nalbandian no sólo fue víctima de los 35 aces del croata, sino que nunca pudo conectarse con el partido. El cordobés, de esta manera sufrió la primera derrota en singles desde septiembre de 2002, cuando hizo su debut copero en Moscú, ante Rusia.

Esa igualdad dejó la serie a corazón abierto. El público, alrededor de 3500 espectadores, convirtió al Dom Sportova en una caldera a la que se sumó la carpeta sintética que tantas complicaciones, históricamente, trajo a los argentinos. Y un campeón, envalentonado por el espíritu ejemplar de Ljubicic, que entregó hasta las últimas gotas de sudor y de tenis para resignar la corona.

Fue Chela el elegido por Alberto Mancini para vivir ese punto decisivo. Fue Tuksar, y no Ancic, de quien especularon mil y un versiones durante la derrota de Nalbandian, quien se cargó sobre sus espaldas, con una actitud encomiable, todo el peso de Croacia. Pero fue Chela, quien necesitaba conocer el sabor de un triunfo importante en la Davis. De los que valen, de los que quedan en la historia. Porque son pocas las ocasiones en las que se derrota a un campeón.

En medio de una atmósfera hostil, con fallos controvertidos de los jueces de línea y un público que cantaba malas las pelotas sin importarle que el punto siguiera en juego, Chela tuvo un rival al que, de haberse tratado de un partido del circuito, hubiera eliminado sin mayores inconvenientes. Pero ayer, el camino hacia el triunfo tuvo poco de placer y demasiado de sufrimiento.

Y así, la Davis, por esas cuestiones citadas anteriormente y que hacen que habitualmente a los tenistas argentinos les cueste tres veces más, iba a entregar una de las definiciones más emocionantes de los últimos tiempos. No tan semejante como la victoria ante Croacia en 2002, pero con bastantes similitudes con el triunfo ante Alemania en 1990, en el Buenos Aires Lawn Tennis Club.

El valor real del triunfo de Chela transita por haberlo conseguido en un ámbito en el que cualquiera se hubiera hundido. No faltaron, a medida que transcurrían los games y Tuksar se mantenía en la pelea, los recuerdos sobre aquellas veces en las que inesperados personajes se convertían en verdugos de nuestro país.

Es que por momentos Tuksar se pareció a Agassi, desbordando a un Chela que, enfundado en su gorra y vestido con una camiseta con los colores argentinos, resistía como un boxeador contra las cuerdas. Y cuando tuvo los dos break-points pegó para quedarse con el set. Y enmudecer al rincón argentino.

Tuksar seguía indomable en el segundo parcial. Pero alguna vez tendría que ser Tuksar. Lo sintió en el noveno game, en el que su sistema colapsó. Chela lo aprovechó y además de ganar el capítulo se quedó con el primer game del tercero.

Y allí empezó el drama. De manera alternada, seis quiebres. Cuando tenía que tomar la cancha, Chela era conservador; si atacaba, los passings de Tuksar eran demoledores. En el medio, el griterío, un capitán, otros doce compañeros y cuarenta hinchas como único respaldo. Para intentar volver a creer.

Y fue en el primer tie-break, tras una desventaja de 3-0, en el que la maldita ensaladera se hizo el primer festín. Entre uno y otro combinaron los errores y las dobles faltas. Tuksar tuvo su set-point, pero se fue ancho el drive. Chela se volvió a meter y el croata perdió el set con un drive largo.

Lo peor estaba por llegar después. Tuksar se mantenía por instinto y Chela sólo tenía que manejar el timón con experiencia. Pero fue el croata el que tuvo la ventaja de 2-1 y el saque. El argentino apretó y logró una ventaja de 5-3 y su servicio. Y allí, cuando todo estaba servido, sacó mal y aparecieron los calambres en el muslo derecho. Otra vez igualdad, con tres match-points perdidos en el medio. Tie-break y a sufrir nuevamente. Ventaja de 4-1, primero; de 6-4, después. Tuksar no se entregaba; Chela seguía conservador.

Llegó el drive del croata a la red. Chela explotó y buscó el abrazo de todos. De sus compañeros de equipo y de Mancini. Australia ya estaba en la mira. La posibilidad de una semifinal en casa luego de 25 años y, de reojo, una final que puede estar cerca. Y sobre un costado, la Copa Davis, expectante y única, a la espera que la Argentina se decida a conquistarla de una vez.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído