El Movistar atrapado en una «tormenta perfecta»

Bouwe Bekking, como buen capitán, fue el último en salir del Movistar y poner los pies en una de las balsas de salvamento, sobre las frías aguas del Atlántico norte. Eran cerca de las 11 de la mañana (la una de la tarde hora española), y la tripulación del barco español participante en la Volvo Ocean Race había vivido momentos angustiosos.

Explica Ketty Calatayud en La Vanguardia que todos habían tomado la decisión unánime de seguir en el barco, de no rendirse, pero el tiempo se agotaba, el barco sufría daños estructurales importantes en la zona de la quilla, y la amenaza de una tormenta con pronósticos de vientos de 50 nudos y olas de once metros llevó a los responsables del proyecto, a Pedro Campos y al patrocinador Movistar, a tomar la única vía posible para garantizar la seguridad de los diez tripulantes.

«Dar la orden de abandonar el barco ha sido la decisión más dura que he tomado en mi vida», explicaba Bekking horas después, ya en la cubierta del ABN Amro II, el barco holandés que dio la vuelta para rescatar a los tripulantes del velero español cuando se dirigía hacia Portsmouth, destino final de la séptima etapa, con el cuerpo sin vida a bordo del navegante Hans Horrevoets, fallecido el pasado jueves después de caer al mar.

«El encuentro entre las dos tripulaciones, una que está atravesando momentos muy difíciles porla muerte reciente de un compañero cuyo cadáver llevan a bordo, y otra que acababa de abandonar su barco, ha sido impresionante, muy emotivo, para hacer una película», relataba a este diario Pedro Campos, director del proyecto español en esta vuelta al mundo que arrancó el pasado mes de noviembre en el puerto vigués de Sanxenxo y que, a falta de dos etapas y dos regatas costeras, ya tiene un vencedor, el ABN Amro 1 que dirige el neozelandés Mike Sanderson.

La Volvo Ocean Race ha llegado a su fin para el Movistar, que empezó esta aventura como uno de los grandes favoritos, con un presupuesto de 20 millones de euros. Después de ser abandonado por la tripulación, el barco se encuentra a la deriva, con el sistema de localizador por satélite conectado, a la espera de un rescate que en la situación actual se antoja un milagro.

«El barco está con las anclas de capa y se mueve lentamente, pero los daños estructurales son importantes. Hay una vía de agua que no es tan importante como la que se sufrió en el cabo de Hornos, pero la avería es más grave. Ha sido un problema en la articulación quilla-casco, el talón de Aquiles de los cuatro barcos diseñados por Farr (Farr Yacht Design).

Las dos bombas de achique están funcionando, pero llegará un momento que dejarán de hacerlo, el agua hará que el barco vuelque, y se hundirá. Intentaremos hacer lo posible por rescatarlo, pero con la tormenta va a ser muy difícil.

La esperanza es lo último que se pierde, pero somos sealistas», explica Pedro Campos, quien insiste en que «los daños económicos son asumibles, porque el barco está asegurado, lo que no era asumible era la pérdida de una vida». El responsable del proyecto español asegura que durante la madrugada «se vivieron momentos muy complicados y por la mañana hubo que trasluchar (cambiar de lado la mayor) porque el viento roló y empezó a entrar el doble de agua.

El barco entraba en el ojo de la tormenta, y recibimos un mensaje del ABN que nos decía que esa era la última oportunidad de rescatar a la tripulación. Ellos no querían abandonar el barco, hicieron una votación, pero la prioridad absoluta eran las personas. Doy gracias al ABN por haber venido a buscarnos, a los patrocinadores por haber priorizado siempre la seguridad y al equipo porque el valor y el compromiso que han demostrado va más allá de cualquier contrato».

El barco había sufrido los daños cuando se encontraba a 485 millas de Land´s End, el extremo sudoeste de la costa británica. Bouwe Bekking dio orden de reducir la velocidad y pidió a la VOR que avisara al servicio de guardacostas, mientras el ABN Amro se mantenía en guardia.

«Todos nos dimos cuenta de que llamarlos para que diesen la vuelta era duro para ellos», explicó el capitán.

«Pero afortunadamente pudieron encontrar un poco de consuelo al comprender que habían salvado diez vidas. Un barco es simplemente eso, un barco, pero una vida es insustituible».

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