Preservativos para hinchas, megaburdeles y contrabando masivo de mujeres

La industria sexual de Alemania se prepara para recibir a millones de fanáticos del fútbol. Florece un negocio millonario y aumentan los temores de que miles de mujeres sean obligadas a prostituirse.

Cuenta Julie Bindel en The Guardian que, a pocos días de que empiecen los primeros partidos del Mundial, los negocios se llenan de merchandising de la Copa del Mundo: camisetas, silbatos y bufandas. Y también están los preservativos. En las 500 sucursales de la tienda británica Superdrug, hay un despliegue de preservativos hechos especialmente para los hinchas de Inglaterra. Llevan impreso el slogan «Recostate y pensá en Inglaterra» y están decorados con la cruz de San Jorge.

Tal vez sea tranquilizador que a los hinchas ingleses que viajan a Alemania los alienten a ser sensatos, pero la conexión Mundial 2006 y sexo tiene también un lado pernicioso. Junto con las carpas de cerveza y los puestos de hamburguesas que satisfarán las necesidades de un influjo masivo de hinchas a Alemania, los empresarios están preparándose para vender un producto que ya está abiertamente a la venta en toda Alemania: mujeres.

Alemania legalizó su industria sexual –Colonia inauguró el primer «autoburdel» del mundo en 2001-. Pero, con tres millones de hinchas extranjeros arribando a las 12 ciudades sedes del campeonato, los empresarios están montando instalaciones especiales. En Berlín, por ejemplo, se construyó un megaburdel de 3.000 metros cuadrados próximo al principal estadio del Mundial. Está diseñado para albergar a unos 650 clientes de una sola vez. Se construyeron unos habitáculos de madera parecidos a toilets, con preservativos, duchas y estacionamiento, todo incluido.

¿La gente les dará el uso que todos piensan? Un hombre con el que hablé en un chatroom de Internet cree que sí. «Yo visitaré a algunas mujeres adorables entre partido y partido», dice George. Y me cuenta que «tiene expectativas de algo exótico».

Pero, ¿de dónde vienen todas las mujeres extra? En enero, la organización internacional feminista Coalición Contra el Tráfico de Mujeres (CATW, tal su sigla en inglés) lanzó una campaña mundial para protestar contra la promoción y el despliegue público de la prostitución en Alemania durante el Mundial. La organización teme que alrededor de 40.000 mujeres sean «importadas» a Alemania desde Africa, Asia y Europa del este y central. (Esta cifra se basa en la cantidad de mujeres necesarias para satisfacer los burdeles adicionales que se están instalando).

Algunas de las mujeres que ya trabajan en la industria sexual en otras partes de Europa llegarán a Alemania para ganar un dinero extra. Muchas de estas mujeres serán explotadas por novios o incluso por familiares. Algunas enviarán dinero a sus familias pobres, otras intentarán saldar deudas o sustentar su drogadicción. Pero otras se verán obligadas más directamente –algunas incluso serán secuestradas y contrabandeadas a través de las fronteras-. Elda (no es su nombre real) entró por contrabando a Inglaterra desde Albania cuando tenía 17 años y la pusieron a trabajar al servicio de hasta 20 hombres por día en un burdel de Kings Cross, Londres. Ella cuenta que a muchas de sus amigas en Albania les ofrecieron ir a Alemania para el Mundial. «Mi proxeneta me dijo que puedo ganar miles de dólares porque los hinchas y los jugadores quieren festejar cuando ganan».

¿La tienta la oferta? Dice que no. «Vi hinchas de fútbol que pasaban de camino a tomar el tren a casa, después de un partido. Tuve que trabajar turnos de 14 horas y no me trataron muy bien, especialmente los que querían tener sexo conmigo en grupos».
Hay evidencias de que los proxenetas de Alemania están poniendo los ojos en los países pobres mucho más alejados que Albania en busca de mujeres para el Mundial. La CATW dice que recibió llamadas de madres de adolescentes brasileñas seducidas por los traficantes. «Les ofrecen viajes con todos los gastos pagos a Alemania y dinero para su país», dice Janice Raymond, codirectora de la CATW.

Para los equipos participantes, la prostitución inevitablemente se ha convertido en un tema de debate. El entrenador francés, Raymond Domenech, está apabullado por la perspectiva de miles de prostitutas importadas para el campeonato. «Para mí ya es humillante que el fútbol esté asociado al alcohol y a la violencia», dice, «pero esto es peor. Se habla de seres humanos como si fueran ganado y el fútbol está asociado con eso».

Lars-Ake Lagrell, presidente de la Asociación de Fútbol de Suecia, también está alarmado. Asegura que ningún jugador sueco hará uso de los burdeles durante el Mundial. Hubo incluso llamadas de Claes Borgstrom, el ombudsman del gobierno sueco, para que la selección de su país se retirara del Mundial. Suecia tiene un historial muy rígido en materia de prostitución: el país penalizó la compra de servicios sexuales hace siete años después de una prolongada campaña de las feministas, respaldada por muchas de las parlamentaristas mujeres (que representan casi el 50% de las bancas). Desde entonces, el tráfico en el país disminuyó.

La Asociación Inglesa de Fútbol, en cambio, no tiene intenciones ni siquiera de debatir sobre la industria sexual del Mundial. Según su vocero, Adrian Cooper, «No es asunto de la Asociación de Fútbol si los hinchas van a los burdeles». La principal preocupación de la Asociación, dice, es que los hinchas se enfrenten a los alemanes con referencias a la guerra y otros insultos.

Will McMahon, director de la Fundación de Crimen y Sociedad, que examina el daño causado por el comportamiento antisocial y el delito, dice que «esta es una oportunidad para que el gobierno alemán reconozca que existen otros países europeos que encuentran que su política en materia de prostitución es ofensiva». McMahon cree que, más allá de que la prostitución sea legal o no, la Asociación de Fútbol debería aconsejar a sus hinchas a no concurrir a los burdeles en Alemania. «La Asociación debería poner las cartas sobre la mesa y condenar a la industria sexual internacional. Hasta el momento, el mensaje que se les da a las mujeres es ‘Ustedes no nos importan'».

Para preguntarle a los hinchas ingleses qué pensaban de todo esto, fui al pub Eight Bells en el oeste de Londres, un sitio regular para los hinchas del club inglés Fulham. Algunos admitieron que «probablemente irían a los burdeles», de la misma manera que irían a los bares a fumar marihuana en Amsterdam. La impresión que tuve fue que los hombres que compran sexo durante el campeonato simplemente lo hacen porque está disponible.

La policía británica intervendrá si sospecha que un ciudadano británico está cometiendo un delito, pero teniendo en cuenta que estos crímenes potenciales serán cometidos en burdeles legales donde las autoridades británicas no tienen jurisdicción, no es tan claro que puedan intervenir. Los hombres británicos que tienen sexo con menores en el exterior pueden ser acusados de abuso infantil cuando regresan a su país, pero la policía hasta el momento no advirtió a quienes viajen a Alemania algo obvio: que algunas de las mujeres en los burdeles serán menores de edad. Sí tienen pensado repartir panfletos en los toilets de hombres y los bares, advirtiendo que algunas mujeres pueden ser víctimas del tráfico de personas.

Tessa Jowell, la secretaria de Estado británica para cultura, medios y deportes, apeló a un «coro de voces para desalentar a los hinchas británicos a explotar a víctimas del tráfico de personas en Alemania». Pero a los hinchas tal vez no les importe.

Alina es una mujer que conoce algo sobre el vínculo entre sexo y deporte. Ella escapó cuando unos traficantes intentaban llevarla a Gran Bretaña desde Atenas en 2002. La habían secuestrado de su casa en Moscú para los Juegos Olímpicos. Cuando los juegos terminaron, Alina fue considerada de «segunda mano» y la vendieron a otra banda criminal, que la llevó a Londres con la esperanza de que pudiera hacer dinero en un burdel allí. «Estaba agotada, literalmente extenuada», dice. «Durante los juegos estuve con cientos de hombres, algunos británicos, que pensaban que un buen día consistía en mirar deporte, emborracharse y tener sexo. Nosotras éramos sólo parte del entretenimiento».

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