«El juego bonito» de National Geographic

"El juego bonito" de National Geographic

José Rosado (Periodista Digital).- El Mundial quizá sea el torneo deportivo más atrayente y capaz de congregar a mayor número de personas en el mundo, por delante de otros espectáculos como la final de la Superbowl o de la NBA. Cada cuatro años, nadie se quiere quedar fuera de este gran acontecimiento que ha conseguido que, hasta la revista National Geographic, le dedique un reportaje a “el juego bonito”.

La revista National Geographic ha publicado en su edición de junio, un especial acerca del Mundial 2006 que, por si alguno queda por enterarse, se celebrará en Alemania donde varios escritores y periodistas hacen un análisis de las selecciones que disputarán el Mundial.

Esto de ser un seguidor estadounidense de la Copa del Mundo de fútbol tiene muchas cosas bonitas, y la primera de todas es la ignorancia. La sociedad en la que te criaste no se reunía cada cuatro años delante del televisor durante un mes entero, conteniendo la respiración. Tu país nunca ha ganado. Puedes elegir la selección nacional que más te guste y animarla sin avergonzarte ni temer represalias. No tienes que respetar fidelidades tribales indeseadas pero ineludibles, inculcadas por tus compatriotas locos por el fútbol. Eres un aficionado, en el sentido más puro de la palabra. Por lo tanto, con la celebración de la Copa del Mundo que tiene lugar este mes en Alemania, se abre ante ti un mes en el paraíso.

Fútbol como teatro

Al llegar el turno de España, al no haber ganado nada más que clasificaciones que no han servido de mucho, Robert Coover recuerda el Mundial del 82, en su «Juego de moralidad: Fútbol como si fuera teatro«.

Las explicaciones avanzadas para el poder intenso y misterioso del fútbol, el trance de grandes encuentros, su dominación mundial sobre todos otros deportes, han sido muchas. Hay una teatralidad inherente del juego -no el razzmatazz de una media jornada americana-, pero los dramas interiores de pecado y rescate, las pruebas de virtud, la búsqueda de modelo y cohesión, la colisión de fuerzas paradójicas.

El fútbol a menudo era comparado a la tragedia griega, o visto como una especie de juego de moralidad ampliable. Quizás la dificultad para anotar (y así la estrecha diferencia habitual de goles, aún entre los equipos de capacidad notablemente desigual) intensifica este sentido de teatro, causando el desenlace -o la catarsis colectiva- a ser retenido casi siempre hasta el pitido final. Ni, hasta aquel silbido, está allí el alivio de la tiranía del flujo incesante del tiempo: Una vez que usted se ha caído en un juego, no hay ninguna salida. El jugador debe quedarse con aquel flujo, mantener el ritmo, exigir la ventaja, conservando todas sus habilidades, su mente cerrada en el modelo que cambia; y el espectador, aunque menos complicado, comparte esta experiencia.

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