¿Pero dónde se ha ido el enviado de El Mundo al GP de Brasil?

(Elena de Regoyos).- Por la crónica que publica este viernes su periódico, el enviado especial de El Mundo al gran premio de Interlagos en Sao Paulo, o no ha salido de su ciudad en su vida o le gustan mucho los tópicos.

Se le ve emocionado y por lo que escribe se adivina que más de una persona le ha advertido antes de salir de España que tenga «mucho cuidado en ese país tan peligroso que es Brasil».

Sin embargo, pensemos en la paradoja:

Aquí nos alarmamos cuando son noticia «graves disturbios» puntuales en Sao Paulo -ciudadanos lanzando cócteles molotov a las comisarías-. Mientras que eso ocurre varias veces por semana en España.

Y mientras aquí las madres repiten una y mil veces que tengan mucho cuidado a sus hijos que viajan a Brasil, las madres de allí hacen lo propio cuando los suyos vienen al país donde explotan trenes, se queman autobuses y se lanzan cócteles molotov día sí día también en señal de protesta.

El caso es que al tal Jaime Rodríguez que El Mundo ha enviado a Brasil su madre y demás conocidos le han debido advertir «convenientemente», y él lo deja notar en su crónica, donde parece que más bien habla de oídas que de propia experiencia. Eso sí, la crónica le ha salido de reportero de guerra:

«¿Por qué todo el mundo se salta los semáforos en rojo?». Esa es la primera pregunta que hace un periodista español al camarero de turno. ¿Prisa?, ¿ceguera?, ¿desobediencia civil? ¿deporte de riesgo?, ¿borrachera general? Ni uno se respeta. El taxi vuela por las bacheadas calles de la ciudad con el cliente aterrado en el asiento de atrás. Tremendo. Ni oyen el «oiga, que ya si eso me bajo aquí y voy dando un paseito. Tampoco estará tan lejos el circuito, ¿no?».

«Hay que saltárselos. Dejan hacerlo. Es por seguridad«, responde el conductor. ¡¡¡¡Seguridad!!!! A priori no parece muy seguro volar por un cruce casi sin mirar a los lados y con el disco en prohibido. Peor aún si está cayendo el diluvio universal y el tráfico (brutal) deja a la madrileña M-30 a la altura de una plácida alameda.

Pero todo tiene su sentido, incluso en esta imponente urbe de 17 millones de habitantes. Los continuos asaltos que se producen sobre los conductores mientras esperan el semáforo han provocado que la policía haga la vista gorda con las infracciones de tráfico. «Corra usted, por si acaso» es la orden más o menos. También el 90% de los vehículos llevan los cristales tintados. Medida preventiva para evitar que los atracadores no sepan ni qué ni quién ni con qué va dentro.

Aunque sólo con ver el titular de su crónica y la foto que mete se da uno cuenta de los prejuicios del supuesto periodista. (Al que, por cierto, hay que explicarle que la caipirinha no se toma de postre, sino mientras se espera a que le traigan a uno la comida o, a lo sumo, durante la misma, y que no son 17 millones de personas, sino alguno más):

LA OTRA CARA DEL GRAN PREMIO
Semáforos y caipirinhas

Se lo está pasando bomba este tipo.

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